domingo, 31 de octubre de 2010

Un ejemplo de Análisis de un caso de Neurosis obsesiva (T.O.C.) tomado de Freud

Un ejemplo de Neurosis obsesiva
La represión y el desplazamiento del afecto en el TOC

En la histeria la regla general es que: los motivos recientes de la enfermedad sucumban a la amnesia, lo mismo que los sucesos infantiles, y que con su auxilio, los motivos recientes transformen su energía afectiva en síntomas. Sin embargo, en aquellos casos en que resulta imposible un olvido total, el motivo traumático reciente es atacado por la amnesia y despojado, por lo menos, de sus principales elementos.
En la neurosis obsesiva,generalmente, sucede otra cosa.
Las premisas infantiles de la neurosis (o sea, los traumas primeros, ya sean sucesos o recuerdos de sucesos) pueden, a menudo, haber sucumbido a una amnesia incompleta; siendo, en cambio, conservados en la memoria los motivos recientes de la enfermedad. En semejante amnesia vemos las pruebas de que hubo una represión anterior (una primera represión) y que una represión segunda, ha utilizado aquí un mecanismo diferente y más sencillo, simplificado, podríamos decir. De modo tal que, en lugar de olvidar el trauma, lo que ha hecho ha sido despojarlo de su carga afectiva (lo ha desafectivizado), de tal forma que en la conciencia quede tan sólo su carcasa, o sea, un contenido ideológico indiferente, y juzgado como insignificante por la conciencia. El resultado es casi el mismo que si hubiera sucumbido totalmente a la amnesia, al olvido, pues el contenido de la memoria considerado indiferente, muy raras veces es reproducido y no desempeña papel alguno en la actividad mental consciente de la persona.
El psicoanálisis diferencia ambas formas de represión, porque tienen valor práctico, lo cual se manifiesta muy precisamente durante el tratamiento, por las afirmaciones del paciente: -"Experimentaba la sensación de haber sabido siempre eso pero, de haber olvidado, en cambio, lo otro hace ya mucho tiempo".
Esto, nos lleva, naturalmente, a afirmar que en la neurosis obsesiva hay dos clases de conocimientos simultáneamente y de igual importancia; uno que, en el neurótico obsesivo, conoce sus traumas y otro que al tiempo, no los conoce: los conoce en tanto que no los ha olvidado, y no los conoce en cuanto que ignora su significación.
Es por estos descubrimientos, que en los círculos especializados de la época, hacia 1900, hace poco más de un siglo, se hablaba de una especie de doble conciencia, una la consciente, la que estudiaban los filósofos y tenían por objeto de estudio los psicólogos y que era "la razón" que hasta ese momento, manejaban las ciencias en general; y otra, de la que esta primera nada sabía a no ser por sus efectos, que era una especie de conciencia inconsciente, lo inconsciente que se evidenciaba en la conciencia, es decir, el inconsciente; lo que hoy conocemos como el inconsciente del sujeto hablante.
El sujeto (del inconsciente) no tiene la menor sospecha de haber mencionado algo importante ni recuerda haber concedido jamás valor ninguno a aquel suceso, que por otro lado, tampoco ha olvidado nunca.
No es, pues, nada raro que los enfermos de neurosis obsesiva que se ven atormentados por autorreproches, (puesto que, por efecto de la represión, han enlazado sus afectos a motivos erróneos, -falsos-), comuniquen al médico los verdaderos motivos, sin sospechar que sus reproches, realmente corresponden a otros motivos -los verdaderos- sólo que estos, se hallan desconectados -al haber sido desplazados los verdaderos, los afectos que a ellos corresponden-, por efecto del mecanismo de la represión (-amnesia, olvido- al servicio del yo, de la conciencia).
Podemos, ejemplificar esta observación teórica con un caso de neurosis obsesiva que, siguiendo al pie de la letra a nuestro buen doctor, como él mismo dice: -Me procuró, hace ya muchos años, la comprensión de tal dolencia.
El paciente, era un funcionario que padecía innumerables preocupaciones.
Llamó la atención de Freud el hecho de que al satisfacer los honorarios de cada consulta, el paciente le entregara siempre billetes de banco tersos y limpios. En una de estas ocasiones le dijo, bromeando, que su calidad de funcionario público se revelaba en aquellos flamantes billetes, directamente percibidos de las cajas del Estado, pero este le respondió que tales billetes no eran en modo alguno nuevos, sino que tenía la costumbre de limpiarlos y plancharlos en su casa, pues le daba remordimiento de conciencia entregar a alguien billetes sucios, en los que seguramente había de haber millones de microbios que podían causar graves daños a quien los recibiera.
-Por entonces ya vislumbraba, aunque oscuramente, la relación de las neurosis con la vida sexual, y, en consecuencia, dice Freud, me atreví a interrogar al paciente sobre la suya. Su respuesta fue que no advertía en ella anormalidad ninguna ni sentía carencia de nada, y agregó la confesión siguiente:
Paciente ─ Desempeño en muchas casas de la burguesía acomodada el papel de un viejo pariente amable y lo aprovecho para invitar de cuando en cuando a una muchacha joven a hacer una excursión por el campo, arreglándomelas de manera que perdamos el tren y tengamos que pasar la noche fuera de la ciudad. Desde luego, tomo dos cuartos; pero cuando la muchacha se acuesta entro en el suyo y la masturbo con mis dedos.
Freud ─¿Y no teme usted causarle algún daño, infectándole los genitales con sus manos sucias? El sujeto se mostró indignado.
Paciente ─¿Qué daño voy a causarles? A ninguna le ha sentado mal hasta ahora, y muchas de ellas están ahora casadas y me siguen tratando.

