El amor, el deseo, lo real imposible y la palabra -el significante vacío-. (I)
Tan independientemente inseparables como dos líneas paralelas... son el amor y el deseo. Por una parte no hay amor sin mancha de deseo. Po otra, el deseo referencia al amor.
El amor es imposible de satisfacer, por ese aspecto suyo: lo insaciable del amor, para él todo es poco y la entrega ha de ser absoluta.
Y el deseo es imposible de satisfacer porque en cuanto es satisfecho, desaparece. Su satisfacción supone su aniquilación, su desaparición, y la desaparición del deseo supone la muerte: sin deseo de vivir no hay vida.
Es un drama del hombre, -humano-. Que su deseo tenga la característica de ser deseo insatisfecho, deseo siempre por alcanzar e imposible de ser alcanzado, y que si es satisfecho supone su destrucción, la destrucción del poseído por ese deseo. Un deseo nos posee y somos marionetas en sus manos, aunque no lo sepamos, da igual.
En cuanto al amor, decir: que para ser amado hay que amar; que sin amante no hay amado. Primero será amar sin esperar nada a cambio, y ya después será ser amado. Si uno se muere por ser amado, se muere... a no ser que, antes, ame. Y esto es así, lo sepa o no. Lo quiera o no lo quiera, el que quiera ser amado.
No es que se ame a los niños al nacer, exactamente. Exactamente es, que al nacer, el bebé está absolutamente indefenso, tan al borde de la muerte que si alguien no le cuida muere irremisiblemente. Solamente vive cuando alguien, la función paternal, deseó que ese ser no muriera, que pudiera vivir, que pudiera desarrollarse. Es decir, en el principio, antes del amor hubo un deseo, estaba el deseo. Por eso se dice que el amor puro no existe, que el amor tiene la mácula del deseo. El amor puro, el solo amor, es una fantasía.
El Amor es dar lo que no se tiene, a quien no le es necesario, entendiendo por necesidad, lo que no deja de repetirse (como nos muestra la historia a cerca del síntoma).
El amor se sitúa entre lo simbólico y lo imaginario
(Lo imaginario es lo nuestro más privado de todo, lo que a veces, uno no quiere ni confesarse a sí mismo, ni saber nada de ello; menos que menos, a veces, hacer partícipe a otro, y otro, hay que saberlo, siempre es ‘los demás’; esto es así, lo sabemos, porque lo único que el ser humano teme es saber)
El amor es lo que circula en la familia. Un vínculo primordial, el primer vínculo que se aprende. La manera de relacionarnos con los demás, y los primeros ‘los demás’ son los miembros de la familia.
En lo social el vínculo que une no es el del amor, claro que puede haber amor entre los socios, a la empresa común. En lo social lo que hay son pactos, esa es la manera de vincularse que nos une en lo social. No hay empresa humana fuera de la familia que subsista con amor pero sin un solo pacto.
Es lo básico, pero que sea básico no quiere decir que sea sencillo. Los pactos suponen una cierta renuncia, por parte de los pactantes, por ejemplo, algo de libertad se pierde, es inevitable. A esa pérdida se le puede llamar renuncia: Se renuncia a ser libre ‘como un potro en la llanura’. Sin esa renuncia no hay pacto y sin pactos no hay social, todo es familiar, y todo vale por amor, porque nos quieren aunque no queramos: como cuando de pequeños, de recién nacidos, alguien decidió por nosotros que íbamos a vivir, que ese día nos salvaban la vida.
No acceder a un pacto, aunque cueste (dejar un poco de lado la libertad, regularla), supone tener la propia vida en otras manos que no son las propias (como de pequeños), y también supone como mínimo, no poder acceder a algún tipo de intercambio con los demás, es decir, acceder a un nuevo campo, el del deseo.
Para finalizar, decir, no someterse, es otra imposibilidad, en tanto, desde el momento de nacer, ingresamos en el mundo del lenguaje, nos sometemos a la dulce dictadura de la palabra, y desde ese mismo momento, para cada uno y para todos, la cosa nunca será la palabra que la nombra. Por ello es por lo que el deseo siempre está marcado por la alteración. Por que su vía de expresión es, fuera del síntoma, la palabra, órgano hueco, como el concepto, tres, que puede adquirir cualquier significación en el imaginario de quien la escucha (Los tres mosqueteros; los de más...). Por lo tanto, su significado, su sentido para el otro dependerá, como mínimo y en primer lugar, de su posición en el contexto, en la frase, -algo exterior a ella, que la contiene y que ya existía de antes-. Pero ese vacío, de las palabras, esa falta en sí, de sentido único, propio, cambia, en cuanto es puesta en relación con otras palabras, con otros significantes, y ahí es donde adquiere sentido, donde puede significar cualquier significado, lo que sea.
Pues bien entre esos vacíos se introduce el deseo, y por eso decimos que el deseo es errático, errante, y que su destino es errar.
Viene, se sienta entre nosotros,
Y nadie sabe quien será,
Ni por qué cuando dice nubes
Nos llenamos de eternidad.
(Fragmento de Caballero de Otoño, del libro Tierra sin nosotros, 1947, de José Hierro)
miércoles, 30 de noviembre de 2011
lunes, 25 de julio de 2011
Asocie, por favor, libremente
El tratamiento psicoanalítico en la Medicina psicosomática:
¡Enfermo, asocie!
En medicina en general, teoría, método y técnica se suceden: son tres momentos distintos que varían dependiendo del tipo de enfermedad, en general y como norma el diagnóstico se debe establecer previamente al pronóstico y tratamiento. Claro que hay ciertas situaciones en que el proceso diagnóstico y tratamiento son prácticamente simultáneos: cuando está comprometida la vida del paciente y se debe iniciar un tratamiento sintomático inmediato o cuando ante una firme sospecha diagnóstica grave se inicia un tratamiento sin seguridad diagnóstica que solo después confirmará el tratamiento.
