lunes, 29 de octubre de 2012

Sobre el amor. (1)


Sobre el amor. (1)

Amar es dar lo que no se tiene. Dar lo que se tiene o de lo que se tiene no es amor, es otra cosa, no sabemos qué. El amor no se tiene, aunque poéticamente quepa la licencia de tener mucho amor para dar, porque no es acumulable.  
El amor en su fundamento se hace: amor hay que producirlo amando. 
Amar, verbo, es acción, puesta en acto. Es la manera particular en que cada cual, cada día, construye con su hacer cada vez, lo de siempre, nuevo, aquello que le permite pronunciar la frase de amor al oído de ese otro que completa el diálogo de ambos.
Como puede observarse hay ahí un doble trabajo, el que ambos hicieron para hacerse amar por el otro y el de ir construyéndolo, paso a paso, hasta poder llegar a esa frase de amor al otro, dicha.
Amor es lo que me dieron que yo no me podría haber dado nunca, y que por eso mismo, porque para mí era impensable, era imposible, no existía. Y para mi solo no existía, porque no hay amor en soledad. En soledad, en la soledad no hay amor, solo hay ay.
El amor, es decir, amar, solamente es con otro. Es una acción humana voluntaria que implica un dar y recibir, un querer dar y un poder recibir. Es la dichosa imperfección de un quid pro quo, puesto que hay en juego un algo voluntario que uno le quiere dar al otro por nada, porque no espera nada a cambio, y un tomar uno lo que el otro le da, sin habérselo pedido (si me permiten) y en ese intercambio donde cada uno toma lo que el otro le da sin tomar al otro, donde el don hace de intermediario ahí se va fraguando el amor, de ahí se va proveyendo de amor esa relación. De ahí surgen las palabras de amor inventadas, los inventos del amor que viajan en las palabras, el quiero darte este amor que estoy haciendo, que es tuyo. 

martes, 17 de julio de 2012

Arte y Psicoanálisis 0


(Conferencia dictada en la Escuela de pintura Espai de Art, en Gata. Alicante.)

Nada es sin trabajo.

Aproximación psicoanalítica al mundo del artista y al proceso de la creación.



Sobre la inspiración y la falta de ocurrencias, podemos decir que popularmente se cree, que la creación depende de la inspiración, que el artista hace una obra de arte porque tiene inspiración y si no, nada. Así que nada se dice del trabajo, y sin embargo sabemos que sin creación no hay poder creador, que lo que le da poder a la creatividad del artista es su propia producción artística.

Así las cosas, podemos ir pensando que la llamada falta de inspiración es en realidad la restricción de esa actividad concreta, y que podemos interpretarla como una inhibición, en el sentido de que una inhibición es una restricción de alguna de las funciones del yo. Y sabemos que si esa función del yo se ha quedado casi sin energía es porque el yo ha tenido que incrementar fuertemente el gasto de energía psíquica en otra labor que implica algo que podemos considerar como más grave, por ejemplo, un duelo, una depresión, evitar accesos de ira, o contener una producción excesiva de fantasías sexuales, etc.

Esta inhibición empieza en el campo del lenguaje pero luego se manifiesta en otros campos, en el papel, en el lienzo, en las relaciones sociales.

Donde hay una inhibición, hay una exageración afectiva y como toda exageración afectiva (de celos, de odio, de envidia, de amor), nos está indicando que el yo ha tropezado con una resistencia, una oposición a encontrarse con algo, algo nuevo o nuevo para el yo, otros pensamientos, pensamientos diferentes a los de uno, o con ciertos pensamientos de uno, que ni uno mismo tolera y que ni se imaginaba que pudiera albergar, pero que siempre hacen de la realidad otra cosa.

¿Como he llegado a esa situación o qué quiere decir esto?

Cuando miramos la realidad, siempre pesan sobre nuestra mirada dos determinaciones, una es la social, que tiene que ver con nuestra clase social, la de nuestra familia, en la que ingresamos nada más nacer. Otra determinación es la inconsciente.



martes, 10 de julio de 2012

Arte y Psicoanálisis 1


(Continuación de: Nada es sin trabajo: Una aproximación psicoanalítica al mundo del artista y de la creación. Conferencia dictada en la Escuela de pintura Espai de Art)

La social nos impone a todos, la dialéctica de unos determinados modelos ideológicos, el modelo amo y el modelo esclavo.