A sí pues, podemos explicar, como un desplazamiento del afecto concomitante al reproche, la escrupulosidad del paciente en cuanto a los billetes y su falta de escrúpulo en cuanto a las muchachas confiadas a su custodia.
La tendencia de tal desplazamiento era pues la siguiente: si dejaba el reproche allí donde era justificado, tenía que renunciar a una satisfacción sexual a la que le impulsaban, seguramente, enérgicas determinantes infantiles. Conseguía, pues, con tal desplazamiento una considerable ventaja: no renunciar a una satisfacción sexual (obediente a impulsos primitivos) que implicaría un cambio de conducta, y disfrazar ese remordimiento de conciencia -por gozar de esa manera- con las innumerables preocupaciones que padecía, lo cual, como vemos, fue lo manifiesto, la razón que le llevó a la consulta.
(Más en Análisis de un caso de neurosis obsesiva, -encontrable en varias editoriales-)

miércoles, 6 de octubre de 2010

1.- ¿Por qué se pierde la fidelidad del cliente?

1.- ¿Por qué perdemos la fidelidad del cliente?
Hoy día, los niveles de competencia, en cualquier rama laboral, son tan elevados y las diferencias de precios tan mínimas que, en ese aspecto, todos son casi similares, por tanto, la clave reside en el trato al cliente.
El encuentro con el cliente supone muchas cuestiones: la relación con otro ser humano, la constatación de su fidelidad a nuestro negocio, la ejecución de una venta o la realización de un servicio, el pago de un dinero a cambio de nuestro trabajo y el reconocimiento laboral dentro de la empresa. Podríamos decir que ─ haciéndolo bien ─ desde que el cliente entra hasta que sale, para el profesional y para la empresa todo son ganancias.
Dice un refrán castellano que Poderoso caballero es Don Dinero, y otro, que El cliente siempre tiene razón; ambas frases del saber popular nos avisan de lo siguiente: el cliente tiene abiertas las puertas de cualquier negocio porque él decide dónde gastarlo.
Todo negocio se basa en el intercambio de un servicio o una mercancía por dinero, pero solemos olvidar que dicho proceso se produce entre personas que sienten, aman, se deprimen, odian, ríen, y lloran; es decir, entre sujetos psíquicos, así que, la oferta de cualquier servicio siempre está tocada por los aspectos psíquicos individuales del profesional y los aspectos psíquicos del cliente.
Los empresarios desconocen, a menudo, las causas que hacen que su negocio no prospere. La causa está en que no tienen en cuenta que el fracaso de las relaciones afectivas entre los clientes y los trabajadores, puede ser debido a problemas afectivos personales de los trabajadores: Cuando uno se desprecia a sí mismo o a la vida, con toda seguridad, extrapolará dicho sentimiento al entorno que le rodea: familia, amigos, empresa y compañeros de trabajo.
Si un trabajador tiene dificultades con el amor-altruista a lo social y a sus semejantes, podemos garantizar que será intolerante con los clientes, pero es que sabemos que sólo se tolera la presencia del cliente si entre este y el trabajador hay o se produce una relación de transferencia afectiva cordial, puesto que son las uniones afectivas y ⁄ o emocionales las que garantizan la continuidad y la durabilidad de la relación profesional-cliente. Aquí es donde radica la importancia de lo afectivo (querer al cliente), porque en su variante más pura, el amor es del orden del dar sin esperar recibir nada a cambio.