En psicoanálisis no se trata de diagnosticar primero atendiendo a la descripción de los síntomas que hace el paciente para aplicar el tratamiento después, porque en el proceso analítico se desplegará la posición que sostiene el síntoma en ese sujeto.
El anudamiento de la teoría (teoría del Inconsciente), el método (de interpretación-construcción) y la técnica (de asociación libre y transferencia) permite que diagnóstico y tratamiento sean una misma cosa, en psicoanálisis: tratar ya es diagnosticar. En que posición estructural, neurótica, psicótica o perversa, estaba el paciente (o sea, el diagnóstico) lo sabré después, por recurrencia, a posteriori, al final del análisis.
Con la teoría del inconsciente, el método de interpretación-construcción y la técnica de asociación libre en transferencia construyo la historia de los deseos del paciente y es ella la que me da cuenta del deseo inconsciente de ese sujeto. Leo aquí y ahora qué cosas del pasado fueron las que llevaron al sujeto hasta su situación actual no actualizada, donde lo sintomático se le repite de forma compulsiva en ciertos momentos de tiempo en tiempo.
El tiempo que se maneja en medicina, es el tiempo cronológico normal, el del reloj, el que viene del pasado, pasa por el presente y va hacia el futuro; en esa concepción del tiempo, efectivamente, lo que pasó, pasó, es imposible modificarlo y además determina el futuro.
El psicoanálisis no solo usa ese tiempo, en las sesiones por ejemplo; ese no es el único tiempo, también existe y bien visible, el tiempo psíquico, el tiempo del inconsciente. Su tiempo, el tiempo del psicoanálisis es el futuro anterior porque El después hacía antesala para que el antes pudiese tomar su fila.
La frase, (estigma) Tú eres eso, padezca la enfermedad que padezca el sujeto, es una construcción diagnóstica médica, familiar, social, o lo que sea, que no está al inicio del análisis, al inicio del análisis solo hay un ¡hable! Aquí y ahora ¡de lo que se ocurra!. No hay inconsciente fuera del análisis.
Los hechos no son hasta que no son interpretados. Y no son ya los hechos en sí, son, ahora, lo que el paciente dice de ellos, igual que no es el sueño que se soñó, si no el relato de ese sueño. Al psicoanálisis sólo le interesa analizar, es decir producir un sujeto. Ese sujeto será el que se haga cargo del por qué de sus síntomas. Y al transformar la forma de elaborar las cosas del pasado (en análisis), le va cambiando la vida, va haciendo que su futuro sea otro diferente al de el enfermo que ha estado siendo (por no poder expresar una ambivalencia afectiva, un amor-odio, un sentimiento, una excitación o un dolor, más que con su cuerpo, con su libra de carne sin palabras).
No se trata pues simplemente de arreglar el pasado del sujeto para que deje de afectarle, se trata de que su pasado deje de ser lo que determine su vida, se trata de transformar ese después que hacía antesala para que el antes pudiese tomar su fila.
El paciente habla con sus síntomas, dice algo; se trata de darle la palabra para que no tenga que servirse del síntoma para hablar. Se trata de que ese sujeto deje de ser la enfermedad que le define, y humanamente, hable, pero sujeto ahora, a los límites del lenguaje (estructura simbólica) y no a los de su cuerpo (estructura biológica). Es el sujeto biológico el que necesita de los síntomas. En análisis se termina de constituir el sujeto para el cual no son necesarios los síntomas, puesto que, si puede, separar la figura del padre (como símbolo) de la de su padre (el padre real), habrá padre simbólico, y si la metáfora paterna funciona en él, ya no es necesario que la fobia ocupe ese lugar.
En psicoanálisis sabemos de la sobredeterminación, si el psiquismo del paciente permite lo simbólico, lo simbólico le permite al sujeto abrir la frase, y el ‘soy ulceroso’ o el ‘soy un celoso’ que le define se puede unir a otras frases y en esa articulación, incluir al semejante, incluir lo psíquico, para que no necesite ser ulceroso o tan celoso o solitario o pobre.
¡Enfermo, asocie!
En medicina en general, teoría, método y técnica se suceden: son tres momentos distintos que varían dependiendo del tipo de enfermedad, en general y como norma el diagnóstico se debe establecer previamente al pronóstico y tratamiento. Claro que hay ciertas situaciones en que el proceso diagnóstico y tratamiento son prácticamente simultáneos: cuando está comprometida la vida del paciente y se debe iniciar un tratamiento sintomático inmediato o cuando ante una firme sospecha diagnóstica grave se inicia un tratamiento sin seguridad diagnóstica que solo después confirmará el tratamiento.
En psicoanálisis no se trata de diagnosticar primero atendiendo a la descripción de los síntomas que hace el paciente para aplicar el tratamiento después, porque en el proceso analítico se desplegará la posición que sostiene el síntoma en ese sujeto.
El anudamiento de la teoría (teoría del Inconsciente), el método (de interpretación-construcción) y la técnica (de asociación libre y transferencia) permite que diagnóstico y tratamiento sean una misma cosa, en psicoanálisis: tratar ya es diagnosticar. En que posición estructural, neurótica, psicótica o perversa, estaba el paciente (o sea, el diagnóstico) lo sabré después, por recurrencia, a posteriori, al final del análisis.
Con la teoría del inconsciente, el método de interpretación-construcción y la técnica de asociación libre en transferencia construyo la historia de los deseos del paciente y es ella la que me da cuenta del deseo inconsciente de ese sujeto. Leo aquí y ahora qué cosas del pasado fueron las que llevaron al sujeto hasta su situación actual no actualizada, donde lo sintomático se le repite de forma compulsiva en ciertos momentos de tiempo en tiempo.
El tiempo que se maneja en medicina, es el tiempo cronológico normal, el del reloj, el que viene del pasado, pasa por el presente y va hacia el futuro; en esa concepción del tiempo, efectivamente, lo que pasó, pasó, es imposible modificarlo y además determina el futuro.
