sábado, 22 de enero de 2011

Sobre la depresión: Información básica

Sobre la depresión.


Información básica:

A lo largo de los últimos 20 años, la medicina ha recopilado gran número de datos que demuestran la íntima conexión existente entre la salud mental y la salud física. Ya en el 2001, la Organización Mundial de la Salud relacionaba la depresión con determinadas enfermedades físicas, señalando que nuestra salud psíquica (pensamientos, sentimientos, emociones, sensaciones, preocupaciones, etc.) influye directamente sobre nuestra salud física.

En general, las enfermedades mentales son la causa del 50% de la discapacidad, o sea, de un impedimento para trabajar y desarrollar una vida normal, y la depresión grave ocupa el puesto nº 5 entre las 10 causas principales de enfermedad, presumiéndose que en otros 20 años pasará a ocupar el 2º lugar en el ranking de las principales causas de enfermedad (total).

La depresión del estado de ánimo, (la depresión psíquica), no sólo produce enfermedad porque afecte al sistema inmune, provocando lo que se llama inmunodepresión (: la debilitación de nuestro sistema inmune, que es el encargado de defendernos de las infecciones externas e internas), ya que al hacer desaparecer células propias mutadas (por la infección) impide un desarrollo que podría originarnos un cáncer.

En general, cuando una persona está deprimida deja de cuidarse, a veces, engorda muchos kilos, deja de hacer ejercicio físico, fuma o bebe en exceso, mantiene relaciones sexuales de riesgo, conduce de manera temeraria o no cumple los tratamientos médicos, alegando como defensa que ya no le hacen efecto que al principio o que ya se encuentra mucho mejor y no lo necesita; lo cual no deja de ser otra manera de ir suicidándose de a pocos, o sea lentamente.

La persona deprimida, es más propensa a infecciones, catarros, gripes, perturbaciones de los aparatos cardiovascular y respiratorio, alteraciones de la presión arterial, al dolor torácico, las arritmias y los problemas gastrointestinales como la constipación o las diarreas. Cualquiera de estas manifestaciones físicas (orgánicas) puede llevar al deprimido a recorrer las consultas médicas, sometiéndose a estudios clínicos con diferentes especialistas, sin que el facultativo encuentre causas orgánicas que originen el malestar del paciente. En estos casos, y de forma habitual, el diagnóstico de depresión, llega con retraso debido al enmascaramiento de la misma, y decimos que es otro caso más de depresión enmascarada, porque la depresión, en estos casos, hace su debut en el escenario corporal con síntomas corporales, síntomas que se presentan habitualmente como dolores físicos erráticos con respuesta caprichosa a los analgésicos administrados.

Hay que tener en cuenta que la depresión, no siempre se expresa de manera clara, con los síntomas clásicos de: insomnio, falta de apetito, tendencia al llanto, autorreproches, etc., etc., a veces, síntomas como palpitaciones, sensación de falta de aire, dolores en el pecho, etc., que generalmente son considerados como síntomas del ataque de angustia, pueden ser signo de una depresión. (Lo mismo una frigidez o una impotencia pueden ser indicio de una depresión (enmascarada), en tanto, hay una anestesia física localizada que responde a un único sentimiento, el del dolor psíquico. También algunas otras enfermedades orgánicas, como la aterosclerosis, pueden señalar una depresión, y de igual manera enfermedades más graves, como las enfermedades del corazón, el infarto, la angina de pecho o el cáncer, otra enfermedad grave que puede, y suele, estar precedida de depresión.

No se duda ya ni de que la ansiedad y la depresión ponen en marcha una cadena de alteraciones de las funciones endocrinas y de nuestro sistema inmunitario, y que al disminuir estas defensas aumenta la propensión a enfermar (también orgánicamente), ni de que los trastornos mentales desempeñan un papel importante en la depresión del sistema inmunitario, que facilitan la aparición de ciertas enfermedades y como consecuencia la muerte prematura. De lo cual se deduce que si podemos tratar la depresión a tiempo podemos prevenir muchas enfermedades orgánicas.