2.- ¿Por qué perdemos la fidelidad del cliente? 2

2.- ¿Por qué perdemos la fidelidad del cliente? 2
Al cliente no se le debe ni se le puede molestar bajo ningún concepto, aunque cuando ocurre, a veces, éste suele dar una segunda oportunidad al profesional, ahora bien, si el hecho se repite, podemos tener la seguridad de haberlo perdido definitivamente. Cuando el proceso de venta no está cordialmente humanizado (por el proceso de identificación del que ya hablaremos), se convierte en un acto frío y distante que levanta una barrera psíquica entre el cliente y el vendedor.
Todo comprador necesita sentirse especial, deseado no solo por su dinero, sentirse importante, valorado y tolerado por quién le atiende. Si logramos interesarnos por la persona más que por su dinero, el proceso será más fluido; el cliente no captará la ansiedad que tenemos a veces por vender, que habitualmente, genera desconfianza y es la causa inconsciente de su rechazo.
Cuando se ha establecido un vínculo emocional es más fácil que el cliente permanezca fiel a esa relación, debido a que se generan fuertes lazos afectivos, que de abandonarlos, pueden hacerle experimentar un sentimiento de culpa que le obligue a volver de nuevo. Por eso decimos que la falta de deseo de un trabajador y la desidia por su trabajo o por el buen funcionamiento de la empresa, es el cáncer que acaba matando la relación con el cliente. Así pues, si perdemos la fidelidad del cliente es por falta de tolerancia hacia él y hacia las ganancias económicas que nos produciría la afluencia y estabilidad de trabajo.
Vamos a analizar las dificultades internas (psicológicas para entendernos), sin referirnos a las causas externas que pueden llevar a un negocio al fracaso como son: mala ubicación, dificultades de orden económico o ajenas al mismo debido a situaciones políticas, sociales etc.. Vamos a trabajar el aspecto psíquico del núcleo laboral compuesto por el grupo empresario-trabajadores. Cada sujeto que pertenece al grupo, por hablante, tiene su propio inconsciente que determina el modo de relacionarse con la realidad laboral. Por eso, tanto en empresarios como en trabajadores, pueden existir causas psíquicas que les impulsen, de un modo inconsciente, a trabajar contra el crecimiento de la empresa: envidia entre socios o compañeros, sentimiento de culpa frente a la ganancia, intolerancia al dinero por los cambios que puede aportar, etc.
Fracasar en cualquier negocio de la vida es sumamente sencillo. El triunfo requiere constancia, dedicación y trabajo para seguir manteniéndolo. Aunque parezca una paradoja, cuesta el mismo trabajo fracasar que triunfar. Es decir, hacer las cosas a nuestro favor o hacerlas en nuestra contra conlleva el mismo gasto mental y físico. Para mantenerse en la cima debe existir en el sujeto una tolerancia al éxito.

4.- La intolerancia al dinero

Del libro del psicoanalista Miguel Martinez Fondón,
Aprendiendo a escuchar en la empresa

4.- La intolerancia al dinero
Esta es otra causa (aplicable también a encargados, trabajadores, directivos, etc.) que hace que el empresario puede fracasar.
Tolerancia al dinero, quiere decir que cada persona tiene un grado de tolerancia personal a este producto y que a partir de cierta cantidad, ese producto, el dinero, puede producir en el individuo ciertos cuestionamientos que muchas veces no está dispuesto a plantearse.