El psicoanálisis no solo usa ese tiempo, en las sesiones por ejemplo; ese no es el único tiempo, también existe y bien visible, el tiempo psíquico, el tiempo del inconsciente. Su tiempo, el tiempo del psicoanálisis es el futuro anterior porque El después hacía antesala para que el antes pudiese tomar su fila.
La frase, (estigma) Tú eres eso, padezca la enfermedad que padezca el sujeto, es una construcción diagnóstica médica, familiar, social, o lo que sea, que no está al inicio del análisis, al inicio del análisis solo hay un ¡hable! Aquí y ahora ¡de lo que se ocurra!. No hay inconsciente fuera del análisis.
Los hechos no son hasta que no son interpretados. Y no son ya los hechos en sí, son, ahora, lo que el paciente dice de ellos, igual que no es el sueño que se soñó, si no el relato de ese sueño. Al psicoanálisis sólo le interesa analizar, es decir producir un sujeto. Ese sujeto será el que se haga cargo del por qué de sus síntomas. Y al transformar la forma de elaborar las cosas del pasado (en análisis), le va cambiando la vida, va haciendo que su futuro sea otro diferente al de el enfermo que ha estado siendo (por no poder expresar una ambivalencia afectiva, un amor-odio, un sentimiento, una excitación o un dolor, más que con su cuerpo, con su libra de carne sin palabras).
No se trata pues simplemente de arreglar el pasado del sujeto para que deje de afectarle, se trata de que su pasado deje de ser lo que determine su vida, se trata de transformar ese después que hacía antesala para que el antes pudiese tomar su fila.
El paciente habla con sus síntomas, dice algo; se trata de darle la palabra para que no tenga que servirse del síntoma para hablar. Se trata de que ese sujeto deje de ser la enfermedad que le define, y humanamente, hable, pero sujeto ahora, a los límites del lenguaje (estructura simbólica) y no a los de su cuerpo (estructura biológica). Es el sujeto biológico el que necesita de los síntomas. En análisis se termina de constituir el sujeto para el cual no son necesarios los síntomas, puesto que, si puede, separar la figura del padre (como símbolo) de la de su padre (el padre real), habrá padre simbólico, y si la metáfora paterna funciona en él, ya no es necesario que la fobia ocupe ese lugar.
En psicoanálisis sabemos de la sobredeterminación, si el psiquismo del paciente permite lo simbólico, lo simbólico le permite al sujeto abrir la frase, y el ‘soy ulceroso’ o el ‘soy un celoso’ que le define se puede unir a otras frases y en esa articulación, incluir al semejante, incluir lo psíquico, para que no necesite ser ulceroso o tan celoso o solitario o pobre.
domingo, 6 de marzo de 2011
Las fobias
Las Fobias:
Una fobia es esa emoción o ese sentimiento de temor desproporcionado frente a algo (situación, persona, animal o cosa) que habitualmente, por los demás, no es considerado como peligroso.
Prácticamente, cualquier cosa puede ser objeto de una fobia. Ahora bien, a lo que nos referimos cuando hablamos de fobias es al mecanismo implicado en la enfermedad de ese sujeto.
Hay cosas que a todos, en algún momento, nos pueden llegar a intranquilizar, son las fobias de toda la vida, aquellas que debieron sentir nuestros antepasados en tiempos ancestrales: el temor a la oscuridad de la noche, a las serpientes, a las arañas, ratas, tormentas... a esas cosas que en su momento con razón, se debían temer durmiendo en una cueva; es decir: ahora esos temores son restos de lo que en su tiempo debió ser temor fundado.
Hay fobias recientemente adquiridas y comprensiblemente motivadas, como las que aparecen después de sufrir un accidente, del tipo que sea; si uno se ha estrellado con un automóvil comprendemos que sienta dudas al pensar en meterse en un coche y volver a conducir. Pero también hay fobias, mal llamadas fobias; por eso algunas personas, cuando se les preguntan por su fobia a las cucarachas, a las arañas, a las gallinas, etc. dicen, muy correctamente, que sienten asco. Esto es importante. Esa diferenciación puede indicar que no se trate de una fobia, sino de otro tipo de afección, en tanto es el asco, precisamente, el sentimiento predominante en la histeria.
En las fobias reales, en las auténticas, el sujeto no habla del asco que tiene a los caballos, o a los ascensores o el asco que le dan los aviones, porque el afecto predominante ya no es el asco, es la angustia; y todas las prevenciones, las precauciones y las restricciones que se impone el sujeto con fobia, son justamente para evitar el terrible ataque de angustia. Cuando el individuo padece agorafobia -temor a los espacios abiertos- no sale de casa para evitar un ataque de angustia (los síntomas del ataque: palpitaciones, sudoración, respiración acelerada, presión en el pecho, sensación de muerte inminente o miedo a volverse loco). Y si padece claustrofobia -temor a los espacios cerrados-, lo mismo: se produce el mismo mecanismo... para evitar el ataque de angustia.