Estudiamos que el hombre es un todo compuesto de alma (ánimo, psiquismo…) y cuerpo, y que ambas partes no son separables. Si una de esas partes no va bien afecta a la otra. Un ejemplo muy concreto. Ya hemos indicado que muchas veces un cáncer había sido precedido de depresión, pues bien, el estudio del seguimiento de los tratamientos muestran significativamente que en ese grupo de mujeres con cáncer de mama avanzado, las que participan del apoyo de una psicoterapia, grupal, por ejemplo en este caso, viven más que las que no intervienen en este tipo de actividad psicoterapéutica. Por algo será.

A no dudar

De la depresión, y la melancolía es una forma de depresión, sabemos a ciencia cierta que es un estado, que se caracteriza por una pérdida de interés por el mundo exterior, que al paciente con depresión, las cosas que le proporcionaban placer dejan de resultarle placenteras, que no tiene ganas de comer, que le cuesta conciliar el sueño y lo más característico, que se dirige constantemente autorreproches, pierde el pudor de criticarse delante de todo el mundo y dice frases como: soy un desastre, no sirvo para nada…

(Como escribía en Vida el gran José Hierro, poeta:
Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
…)

Son muchas las vías por las que uno puede llegar a una depresión, pero no hay más que una causa de la depresión: la pérdida, el sentimiento de pérdida y esa es, como hemos dicho, la causa.

Toda depresión se produce ante una pérdida, no necesariamente la de un familiar o una persona querida, puede ser la de un ideal. Eso se ve con frecuencia en la historia de pacientes deprimidos, El paciente creía que esa relación amorosa que tenía era perfecta y cuando descubre cosas en la pareja que no son como las imaginaba, a veces, eso le hace perder ese ideal de amor.
El deprimido ha sufrido una pérdida, ha perdido un objeto (un ser querido, su ideal, su concepción del amor, la confianza, etc.). Ese objeto, (el que sea), su objeto de amor, ha quedado destruido.

Todos estamos unidos por lazos afectivos a lo que amamos, y al deprimido, lo que le pasa, es que, para no perder aquello que ya ha perdido, se identifica con ello… y lo padece. Pero también se siente abandonado, y por ello tiene un sentimiento hostil, de rencor, así que no sólo ama lo que perdió sino que también lo odia y lo quiere matar (porque en el inconsciente la ley que rige es la ley del Talión, no hay pena menor que el aniquilamiento.) Es el caso del deprimido suicida que al identificarse con el objeto perdido, en el intento de acabar con el otro (porque le abandonó…), acaba con él (mismo). Así que en realidad, el deprimido suicida, se venga suicidando al otro, pero como está en su interior, por la identificación, mata al otro suicidándose.  
En todo deprimido hay un deseo de venganza, y los reproches que como antes decíamos, parecen ir dirigidos contra sí mismos: Soy un inútil, no sirvo para nada, etc., en realidad van dirigidos al objeto perdido (con el que está identificado), así que corregido, lo que dicen en realidad es: eres un inútil, no sirves para nada.

La frase: para no perder lo perdido, quiere decir que el deprimido no acepta la pérdida. Pero a veces, la persona no sabe exactamente lo que ha perdido (como hemos visto en el caso de pérdida de un ideal), y otras veces, aunque sepa a quién ha perdido, en el caso de un ser querido, no sabe lo que con esa pérdida ha perdido: es decir, no sabe lo que el otro significaba para él, de ahí que digamos que la pérdida es inconsciente siempre.

La depresión es una enfermedad sin rostro, precisamente porque tiene mil rostros. Por ejemplo, en el síndrome del nido vacío, lo que hay es una depresión subyacente que acontece en mujeres maduras cuando sus hijos se van de casa; en apariencia sería por la pérdida de los hijos, pero la clave nos la da otro aspecto de la cuestión, absolutamente personal: es que se produce, sobre todo, en aquellas madres que han renunciado a su vida para dedicarse enteramente a sus hijos, así que cuando sus hijos se van, ellas se dan cuenta de que no tienen vida… (como si se les hubiera ido la vida, ahí está la pérdida, en el sentido de su vida)

El suicidio puede ser una consecuencia evitable de la depresión

El mayor riesgo de la depresión es la tendencia al suicidio, y el 15% de los sujetos con depresión no tratada, se suicidan. El suicidio, nos señala la Organización Mundial de la Salud, está entre las tres primeras causas de mortalidad a nivel mundial entre personas de 15 a 34 años. Es decir, que esta patología por sí misma es responsable de más muertes anualmente que las del conjunto de todos los conflictos bélicos, del mundo anualmente.