Sabemos que no es nada raro que la conciencia de un sujeto tolere un deseo mientras este sólo exista en calidad de fantasía, pero que, sin embargo, se oponga enérgicamente en cuanto tal deseo amenace con hacerse realidad. Justo ahí, en esa posibilidad de ganar más, es cuando suele aparecer el temor a despertar la envidia o los celos en la familia, en su grupo de amigos o entre sus compañeros, si gana más. 
Este miedo fantaseado puede ser la causa de que una persona disminuya su productividad y actúe frenando inconscientemente su cantidad de ingresos. Cuando esto ocurre quiere decir que "al dinero" se le atribuye un poder ilimitado, y esas atribuciones son las que pueden producir y producen ciertas fantasías que, a veces, son intolerables para el sujeto; hablamos de fantasías de la órbita sádico-masoquista (el masoquismo es el sadismo dirigido contra uno mismo)
Determinadas personas tienen temor a ganar más dinero por la posibilidad que le ofrecería de cambiar de vida o de pareja: y hay parejas que, efectivamente, si ganaran más dinero romperían su relación, así que al no ganarlo permanecen unidas bajo un deseo masoquista que anula toda posibilidad de mejora económica.
Cuando un empresario tiene algún tipo de problemática personal, consciente o inconsciente, relativa a su intolerancia al éxito o al dinero, podemos afirmar que todo el planteamiento organizativo inicial del negocio y su posterior funcionamiento, incluyendo la selección de personal, estará sobredeterminado desde esa problemática, con lo cual, se puede tener por seguro que levantará un negocio para que fracase posteriormente.
Se puede afirmar, que en estos casos, tanto la enfermedad psíquica, el entristecimiento, como la física de accidentarse, surge en el sujeto al cumplirse el deseo, ¿para qué? para anular el disfrute de su éxito, pero es que también ante la proximidad de su cumplimiento, se puede abortar, de manera inconsciente, el proceso exitoso, impidiendo así la posibilidad de realizar esos cambios.

5.- El sentimiento de culpabilidad en el ámbito laboral

5.- El sentimiento de culpabilidad
En general por sentimiento de culpabilidad se entiende una falta ética que el trabajador experimenta ante el pensamiento o la realización de actos poco lícitos hacia personas y circunstancias de su vida. La mayoría de las veces no hace falta que la persona haya cometido ese acto merecedor de castigo, ha bastado, simplemente, con haberlo deseado o fantaseado.
Es muy difícil precisar la esencia y el origen de estas tendencias culposas y autocastigadoras que aparecen, muchas veces, donde menos esperábamos hallarlas, pero podemos afirmar a ciencia cierta que, a mayor sentimiento de culpa sin sanción, mayor transgresión y necesidad de castigo; que tales actos, inconscientes, se cometen precisamente porque están prohibidos moral, social o legalmente y porque, a su ejecución se enlaza un alivio psíquico. Deducimos entonces que: El “delito” cometido es consecuencia del sentimiento de culpabilidad. Por tanto, el sentimiento de culpabilidad es anterior al delito.
Cuando un trabajador sufre esos penosos sentimientos, tras cometer la falta (= llegar tarde al trabajo, robar, obstaculizar una venta o un negocio, discutir con el ̷ o los cliente ̷ s, boicotear, agredir, estafar, trabajar en contra de la empresa, sabiendo incluso que será descubierto) siente mitigada la presión inconsciente, puesto que ya ha encontrado una justificación consciente: el acto cometido y la sanción correspondiente, con lo que encuentra alivio para su culpa (de ahí la importancia de sancionar tales situaciones)
La intolerancia a aceptar como propios, ciertos deseos inconscientes que pueden entrar en contradicción ética o moral con nuestros ideales personales, puede ser algo tan insoportable para la conciencia de algunas personas que, en comparación, la comisión inconsciente del acto sancionable y la sanción conseguida, es realmente un alivio. Ahora bien, también se dan situaciones en la vida de cualquier persona, como el hecho de que muera algún ser querido, o que se produzca una separación matrimonial, que pueden traer un beneficio al sujeto (una herencia, un ascenso, una relación deseada, etc.) que pueden afectar a su desempeño laboral y llevarle a atentar sobre sí o hacerle sentir la necesidad de castigo, por considerarse culpable de lo que sucedió. No hay que olvidar que el sentimiento del que hablamos actúa inconscientemente, sin que la persona se de cuenta de ello. Así, otras formas de expresión del sentimiento de culpa son: la resignación, que es el sentimiento del que cree que no se merece nada bueno; el autorreproche, sentimiento del que piensa que no vale para nada, que es que él no sirve; o cierta esclavitud como es la de ese trabajador que solo busca malos trabajos, mal pagados.