Las fobias, por tanto, pueden ser muy incapacitantes para el que las padece (y muy molestas para quienes les rodean): a veces, cuando no puede salir de casa, no puede trabajar para ganar algo de dinero para poder mantenerse, de manera que queda en total dependencia económica. Los fóbicos (sin tratar) cada vez limitan más su actividad cotidiana, y para evitar el contacto con el objeto fóbico que sea y así prevenir el ataque de angustia, desarrollan todo una serie de conductas de evitación o precaución que los va amurallando cada vez más. Así que el fóbico, en general, tiene miedo a las personas, evita el contacto con los otros, y con ello limita su vida social de manera muy importante. Y es que: Cuando el miedo no está en su lugar se teme a todo
Se ha demostrado, el psicoanálisis lo ha hecho (vean el miedo a los caballos en el caso Juanito, que incluso se ha llevado al teatro...), que en la fobia, el miedo este del que hablamos, o sea la fobia, no es, en la realidad inconsciente, miedo a quedarse encerrado en ‘los ascensores’ (no es miedo a ese ascensor concreto) o a los espacios abiertos (a esa plaza de la Independencia) o a ir por la calle... sin la compañía de alguien de confianza (el acompañante fóbico), aunque ahí se haga manifiesto. El miedo (como sentimiento) se ha desplazado desde el lugar (de origen, Real) donde ese sentimiento estaba justificado, a otro lugar (de sustitución, y generalizado), donde aparece, por eso se dice que es un miedo injustificado, un miedo irracional y por eso mismo, porque ahí donde aparenta ser, es pura fachada, las fobias no desaparecen cuando se intenta convencer al fóbico de lo irracional de su temor y de lo inadecuado de su conducta consecuente, ni prescribiéndole las mejores y más novedosas medicaciones que, en verdad, le atenúan el desarrollo afectivo de la angustia; porque las fobias, para entendernos, son reflejo (virtual) de otra situación.
La fobia (como síntoma) pone en acto una escena que en realidad corresponde, en paralelo, a otra escena de otra obra, con las que, sin duda, tiene estrechas relaciones. De ahí que Freud indicara, precisamente, que para que se pudiera empezar a solucionar el sufrimiento, el padecimiento del paciente, había que comenzar por hallar, de ese síntoma, su sentido y su lugar en la vida anímica del individuo, esto es: establecer una conexión entre los pensamientos inconscientes -sean impulsos o fantasías- y los síntomas.
Porque: El objeto que se elige para la fobia no es un objeto cualquiera, tiene una íntima relación con la historia personal del sujeto, por eso justamente, por esa proximidad, por ese parecido, se elige como objeto de la fobia, por eso, Freud dice, Asocie, asocie libremente... porque en esa libertad, en acto, al hablar en sesión, vamos a descubrir, donde está comprometida la libertad de ese sujeto y el sujeto mismo.
Una fobia es esa emoción o ese sentimiento de temor desproporcionado frente a algo (situación, persona, animal o cosa) que habitualmente, por los demás, no es considerado como peligroso.
Prácticamente, cualquier cosa puede ser objeto de una fobia. Ahora bien, a lo que nos referimos cuando hablamos de fobias es al mecanismo implicado en la enfermedad de ese sujeto.
Hay cosas que a todos, en algún momento, nos pueden llegar a intranquilizar, son las fobias de toda la vida, aquellas que debieron sentir nuestros antepasados en tiempos ancestrales: el temor a la oscuridad de la noche, a las serpientes, a las arañas, ratas, tormentas... a esas cosas que en su momento con razón, se debían temer durmiendo en una cueva; es decir: ahora esos temores son restos de lo que en su tiempo debió ser temor fundado.
Hay fobias recientemente adquiridas y comprensiblemente motivadas, como las que aparecen después de sufrir un accidente, del tipo que sea; si uno se ha estrellado con un automóvil comprendemos que sienta dudas al pensar en meterse en un coche y volver a conducir. Pero también hay fobias, mal llamadas fobias; por eso algunas personas, cuando se les preguntan por su fobia a las cucarachas, a las arañas, a las gallinas, etc. dicen, muy correctamente, que sienten asco. Esto es importante. Esa diferenciación puede indicar que no se trate de una fobia, sino de otro tipo de afección, en tanto es el asco, precisamente, el sentimiento predominante en la histeria.
En las fobias reales, en las auténticas, el sujeto no habla del asco que tiene a los caballos, o a los ascensores o el asco que le dan los aviones, porque el afecto predominante ya no es el asco, es la angustia; y todas las prevenciones, las precauciones y las restricciones que se impone el sujeto con fobia, son justamente para evitar el terrible ataque de angustia. Cuando el individuo padece agorafobia -temor a los espacios abiertos- no sale de casa para evitar un ataque de angustia (los síntomas del ataque: palpitaciones, sudoración, respiración acelerada, presión en el pecho, sensación de muerte inminente o miedo a volverse loco). Y si padece claustrofobia -temor a los espacios cerrados-, lo mismo: se produce el mismo mecanismo... para evitar el ataque de angustia.
Las fobias, por tanto, pueden ser muy incapacitantes para el que las padece (y muy molestas para quienes les rodean): a veces, cuando no puede salir de casa, no puede trabajar para ganar algo de dinero para poder mantenerse, de manera que queda en total dependencia económica. Los fóbicos (sin tratar) cada vez limitan más su actividad cotidiana, y para evitar el contacto con el objeto fóbico que sea y así prevenir el ataque de angustia, desarrollan todo una serie de conductas de evitación o precaución que los va amurallando cada vez más. Así que el fóbico, en general, tiene miedo a las personas, evita el contacto con los otros, y con ello limita su vida social de manera muy importante. Y es que: Cuando el miedo no está en su lugar se teme a todo
Se ha demostrado, el psicoanálisis lo ha hecho (vean el miedo a los caballos en el caso Juanito, que incluso se ha llevado al teatro...), que en la fobia, el miedo este del que hablamos, o sea la fobia, no es, en la realidad inconsciente, miedo a quedarse encerrado en ‘los ascensores’ (no es miedo a ese ascensor concreto) o a los espacios abiertos (a esa plaza de la Independencia) o a ir por la calle... sin la compañía de alguien de confianza (el acompañante fóbico), aunque ahí se haga manifiesto. El miedo (como sentimiento) se ha desplazado desde el lugar (de origen, Real) donde ese sentimiento estaba justificado, a otro lugar (de sustitución, y generalizado), donde aparece, por eso se dice que es un miedo injustificado, un miedo irracional y por eso mismo, porque ahí donde aparenta ser, es pura fachada, las fobias no desaparecen cuando se intenta convencer al fóbico de lo irracional de su temor y de lo inadecuado de su conducta consecuente, ni prescribiéndole las mejores y más novedosas medicaciones que, en verdad, le atenúan el desarrollo afectivo de la angustia; porque las fobias, para entendernos, son reflejo (virtual) de otra situación.