El que tiene esta determinado a defender lo que tiene;

y el que no tiene esta determinado a tener que reivindicar lo que no tiene.

El esclavo padece de querer liberarse;

El amo, padece de tener que hacer go¬zar al esclavo para que no se libere.

El esclavo goza pero no sabe; el amo no goza, pero sabe.

El esclavo, no habla porque teme hablar;

Y el amo también teme hablar, porque teme perder la ilusión de poder que da el silencio del esclavo.

Esta determinación ideológica se aprende inconscientemente desde el momento de nacer entre sangre, sudor y leche, y se va completando en la guardería, el colegio, el barrio, la peña, el instituto, la universidad, el trabajo, etc. Son frases, pensamientos, ideas y opiniones y se ve en los afectos y sentimientos que tenemos de las cosas y las personas. La ideología dirige nuestra vida.

Cuando miro el sol y lo veo girando a mi alrededor y me siento el centro del universo, vuelvo a la época en que todo lo simbólico era divino y todo símbolo era Dios. Vuelvo a la época precientífica, anterior a la física, anterior a la aparición del símbolo matemático, a cuando la presencia de un símbolo como son tres dedos puestos así, por ejemplo, me alejaba de Dios, porque si hasta ese momento todo símbolo era Dios, desde ese momento, un tres dedos, III, el número tres como símbolo, ya no solo nombra a Dios, sino que llama a pensar en otra cosa, numera objetos, libera de la carga de los objetos, esa es la cosa.

...cada vez que consigo un corrimiento de mi mirada, adquiero un grado más de libertad.

De entrada, no se puede no tener ideología y toda ideología conlleva una moral, que generalmente criticamos todos.

Porque nos afecta, porque hace que sigamos amando, odiando, sintiendo y actuando y pensando sobre ciertas cuestiones de una manera que no es nuestra, es una manera heredada de nuestros antepasados;

Porque es inadecuada, porque aunque ya cayó en los libros hace doscientos o trescientos años, nosotros mismos la seguimos manteniendo en nuestra mirada.

Todo lo que llega a nuestra conciencia por la vía de los sentidos, ya ha sido procesado inconscientemente. Es como si un cristal ideológico mirara por nosotros y nos ocultara que escuchamos solo lo que queremos escuchar, y que vemos sólo lo que queremos ver.

Percibimos a través de nuestros sentidos pero nuestros sentidos y nuestros sentimientos, aunque no nos mienten, nos confunden, porque la conciencia, como órgano de percepción que es, siempre cae en la ilusión de la apariencia, y más allá de la apariencia no están las cosas, lo que está es la mirada. Por eso no se puede confiar en que la conciencia es el lugar donde acontece la verdad porque la verdad del deseo no es, exactamente, el deseo de la verdad.

La realidad no la percibimos como suponemos, sino como la miramos, y lo que atrae nuestra mirada es precisamente la atención que ponemos en lo que miramos. Por eso decimos que el cuadro nos mira. Una cosa es lo que vemos y otra lo que miramos hasta el extremo de que sólo vemos aquello que previamente nos miró, aunque no seamos capaces de ver todo lo que nos mira.

Ver y mirar son cosas diferentes. El ojo no es ojo porque ve, sino porque me ve.

La teoría del inconsciente viene a poner un poco de orden en todo este caos.

No es fácil de aceptar que nuestra conciencia es tan solo un órgano de los sentidos que solo percibe estímulos, exteriores o interiores; y que su contenido siempre es el resultado de un procesamiento que no se realiza en la conciencia sino en otro lugar, en otro escenario, el del inconsciente.

Por ejemplo, no es fácil de aceptar:

...Que a cualquiera puede resultarle encantador cualquier compañero o compañera que tenga al lado y que eso tenga más que ver con el deseo y la corriente libidinal, que con la belleza y la bondad de ese objeto.

...Que la pareja que elegimos no la elegimos con total libertad, sino que la elegimos con arreglo a nuestro modelo familiar, que es inconsciente.

