Arte y Psicoanálisis 5
(Continuación de: Nada es sin trabajo: Una aproximación psicoanalítica al mundo del artista y de la creación. Conferencia dictada en la Escuela de pintura Espai de Art)
Qué relación hay entre soñar, fantasear, jugar y crear.
Soñar es normal, es algo que hace todo el mundo, puesto que todo el mundo sueña, porque cuando uno sueña desea, y si uno no desea es que está muerto, y en sus sueños va más allá, se desquita de las limitaciones que impone la realidad.
Lo mismo pero despiertos, ir más allá de esas limitaciones que impone la realidad, es lo que hace el que fantasea y el niño en sus juegos, y ¿acaso no hacen lo mismo el artista, el científico y el poeta?
Vamos a buscar en el jugar infantil, las primeras huellas de la actividad fantasiosa, para ver si, de alguna manera, descubrimos una actividad semejante en la creación artística.
(Son muchos aún los problemas que se plantean en lo que concierne a la relación entre la creación artística y el goce, del artista y del espectador de la obra de arte, ya que las mismas fuerzas que impulsan el arte, conducen a otros individuos a la neurosis....puesto que toda enfermedad, en todos los casos, es el producto de una desavenencia del Yo frente a la realidad, unas veces porque el Superyó pide al Yo que la acepte, y otras porque el Ello pide al Yo que la rechace, y cada vez que el Yo no puede conciliar su apetito de esclavizarse y complacer a todos sus amos, aparece el conflicto. Pero... es que esas mismas fuerzas, que son los mismos conflictos, son también las que han movido a la sociedad a la creación de sus instituciones, en las que el arte aún está a la espera, de que le sea señalado su puesto real en el complicado edificio de las compensaciones de los deseos humanos.
Pero volviendo al tema...)
Sabemos cuatro cosas
─ Que la ocupación favorita y más intensa del niño es el juego.
─ Que el niño puede jugar sin otros, pero nunca juega sin realidad.
─ Que se toma muy en serio su juego.
─ Y que en ese juego pone todo su sentimiento.
Ahora bien lo que se ante-pone al juego del niño, no es la seriedad es la realidad, a veces, en forma de madre diciendo: Manolín, deja la pelota, lávate las manos y siéntate a la mesa que está a punto de llegar tu padre. Lo que se antepone al juego es la realidad, y cuando el niño juega, aunque pone en ello todo su sentimiento, distingue muy bien la realidad, de la realidad de su juego, y también observamos que cuando juega se apoya en el mundo real, en lo que él imagina que es.
Corre el chaval por toda la casa con una escoba entra las piernas y le arrea con la mano a modo de fusta, mientras grita entusiasmado: Arre Babieca, pero si le preguntamos que si ya le ha dado de comer al caballo él nos dirá: Es una escoba.
En este apoyarse en la realidad se diferencia el juego infantil de la fantasía del adulto.
El adulto deroga la realidad, la deja sin vigencia, la anula.
El niño, sin embargo, cuando juega, hace como el artista: se crea un mundo propio, sitúa las cosas de su mundo a su gusto, y crea un orden nuevo. Igual que el artista, que se crea un mundo fantástico, se lo toma muy en serio, se siente íntimamente ligado a él, lo llena de afecto y aún así, no deja de diferenciarlo perfectamente de la realidad.
Las personas cuando crecemos dejamos de jugar, tenemos que prescindir de ese placer, pero como realmente no podemos, porque no podemos renunciar a nada de lo que nos ha producido placer, lo que hacemos es sustituir, cambiamos los juegos infantiles por las fantasías adultas, y entonces, hacemos castillos en el aire, soñamos despiertos, y además, suponemos que somos los únicos que tenemos fantasías; o sea, que les negamos a los demás la posibilidad de fantasear, porque como nosotros mismos, no se las contamos a los demás, hacemos como si los demás tampoco tuvieran fantasías.
A este fantasear adulto no se le ha dado la importancia que tiene y así ha pasado inadvertido, el motivo es que es más difícil de observar que el jugar de los niños.
Cuando juega, el niño, acompañado o solo, forma un sistema psíquico cerrado, un mundo, del que excluye, de momento, todo lo que no está en el juego, y no ofrece sus juegos como espectáculo a los demás, al adulto, pero tampoco los oculta, porque en sus juegos no hay nada que le avergüence: juega a ser mayor e imita lo que conoce de la vida de los mayores. Su juego siempre está regido por su deseo de ser adulto y para un niño desear ser adulto es normal, no es ninguna inmoralidad, es un deseo moral, y por tanto, no tiene ningún motivo para ocultarlo.