La fobia (como síntoma) pone en acto una escena que en realidad corresponde, en paralelo, a otra escena de otra obra, con las que, sin duda, tiene estrechas relaciones. De ahí que Freud indicara, precisamente, que para que se pudiera empezar a solucionar el sufrimiento, el padecimiento del paciente, había que comenzar por hallar, de ese síntoma, su sentido y su lugar en la vida anímica del individuo, esto es: establecer una conexión entre los pensamientos inconscientes -sean impulsos o fantasías- y los síntomas.
Porque: El objeto que se elige para la fobia no es un objeto cualquiera, tiene una íntima relación con la historia personal del sujeto, por eso justamente, por esa proximidad, por ese parecido, se elige como objeto de la fobia, por eso, Freud dice, Asocie, asocie libremente... porque en esa libertad, en acto, al hablar en sesión, vamos a descubrir, donde está comprometida la libertad de ese sujeto y el sujeto mismo.
sábado, 22 de enero de 2011
Sobre la depresión: Información básica
Sobre la depresión.
Información básica:
A lo largo de los últimos 20 años, la medicina ha recopilado gran número de datos que demuestran la íntima conexión existente entre la salud mental y la salud física. Ya en el 2001, la Organización Mundial de la Salud relacionaba la depresión con determinadas enfermedades físicas, señalando que nuestra salud psíquica (pensamientos, sentimientos, emociones, sensaciones, preocupaciones, etc.) influye directamente sobre nuestra salud física.
En general, las enfermedades mentales son la causa del 50% de la discapacidad, o sea, de un impedimento para trabajar y desarrollar una vida normal, y la depresión grave ocupa el puesto nº 5 entre las 10 causas principales de enfermedad, presumiéndose que en otros 20 años pasará a ocupar el 2º lugar en el ranking de las principales causas de enfermedad (total).
La depresión del estado de ánimo, (la depresión psíquica), no sólo produce enfermedad porque afecte al sistema inmune, provocando lo que se llama inmunodepresión (: la debilitación de nuestro sistema inmune, que es el encargado de defendernos de las infecciones externas e internas), ya que al hacer desaparecer células propias mutadas (por la infección) impide un desarrollo que podría originarnos un cáncer.
En general, cuando una persona está deprimida deja de cuidarse, a veces, engorda muchos kilos, deja de hacer ejercicio físico, fuma o bebe en exceso, mantiene relaciones sexuales de riesgo, conduce de manera temeraria o no cumple los tratamientos médicos, alegando como defensa que ya no le hacen efecto que al principio o que ya se encuentra mucho mejor y no lo necesita; lo cual no deja de ser otra manera de ir suicidándose de a pocos, o sea lentamente.
La persona deprimida, es más propensa a infecciones, catarros, gripes, perturbaciones de los aparatos cardiovascular y respiratorio, alteraciones de la presión arterial, al dolor torácico, las arritmias y los problemas gastrointestinales como la constipación o las diarreas. Cualquiera de estas manifestaciones físicas (orgánicas) puede llevar al deprimido a recorrer las consultas médicas, sometiéndose a estudios clínicos con diferentes especialistas, sin que el facultativo encuentre causas orgánicas que originen el malestar del paciente. En estos casos, y de forma habitual, el diagnóstico de depresión, llega con retraso debido al enmascaramiento de la misma, y decimos que es otro caso más de depresión enmascarada, porque la depresión, en estos casos, hace su debut en el escenario corporal con síntomas corporales, síntomas que se presentan habitualmente como dolores físicos erráticos con respuesta caprichosa a los analgésicos administrados.
Hay que tener en cuenta que la depresión, no siempre se expresa de manera clara, con los síntomas clásicos de: insomnio, falta de apetito, tendencia al llanto, autorreproches, etc., etc., a veces, síntomas como palpitaciones, sensación de falta de aire, dolores en el pecho, etc., que generalmente son considerados como síntomas del ataque de angustia, pueden ser signo de una depresión. (Lo mismo una frigidez o una impotencia pueden ser indicio de una depresión (enmascarada), en tanto, hay una anestesia física localizada que responde a un único sentimiento, el del dolor psíquico. También algunas otras enfermedades orgánicas, como la aterosclerosis, pueden señalar una depresión, y de igual manera enfermedades más graves, como las enfermedades del corazón, el infarto, la angina de pecho o el cáncer, otra enfermedad grave que puede, y suele, estar precedida de depresión.
No se duda ya ni de que la ansiedad y la depresión ponen en marcha una cadena de alteraciones de las funciones endocrinas y de nuestro sistema inmunitario, y que al disminuir estas defensas aumenta la propensión a enfermar (también orgánicamente), ni de que los trastornos mentales desempeñan un papel importante en la depresión del sistema inmunitario, que facilitan la aparición de ciertas enfermedades y como consecuencia la muerte prematura. De lo cual se deduce que si podemos tratar la depresión a tiempo podemos prevenir muchas enfermedades orgánicas.
Estudiamos que el hombre es un todo compuesto de alma (ánimo, psiquismo…) y cuerpo, y que ambas partes no son separables. Si una de esas partes no va bien afecta a la otra. Un ejemplo muy concreto. Ya hemos indicado que muchas veces un cáncer había sido precedido de depresión, pues bien, el estudio del seguimiento de los tratamientos muestran significativamente que en ese grupo de mujeres con cáncer de mama avanzado, las que participan del apoyo de una psicoterapia, grupal, por ejemplo en este caso, viven más que las que no intervienen en este tipo de actividad psicoterapéutica. Por algo será.