...Que si no podemos asumir nuestra verdadera situación económica y social, es porque el patrón no es solamente el patrón sino también el padre.

...Que si la posición de la mujer no puede ser asumida ni por el hombre ni por la mujer, es porque el hombre, ese hombre que la somete, también es su enamorado. Y eso no es un problema social sino psicoanalítico.

...Que si hay momentos en que ella es él, y él es ella, es porque lo femenino y lo masculino son posiciones inconscientes, un otro lugar de ellos en esa otra realidad, que es la realidad psíquica, donde no hay representación del otro sexo, no hay inconsciente masculino ni inconsciente femenino, hay posición hombre, posición mujer, posición padre, posición madre, hay posicionamiento inconsciente.

...Estoy llorando como cuando tenía cinco años, pero tengo cuarenta y tres.

...Soy el novio de mi mamá pero tengo cinco años y mi mamá tiene treinta y cinco.

Son cosas que le pasan a todo el mundo.

Una persona puede hablar de los deseos inconscientes y otra entender que se le están insinuando, porque cualquiera confunde una explicación con una insinuación, una seducción con una hostilidad, o al psicoanalista con la madre.

Por eso, cuando el psicoanalista le requiere al paciente que por favor se recueste tranquilamente en el diván y no le mire, es para invalidarle la mirada. Para que sea una conversación solamente; sin mirada; porque la mirada es equívoca: todo lo que el paciente mire y diga que ha visto tiene visos de irrealidad. Y de lo que se trata es de que en esa relación tan particular, lo que hable el paciente y le conteste el psicoanalista, tenga más que ver con la realidad que con la irrealidad.



martes, 3 de julio de 2012

Arte y Psicoanálisis 2


(Continuación de: Nada es sin trabajo: Una aproximación psicoanalítica al mundo del artista y de la creación. Conferencia dictada en la Escuela de pintura Espai de Art)

La irrealidad está íntimamente relacionada con el tiempo.

Y si la única concepción que tengo del tiempo, es la de un tiempo cronológico, o sea, continuo y lógico, que va de atrás hacia adelante, creeré que las cosas que me pasaron en la infancia son las que determinan mi presente y mi futuro, que soy así y que no puedo cambiar, lo cual no es cierto.

Lo que determina la vida del sujeto es lo que todavía no ocurrió, lo futuro: su próxima frase, su próxima decisión, su próximo cuadro, su próxima exposición, lo futuro, que siempre está por construir (como lo inconsciente, que solo existe después de ser interpretado), por lo tanto, mi estrategia vital tiene que concebir el futuro porque en él están las ilusiones, las esperanzas, el goce, y también el lí¬mite de la existencia humana. Como una puntuación.

Cuando no quiero aceptar que como humano y hablante soy un ser sexuado y mortal, reprimo el futuro de mi vida, no vivo la vida que tendría la oportunidad de vivir, sino que pretendo un tipo de vida imposible de ser vivida, porque inmortal es el que no se puede concebir como ser mortal.

Si puedo modificar esa concepción que tengo del tiempo como única, puedo modificar también mi concepción sobre un montón de cuestiones. Puedo dejar de ser lo que nunca fui. Puedo dejar de sentir como perdido lo que jamás tuve. Puesto que eso que creo que fui o que perdí, ocurrió en la realidad de mi fantasía pero lo viví en la realidad material de mi vida cotidiana. Otra prueba de la determinación inconsciente y otra prueba de que el yo no es el amo en su propia casa.

El tiempo del inconsciente es recurrente. Es el futuro anterior, (luego lo veremos), es el tiempo del deseo.

Si asumo que hay otro tiempo, el tiempo psíquico, puedo dejar de estar determinado desde lo que ya fue, que ya ocurrió, para pasar a estar determinado desde lo que todavía no fue, lo que no pasó, lo futuro.

Es una paradoja, efectivamente.

En nuestra vida cotidiana, para ir al súper, al cine... manejamos el tiempo del reloj, pero la realidad psíquica maneja otro tiempo, un tiempo que al estilo de la metáfora, se desplaza y muta, transforma su sentido, por eso, es común observar en ‘los sujetos psíquicos’ conductas, frases, actitudes, acciones que corresponden a edades equívo¬cas: un niño jugando a ser grande, una persona adulta sufriendo por no poder dejar de ser un niño.