Ya hemos dicho que para el deprimido había, además de las habituales, otras maneras de suicidarse y con ello aludíamos al incremento del riesgo de contraer enfermedades físicas potencialmente mortales: Son los sujetos con depresión no tratada que degenera en enfermedad orgánica. Muchos de estos casos serían auténticamente los llamados “suicidios encubiertos”. No todos los deprimidos se suicidan, pero sí todos los suicidas estaban previamente deprimidos.

El suicidio y la depresión están muy relacionados y el psicoanálisis ha demostrado ser un tratamiento no solo eficaz si no el más eficaz en estos casos, ya que ayuda al sujeto a producir una nueva vida sin aquello que ha perdido, a sustituir lo perdido, en tanto en cuanto es característica del depresivo la incapacidad de sustituir.

Hay que tener en cuenta que lo importante de lo que vemos es lo que no vemos. Lo que cuenta no es que no exista la posibilidad de sustituir, sino, justamente suponer que no exista tal posibilidad.
Por eso, frente a la idea de que si se cae en una depresión, ya es para siempre,  recordamos, precisamente las palabras del maestro sobre psicoterapia: La terapia analítica ha sido creada para enfermos prolongadamente incapacitados para la vida

sábado, 8 de enero de 2011

Los dolores de cabeza. (y Segunda parte)

Los dolores de cabeza: (2)

Lo mismo sucede con las algias (de ovarios, de cabeza, las neuralgias, tan importantes en la práctica), que están condicionadas directamente por representaciones de un dolor anímico. Son, auténticamente, la plasmación de alucinaciones de un dolor anímico (de lo que nos anima, del ánimo, del alma) en el cuerpo físico, de ahí que tan frecuentemente, se resistan al tratamiento medicamentoso, porque en realidad lo que está ocurriendo es que se alucina lo doloroso -una pena, un disgusto, una preocupación, un choque emocional, un surmenage- como dolor y se transfiere, a un órgano corporal cualquiera, la percepción de un dolor que se produjo en otra parte; en ese sujeto pero en otra parte, sin localización, como el alma, como la idea o las esperanzas o las ilusiones, como el recuerdo de una sensación; sin localización pero con existencia en la esfera afectiva individual, que como todos sabemos en sumamente subjetiva. Es esta subjetividad, la que tendrá que ver con la elección del órgano, con esa zona pre-determinada inconscientemente.

No parece posible para una persona sana dotar a un recuerdo de un dolor corporal y sin embargo muchas veces uno se duele con ciertos recuerdos.

Hemos de decir que aún en el estado alucinatorio normal de la persona sana, en el dormir por ejemplo, nunca se sueña con dolores a menos que haya presente una sensación real de dolor. O sea, cuando hay una zona dolorida sin motivo orgánico, hay que pensar que ahí hay, un afecto, un sentimiento inconsciente, que existe un proceso que además contiene un elemento psíquico: la atención concentrada en la parte lastimada, que acrecienta la excitabilidad de la zona, y que aunque ese dolor no esté condicionado solamente por recuerdos o huellas de recuerdos, demanda interpretación.

Para curarse hay que desear curarse, pero pueden surgir, y hay que contar con ello, obstáculos, resistencias inconscientes, durante el proceso terapéutico. Una paciente, cuyo tratamiento nada fácil, iba progresando felizmente, empezó a quejarse de dolor de cabeza al llegar a cierto momento delicado de su cura. La ocasión se la proporcionó el momento próximo, en que por lógica había de emerger un recuerdo inconscientemente reprimido, es decir, el recuerdo patógeno causa del conflicto. En ese momento justamente, fue cuando surgió el síntoma de nueva producción: el dolor de cabeza; un síntoma manifiestamente simbólico, que aparece con ocasión de un recuerdo, un nuevo motivo de resistencia al tratamiento y a recordar eso que afecta a su vida normal. Claro que al analizarlo e interpretarlo vemos que ese razonamiento es un mecanismo defensivo, Que el temor a acostumbrarse a la persona del médico, a perder su independencia e incluso hacerse dependiente (ese pensamiento que le crea problemas y que es manifestado en el dolor de cabeza), en realidad, significa su repugnancia, su renuencia, a dejarse influir… aunque sea terapéuticamente.