A no dudar
De la depresión, y la melancolía es una forma de depresión, sabemos a ciencia cierta que es un estado, que se caracteriza por una pérdida de interés por el mundo exterior, que al paciente con depresión, las cosas que le proporcionaban placer dejan de resultarle placenteras, que no tiene ganas de comer, que le cuesta conciliar el sueño y lo más característico, que se dirige constantemente autorreproches, pierde el pudor de criticarse delante de todo el mundo y dice frases como: soy un desastre, no sirvo para nada…
(Como escribía en Vida el gran José Hierro, poeta:
Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
…)
Son muchas las vías por las que uno puede llegar a una depresión, pero no hay más que una causa de la depresión: la pérdida, el sentimiento de pérdida y esa es, como hemos dicho, la causa.
Toda depresión se produce ante una pérdida, no necesariamente la de un familiar o una persona querida, puede ser la de un ideal. Eso se ve con frecuencia en la historia de pacientes deprimidos, El paciente creía que esa relación amorosa que tenía era perfecta y cuando descubre cosas en la pareja que no son como las imaginaba, a veces, eso le hace perder ese ideal de amor.
El deprimido ha sufrido una pérdida, ha perdido un objeto (un ser querido, su ideal, su concepción del amor, la confianza, etc.). Ese objeto, (el que sea), su objeto de amor, ha quedado destruido.
Todos estamos unidos por lazos afectivos a lo que amamos, y al deprimido, lo que le pasa, es que, para no perder aquello que ya ha perdido, se identifica con ello… y lo padece. Pero también se siente abandonado, y por ello tiene un sentimiento hostil, de rencor, así que no sólo ama lo que perdió sino que también lo odia y lo quiere matar (porque en el inconsciente la ley que rige es la ley del Talión, no hay pena menor que el aniquilamiento.) Es el caso del deprimido suicida que al identificarse con el objeto perdido, en el intento de acabar con el otro (porque le abandonó…), acaba con él (mismo). Así que en realidad, el deprimido suicida, se venga suicidando al otro, pero como está en su interior, por la identificación, mata al otro suicidándose.
En todo deprimido hay un deseo de venganza, y los reproches que como antes decíamos, parecen ir dirigidos contra sí mismos: Soy un inútil, no sirvo para nada, etc., en realidad van dirigidos al objeto perdido (con el que está identificado), así que corregido, lo que dicen en realidad es: eres un inútil, no sirves para nada.
La frase: para no perder lo perdido, quiere decir que el deprimido no acepta la pérdida. Pero a veces, la persona no sabe exactamente lo que ha perdido (como hemos visto en el caso de pérdida de un ideal), y otras veces, aunque sepa a quién ha perdido, en el caso de un ser querido, no sabe lo que con esa pérdida ha perdido: es decir, no sabe lo que el otro significaba para él, de ahí que digamos que la pérdida es inconsciente siempre.
La depresión es una enfermedad sin rostro, precisamente porque tiene mil rostros. Por ejemplo, en el síndrome del nido vacío, lo que hay es una depresión subyacente que acontece en mujeres maduras cuando sus hijos se van de casa; en apariencia sería por la pérdida de los hijos, pero la clave nos la da otro aspecto de la cuestión, absolutamente personal: es que se produce, sobre todo, en aquellas madres que han renunciado a su vida para dedicarse enteramente a sus hijos, así que cuando sus hijos se van, ellas se dan cuenta de que no tienen vida… (como si se les hubiera ido la vida, ahí está la pérdida, en el sentido de su vida)
El suicidio puede ser una consecuencia evitable de la depresión
El mayor riesgo de la depresión es la tendencia al suicidio, y el 15% de los sujetos con depresión no tratada, se suicidan. El suicidio, nos señala la Organización Mundial de la Salud, está entre las tres primeras causas de mortalidad a nivel mundial entre personas de 15 a 34 años. Es decir, que esta patología por sí misma es responsable de más muertes anualmente que las del conjunto de todos los conflictos bélicos, del mundo anualmente.
Ya hemos dicho que para el deprimido había, además de las habituales, otras maneras de suicidarse y con ello aludíamos al incremento del riesgo de contraer enfermedades físicas potencialmente mortales: Son los sujetos con depresión no tratada que degenera en enfermedad orgánica. Muchos de estos casos serían auténticamente los llamados “suicidios encubiertos”. No todos los deprimidos se suicidan, pero sí todos los suicidas estaban previamente deprimidos.
El suicidio y la depresión están muy relacionados y el psicoanálisis ha demostrado ser un tratamiento no solo eficaz si no el más eficaz en estos casos, ya que ayuda al sujeto a producir una nueva vida sin aquello que ha perdido, a sustituir lo perdido, en tanto en cuanto es característica del depresivo la incapacidad de sustituir.
Hay que tener en cuenta que lo importante de lo que vemos es lo que no vemos. Lo que cuenta no es que no exista la posibilidad de sustituir, sino, justamente suponer que no exista tal posibilidad.
Por eso, frente a la idea de que si se cae en una depresión, ya es para siempre, recordamos, precisamente las palabras del maestro sobre psicoterapia: La terapia analítica ha sido creada para enfermos prolongadamente incapacitados para la vida
Información básica:
A lo largo de los últimos 20 años, la medicina ha recopilado gran número de datos que demuestran la íntima conexión existente entre la salud mental y la salud física. Ya en el 2001, la Organización Mundial de la Salud relacionaba la depresión con determinadas enfermedades físicas, señalando que nuestra salud psíquica (pensamientos, sentimientos, emociones, sensaciones, preocupaciones, etc.) influye directamente sobre nuestra salud física.
En general, las enfermedades mentales son la causa del 50% de la discapacidad, o sea, de un impedimento para trabajar y desarrollar una vida normal, y la depresión grave ocupa el puesto nº 5 entre las 10 causas principales de enfermedad, presumiéndose que en otros 20 años pasará a ocupar el 2º lugar en el ranking de las principales causas de enfermedad (total).