La ley del inconsciente es como la raíz cuadrada de menos uno.

Su ley es no tener ley. Por eso no existe la contradicción, ni hay lógica formal, ni armonía ni acuerdo, exactamente igual que no puede haber acuerdo entre lo que me pasó y lo que cuento que me pasó, no puede haber acuerdo entre la cosa y la palabra que la nombra. Nunca serán lo mismo. La palabra mata a la cosa.

De lo inconsciente solo sabemos por sus efectos: un olvido, una equivocación, un chiste, un lapsus, un sueño, un acto fallido, una interpretación.

Lo que encontramos en la conciencia son efectos, productos del trabajo inconsciente, nunca encontramos el inconsciente, lo que encontramos son los efectos de lo inconsciente.

Todo este rodeo ha sido para mostrar, que en lo inconsciente no hay nada azaroso, todo ha sido trabajado previamente, en todo hay elaboración, nada es sin trabajo.

Entonces..., cuando surgía la frase ─No se me ocurre nada, y la interpretábamos como inhibición, reconocíamos que había una resistencia tras la que se ocultaba algo, una crítica, una oposición, un trabajo que obstaculiza la realización de otro trabajo, y su efecto era ese conflicto que aparecía como inhibición, como restricción.

Por ejemplo, digo: No puedo escribir...

En esa impotencia del no poder escribir, sabemos que hay otra cosa, porque cuando no podemos conseguir algo que decimos que queremos, es porque en realidad, lo que queremos es otra cosa que no reconocemos, pero que, estamos sosteniendo: un engaño de nuestros sentimientos y una manera de pensar, para no reconocer algún deseo inconsciente que es contrario a lo que decimos que queremos.

En ese... no puedo escribir, pobrecito de mí... del que cualquiera podría apiadarse, hay también un egoísmo: No quiero compartir con nadie ni mis vivencias, ni mis pensamientos, ni mis elucubraciones, nada (y lo mismo si escribo y no publico, o si pinto y no expongo), no quiero mostrar que hablo, que escribo, no quiero mostrar que pinto, que deseo.

Es decir, desde alguna parte de su aparato psíquico, la persona se ha esforzado en impedir que las ocurrencias que hubiera podido tener llegaran a exteriorizarse, a hacerse conscientes y en ese esfuerzo opuesto, la crítica y la censura han sido sus instrumentos.

─ ¿Y qué podemos hacer sino esperar a que nos estallen todos los botones del chaleco de la paciencia?

─ Asociar libremente hijo mío, asociar libremente.



martes, 26 de junio de 2012

Arte y Psicoanálisis 3


(Continuación de: Nada es sin trabajo: Una aproximación psicoanalítica al mundo del artista y de la creación. Conferencia dictada en la Escuela de pintura Espai de Art)

Si la persona, si uno es capaz de comprometerse a comunicar imparcialmente todo lo que atraviese su pensamiento, sin retener ninguna ocurrencia por insignificante, absurda, o desatinada que le parezca, conseguiremos material suficiente como para solucionar el problema de la falta de ocurrencias, porque dirigiremos precisamente nuestra atención sobre aquellas asociaciones involuntarias que en el resto de los casos serían rechazadas por la crítica como algo que perturba nuestra reflexión.

Porque sabemos, que cuando algo nos perturba es porque nuestro goce está interesado en ello, y nos turba porque nos produce un goce que tiene que ver con la sexualidad, pero la sexualidad implica la mortalidad, y eso es lo que nos perturba, que en ese goce hay algo de lo no queremos saber nada.

Lo que ocurre es que ese no querer saber nada de nuestra mortalidad, nos impide gozar. Para gozar hay que ser mortal. Son las limitadas posibilidades de gozarlo, lo que lo hace precioso. Lo que incrementa el valor de lo bello es precisamente su cualidad de perecedero.

Eso que sabemos pero no queremos saber, eso..., lo que sabemos, es lo que reprimimos. Reprimimos, pero no suprimimos, por eso de lo reprimido solo nos llegan sus efectos, siempre transformados, disfrazados, deformados, ¿para qué?, para que sean interpretados erróneamente por la conciencia. Así que haciéndose pasar por algo que no nos interesa, algo sin importancia, que circula por unas vías que no son las vías principales, las vías de la razón, esas deformaciones pasan más fácilmente desapercibidas a la atención de la conciencia, engañándola doblemente.