6.- Los celos y la envidia en el ámbito empresarial

6.- Los celos y la envidia
Otra causa frecuente de fracaso en un negocio es la debida a la existencia de dos afectos muy conocidos por todos y que interfieren cualquier relación humana: los celos y a la envidia.
Cuando entre los socios de una empresa surgen los celos y no se toleran, dicho afecto conduce generalmente a la ruptura de la sociedad empresarial o sea al fracaso, al cierre del negocio.
Los celos son constitutivos del ser humano, es decir, forman parte de nosotros mismos. Son un sentimiento horizontal, suelen darse entre iguales, el celoso desea todo lo que tiene el otro y quiere poseerlo. Los celos no son los custodios del amor, sino de la fidelidad, y pueden hacerse presentes cuando el afán de exclusividad con respecto a ese ideal común que es la empresa, llega a confundirse con el propio YO del empresario, el cual, como todos sabemos, no se puede compartir. En las situaciones celotípicas, la exigencia de fidelidad ha invadido todo el universo de cada integrante; de tal manera que todo lo que la víctima de los celos haga, que no sea para satisfacer ese ideal de fidelidad -celosa-, sea lo que sea, será motivo de irritación. Resulta todo trastocado, y el deseo, en vez de estar al servicio del éxito de la empresa, está todo el tiempo en otro lugar, por ejemplo, brindando explicaciones acerca de los momentos de ausencia (motivo fundamental de los reproches).
En la envidia es diferente, es más primitiva que los celos; es vertical, es decir, se da más de inferior a superior; y tiene su origen en la época infantil: “cuando sentía que alguien tenía ventaja sobre él, se producían dos reacciones asociadas: hostilidad y codicia” (tendencia a privar al otro de lo que posee). El envidioso quiere que el otro no tenga lo que tiene: “que el otro tampoco lo tenga”. No desea lo que tiene el otro. Lo que quiere es que eso no lo tenga nadie y por eso quiere destruirlo. Desprecia y niega el trabajo del otro: … ¿qué habrá hecho para tener todo eso que tiene...?, Es el dueño pero no hace nada..., es decir, piensa mal y como consecuencia, siente culpa por los sentimientos hostiles que tiene hacia el otro. El sentimiento de culpa suele ir asociado al sentimiento de inferioridad.
Pueden existir, entre los socios, diferencias gananciales o patrimoniales, y aparecer entonces la envidia neurótica, cuyo caso más extremo ocurre cuando una persona llega a tener envidia de sí misma; es decir, una persona puede llegar a tener envidia del empresario que ya es o del empresario que podría llegar a ser. Tal posición neurótica, le hace atentar contra su empresa y contra él mismo, hasta conseguir fracasar. Por supuesto que todo esto sucede de un modo inconsciente donde la persona no tiene conciencia de lo que le está sucediendo.
En ambos casos, celos y envidia, hay una tiranía de los sentimientos que no se cura con el tiempo; su evolución natural es ir a peor. Por eso las decisiones empresariales no las deben regir los sentimientos (amor, culpa, celos, envidia, odio, arrogancia, desprecio, inferioridad…), son los criterios técnico-empresariales y una correcta gestión emocional quienes producen el desarrollo empresarial.