La depresión del estado de ánimo, (la depresión psíquica), no sólo produce enfermedad porque afecte al sistema inmune, provocando lo que se llama inmunodepresión (: la debilitación de nuestro sistema inmune, que es el encargado de defendernos de las infecciones externas e internas), ya que al hacer desaparecer células propias mutadas (por la infección) impide un desarrollo que podría originarnos un cáncer.
En general, cuando una persona está deprimida deja de cuidarse, a veces, engorda muchos kilos, deja de hacer ejercicio físico, fuma o bebe en exceso, mantiene relaciones sexuales de riesgo, conduce de manera temeraria o no cumple los tratamientos médicos, alegando como defensa que ya no le hacen efecto que al principio o que ya se encuentra mucho mejor y no lo necesita; lo cual no deja de ser otra manera de ir suicidándose de a pocos, o sea lentamente.
La persona deprimida, es más propensa a infecciones, catarros, gripes, perturbaciones de los aparatos cardiovascular y respiratorio, alteraciones de la presión arterial, al dolor torácico, las arritmias y los problemas gastrointestinales como la constipación o las diarreas. Cualquiera de estas manifestaciones físicas (orgánicas) puede llevar al deprimido a recorrer las consultas médicas, sometiéndose a estudios clínicos con diferentes especialistas, sin que el facultativo encuentre causas orgánicas que originen el malestar del paciente. En estos casos, y de forma habitual, el diagnóstico de depresión, llega con retraso debido al enmascaramiento de la misma, y decimos que es otro caso más de depresión enmascarada, porque la depresión, en estos casos, hace su debut en el escenario corporal con síntomas corporales, síntomas que se presentan habitualmente como dolores físicos erráticos con respuesta caprichosa a los analgésicos administrados.
Hay que tener en cuenta que la depresión, no siempre se expresa de manera clara, con los síntomas clásicos de: insomnio, falta de apetito, tendencia al llanto, autorreproches, etc., etc., a veces, síntomas como palpitaciones, sensación de falta de aire, dolores en el pecho, etc., que generalmente son considerados como síntomas del ataque de angustia, pueden ser signo de una depresión. (Lo mismo una frigidez o una impotencia pueden ser indicio de una depresión (enmascarada), en tanto, hay una anestesia física localizada que responde a un único sentimiento, el del dolor psíquico. También algunas otras enfermedades orgánicas, como la aterosclerosis, pueden señalar una depresión, y de igual manera enfermedades más graves, como las enfermedades del corazón, el infarto, la angina de pecho o el cáncer, otra enfermedad grave que puede, y suele, estar precedida de depresión.
No se duda ya ni de que la ansiedad y la depresión ponen en marcha una cadena de alteraciones de las funciones endocrinas y de nuestro sistema inmunitario, y que al disminuir estas defensas aumenta la propensión a enfermar (también orgánicamente), ni de que los trastornos mentales desempeñan un papel importante en la depresión del sistema inmunitario, que facilitan la aparición de ciertas enfermedades y como consecuencia la muerte prematura. De lo cual se deduce que si podemos tratar la depresión a tiempo podemos prevenir muchas enfermedades orgánicas.
Estudiamos que el hombre es un todo compuesto de alma (ánimo, psiquismo…) y cuerpo, y que ambas partes no son separables. Si una de esas partes no va bien afecta a la otra. Un ejemplo muy concreto. Ya hemos indicado que muchas veces un cáncer había sido precedido de depresión, pues bien, el estudio del seguimiento de los tratamientos muestran significativamente que en ese grupo de mujeres con cáncer de mama avanzado, las que participan del apoyo de una psicoterapia, grupal, por ejemplo en este caso, viven más que las que no intervienen en este tipo de actividad psicoterapéutica. Por algo será.
A no dudar
De la depresión, y la melancolía es una forma de depresión, sabemos a ciencia cierta que es un estado, que se caracteriza por una pérdida de interés por el mundo exterior, que al paciente con depresión, las cosas que le proporcionaban placer dejan de resultarle placenteras, que no tiene ganas de comer, que le cuesta conciliar el sueño y lo más característico, que se dirige constantemente autorreproches, pierde el pudor de criticarse delante de todo el mundo y dice frases como: soy un desastre, no sirvo para nada…
(Como escribía en Vida el gran José Hierro, poeta:
Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
…)
Son muchas las vías por las que uno puede llegar a una depresión, pero no hay más que una causa de la depresión: la pérdida, el sentimiento de pérdida y esa es, como hemos dicho, la causa.
Toda depresión se produce ante una pérdida, no necesariamente la de un familiar o una persona querida, puede ser la de un ideal. Eso se ve con frecuencia en la historia de pacientes deprimidos, El paciente creía que esa relación amorosa que tenía era perfecta y cuando descubre cosas en la pareja que no son como las imaginaba, a veces, eso le hace perder ese ideal de amor.
El deprimido ha sufrido una pérdida, ha perdido un objeto (un ser querido, su ideal, su concepción del amor, la confianza, etc.). Ese objeto, (el que sea), su objeto de amor, ha quedado destruido.
Todos estamos unidos por lazos afectivos a lo que amamos, y al deprimido, lo que le pasa, es que, para no perder aquello que ya ha perdido, se identifica con ello… y lo padece. Pero también se siente abandonado, y por ello tiene un sentimiento hostil, de rencor, así que no sólo ama lo que perdió sino que también lo odia y lo quiere matar (porque en el inconsciente la ley que rige es la ley del Talión, no hay pena menor que el aniquilamiento.) Es el caso del deprimido suicida que al identificarse con el objeto perdido, en el intento de acabar con el otro (porque le abandonó…), acaba con él (mismo). Así que en realidad, el deprimido suicida, se venga suicidando al otro, pero como está en su interior, por la identificación, mata al otro suicidándose.
En todo deprimido hay un deseo de venganza, y los reproches que como antes decíamos, parecen ir dirigidos contra sí mismos: Soy un inútil, no sirvo para nada, etc., en realidad van dirigidos al objeto perdido (con el que está identificado), así que corregido, lo que dicen en realidad es: eres un inútil, no sirves para nada.