Ahí está la diferencia fundamental, el adulto se avergüenza de sus fantasías y las oculta, las considera algo tan íntimo que preferiría confesar sus culpas antes que contar sus fantasías.
¿Y por qué? Porque entre los deseos que generan sus fantasías, algunos son ilícitos, otros son hostiles y otros son francamente sexuales; por eso las oculta.
La fantasía de los adultos viene con un no, porque viene con vergüenza, con inhibiciones y con culpas. Por eso todo el mundo, oculta sus fantasías, hombres y mujeres, porque tiene motivos para ello.
Las fantasías podemos resumirlas en dos grandes grupos: las ambiciosas y las eróticas, puesto que egoístas lo son todas sin excepción, igual que el amor a la propia comodidad, que es inconciliable con el respeto a la comodidad de las otras personas.
En la mujer, la fantasía es erótica y se da directamente. Como la mujer necesita ser amada para desear, su deseo es ser amada, aspira a ser amada, así que como su ambición es ser amada su fantasía no necesita de rodeos.
En el hombre, la fantasía erótica se da indirectamente. Como él necesita ser deseado para amar, su fantasía erótica necesita dar un rodeo, así que satisface su ambición realizando grandes proezas, consiguiendo riquezas, poder, reconocimiento, prestigio, etc., y gracias a esa ambición suya conquista a la dama a cuyos pies rinde sus éxitos.
Los productos de esta actividad fantaseadora no son rígidos, tienen el sello del momento, y también se transforman con las circunstancias del sujeto, pero además, tienen una relación muy especial con el tiempo, ya que presente, pasado y futuro aparecen engarzados por el hilo del deseo:
En un 1er tiempo Una impresión actual despierta uno de los grandes deseos de las personas.
En el 2º tiempo Ese deseo, toma el recuerdo de un suceso pasado en el que quedó satisfecho (ese deseo) y
En el 3er tiempo Crea una situación referida al futuro que presenta la satisfacción de dicho deseo.
Por ejemplo, un sujeto se ha quedado huérfano y le habéis dado las señas de un empresario a ver si le puede proporcionar trabajo. De camino hacia casa del empresario, este sujeto va tejiendo quizá un ensueño, una fantasía cuyo contenido será seguramente el de que obtiene la colocación deseada, complace tanto a sus jefes, que se vuelve indispensable, así es recibido por la familia del jefe, se casa con su bella hija y pasa a ser socio de su suegro, y luego, su sucesor en el negocio.
Es decir, que con todo esto, este sujeto se ha creado una sustitución de lo que antes poseyó en su infancia: un hogar protector, padres amantes y los primeros objetos de su inclinación cariñosa.
El deseo utiliza una ocasión del presente para proyectar conforme al modelo pasado una imagen del porvenir.
Hay un malestar en la cultura que está relacionado con la represión a que tenemos que someter una gran parte de nuestra vida instintiva, fundamentalmente en lo que toca a la satisfacción sexual, ya desde la más tierna infancia, para poder vivir en sociedad y aprovecharnos de lo que los logros culturales. Esta fuerza represora que actúa sobre nosotros, la determinación social de los modelos ideológicos del estado, y la determinación inconsciente, hacen casi imposible cualquier escapatoria, así que la libertad del individuo queda casi reducida a las fisuras que se producen en la articulación entre estas variables, una de esas fisuras por ejemplo es la doble moral sexual.
Lo que impulsa las fantasías es la insatisfacción, y cada fantasía es una rectificación de esa insatisfacción en la realidad, y simultáneamente, también una satisfacción de deseos. Pero esa satisfacción, en la fantasía, no llega por la modificación la realidad, preparando las condiciones necesarias para que se produzca el efecto deseado, sino que llega por la vía rápida, alucinando que se satisface.
Por eso cuando alguien fantasea demasiado, decimos que está a punto de caer en una neurosis, porque exceso de fantasía, es previo al síntoma neurótico.
En las fantasías, y en los sueños, se movilizan en nosotros deseos que nos avergüenzan, que nos ocultamos a nosotros mismos y de los que no queremos saber nada, y que por eso han sido reprimidos, desplazados a lo inconsciente, pero no suprimidos. Siguen actuando.
Estos deseos reprimidos y sus ramificaciones: los sueños, las fantasías, los síntomas, solo buscan expresarse, transformarse.
Por eso: los sueños que recordamos haber soñado, y las fantasías que imaginamos son la necesaria deformación de la satisfacción de los deseos que las produjeron... porque el Preconsciente no deja pasar nada sin antes ejercer sobre ello sus derechos, esto es, imponiéndoles cualquier transformación que le parezca conveniente.