La frase: para no perder lo perdido, quiere decir que el deprimido no acepta la pérdida. Pero a veces, la persona no sabe exactamente lo que ha perdido (como hemos visto en el caso de pérdida de un ideal), y otras veces, aunque sepa a quién ha perdido, en el caso de un ser querido, no sabe lo que con esa pérdida ha perdido: es decir, no sabe lo que el otro significaba para él, de ahí que digamos que la pérdida es inconsciente siempre.
La depresión es una enfermedad sin rostro, precisamente porque tiene mil rostros. Por ejemplo, en el síndrome del nido vacío, lo que hay es una depresión subyacente que acontece en mujeres maduras cuando sus hijos se van de casa; en apariencia sería por la pérdida de los hijos, pero la clave nos la da otro aspecto de la cuestión, absolutamente personal: es que se produce, sobre todo, en aquellas madres que han renunciado a su vida para dedicarse enteramente a sus hijos, así que cuando sus hijos se van, ellas se dan cuenta de que no tienen vida… (como si se les hubiera ido la vida, ahí está la pérdida, en el sentido de su vida)
El suicidio puede ser una consecuencia evitable de la depresión
El mayor riesgo de la depresión es la tendencia al suicidio, y el 15% de los sujetos con depresión no tratada, se suicidan. El suicidio, nos señala la Organización Mundial de la Salud, está entre las tres primeras causas de mortalidad a nivel mundial entre personas de 15 a 34 años. Es decir, que esta patología por sí misma es responsable de más muertes anualmente que las del conjunto de todos los conflictos bélicos, del mundo anualmente.
Ya hemos dicho que para el deprimido había, además de las habituales, otras maneras de suicidarse y con ello aludíamos al incremento del riesgo de contraer enfermedades físicas potencialmente mortales: Son los sujetos con depresión no tratada que degenera en enfermedad orgánica. Muchos de estos casos serían auténticamente los llamados “suicidios encubiertos”. No todos los deprimidos se suicidan, pero sí todos los suicidas estaban previamente deprimidos.
El suicidio y la depresión están muy relacionados y el psicoanálisis ha demostrado ser un tratamiento no solo eficaz si no el más eficaz en estos casos, ya que ayuda al sujeto a producir una nueva vida sin aquello que ha perdido, a sustituir lo perdido, en tanto en cuanto es característica del depresivo la incapacidad de sustituir.
Hay que tener en cuenta que lo importante de lo que vemos es lo que no vemos. Lo que cuenta no es que no exista la posibilidad de sustituir, sino, justamente suponer que no exista tal posibilidad.
Por eso, frente a la idea de que si se cae en una depresión, ya es para siempre, recordamos, precisamente las palabras del maestro sobre psicoterapia: La terapia analítica ha sido creada para enfermos prolongadamente incapacitados para la vida
sábado, 8 de enero de 2011
Los dolores de cabeza. (y Segunda parte)
Los dolores de cabeza: (2)
Lo mismo sucede con las algias (de ovarios, de cabeza, las neuralgias, tan importantes en la práctica), que están condicionadas directamente por representaciones de un dolor anímico. Son, auténticamente, la plasmación de alucinaciones de un dolor anímico (de lo que nos anima, del ánimo, del alma) en el cuerpo físico, de ahí que tan frecuentemente, se resistan al tratamiento medicamentoso, porque en realidad lo que está ocurriendo es que se alucina lo doloroso -una pena, un disgusto, una preocupación, un choque emocional, un surmenage- como dolor y se transfiere, a un órgano corporal cualquiera, la percepción de un dolor que se produjo en otra parte; en ese sujeto pero en otra parte, sin localización, como el alma, como la idea o las esperanzas o las ilusiones, como el recuerdo de una sensación; sin localización pero con existencia en la esfera afectiva individual, que como todos sabemos en sumamente subjetiva. Es esta subjetividad, la que tendrá que ver con la elección del órgano, con esa zona pre-determinada inconscientemente.
No parece posible para una persona sana dotar a un recuerdo de un dolor corporal y sin embargo muchas veces uno se duele con ciertos recuerdos.
Hemos de decir que aún en el estado alucinatorio normal de la persona sana, en el dormir por ejemplo, nunca se sueña con dolores a menos que haya presente una sensación real de dolor. O sea, cuando hay una zona dolorida sin motivo orgánico, hay que pensar que ahí hay, un afecto, un sentimiento inconsciente, que existe un proceso que además contiene un elemento psíquico: la atención concentrada en la parte lastimada, que acrecienta la excitabilidad de la zona, y que aunque ese dolor no esté condicionado solamente por recuerdos o huellas de recuerdos, demanda interpretación.
Para curarse hay que desear curarse, pero pueden surgir, y hay que contar con ello, obstáculos, resistencias inconscientes, durante el proceso terapéutico. Una paciente, cuyo tratamiento nada fácil, iba progresando felizmente, empezó a quejarse de dolor de cabeza al llegar a cierto momento delicado de su cura. La ocasión se la proporcionó el momento próximo, en que por lógica había de emerger un recuerdo inconscientemente reprimido, es decir, el recuerdo patógeno causa del conflicto. En ese momento justamente, fue cuando surgió el síntoma de nueva producción: el dolor de cabeza; un síntoma manifiestamente simbólico, que aparece con ocasión de un recuerdo, un nuevo motivo de resistencia al tratamiento y a recordar eso que afecta a su vida normal. Claro que al analizarlo e interpretarlo vemos que ese razonamiento es un mecanismo defensivo, Que el temor a acostumbrarse a la persona del médico, a perder su independencia e incluso hacerse dependiente (ese pensamiento que le crea problemas y que es manifestado en el dolor de cabeza), en realidad, significa su repugnancia, su renuencia, a dejarse influir… aunque sea terapéuticamente.
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