Para averiguar cuales son esas ocurrencias, le pedimos al sujeto que simplemente observe y comunique, lo que se le vaya ocurriendo, como quien mira por la ventanilla del vagón de un tren y describe a sus compañeros, cómo el paisaje va cambiando ante sus ojos, sin pararse a reflexionar, siendo absolutamente sincero y sin callar nunca algo porque le resulte desagradable comunicarlo.

¿Por qué? Porque la disposición de ánimo de quien reflexiona es totalmente distinta de la de quien observa sus propios procesos psíquicos.

Siempre va a haber concentración de la atención, pero en la reflexión, como rechazamos, interrumpimos, negamos y reprimimos, porque realizamos una gran labor crítica, se gasta más energía psíquica.

Sin embargo en la auto¬observación, el único esfuerzo que realizamos es el de reprimir la crítica para que haya una más libre transferencia de energía de representaciones no permitidas a representaciones permitidas. Así, al distribuirse más homogéneamente la energía psíquica de la atención (que es móvil) por todo el aparato psíquico, (gracias al relajamiento de la voluntad y de la actividad crítica, que el resto del tiempo dejamos actuar libremente sobre el curso de nuestros pensamientos), surgen las representaciones involuntarias ‘transformadas en imágenes’ (la conciencia maneja las palabras que designan a las cosas, el inconsciente las imágenes de las cosas) y con la re¬nuncia intencionada a la crítica, nos ahorramos una energía psíquica que podemos emplear en atender a los pensamientos emergentes, de esta manera se pueden transformar las representaciones involuntarias, en representaciones voluntarias, conscientes y sobre todo, usables para nuevas asociaciones, porque como decía Shiller:

Puede que aisladamente considerada, una idea sea insignificante o aventurada, pero es posible también que con otra posterior o uniéndose a otras, tan insulsas como ella, forme un conjunto nada despreciable.



martes, 19 de junio de 2012

Arte y Psicoanálisis 4


(Continuación de: Nada es sin trabajo: Una aproximación psicoanalítica al mundo del artista y de la creación. Conferencia dictada en la Escuela de pintura Espai de Art)

Puede ocurrir que ciertos pensamientos involuntarios desencadenen en nosotros una fuerte resistencia que tienda a impedirles llegar a la conciencia. Cuando esto ocurre, la causa es que entre esos pensamientos hay alguna idea reprimida, una idea superada y proscrita por el yo, que ya en su momento la sancionó como ilícita y prohibida para siempre por considerarla moralmente intolerable, pero que ha conseguido burlar la censura, y presentarse, por ejemplo, como una incertidumbre, como una duda, sobre un tema prohibido.

Estos pensamientos inconscientes, reprimidos, suelen estar relacionados con la compleja cuestión edípica, de ahí el malestar que generan. Cuando son interpretados correctamente queda desactivada su capacidad de generar displacer, y entonces, al no suponer ya un peligro, se modifica el límite de ese horror, y esa cuestión puede ser ya incluida en el conjunto de lo comprensible, de lo con sentido de la vida despierta.

Se trata de enseñarle al sujeto a nombrar, a articular esos sin sentidos aparentes y a permitir la existencia de ese deseo que insiste y afecta al sujeto en su discurso, en tanto hay ciertas combinaciones de palabras que le dan miedo, ciertas combinaciones que le dan asco, o le producen celos, envidia, vergüenza, etc.

Ya no es más el, primero pienso y luego hablo. No. Ahora es: Pienso porque hablo. Hay simultaneidad, según voy hablando voy produciendo el pensamiento. Cuando hablo me doy cuenta de mi posición inconsciente.

Por ejemplo, cuando el sujeto está en posición histérica renuncia a combinar las palabras de una cierta manera; el obsesivo renuncia de otra cierta manera y el psicótico o el paranoico renuncian, de otra manera diferente. Nada es al azar, nada es por casualidad.

Esa manera particular de negarse a la mera posibilidad de combinar las palabras del lenguaje en el habla, es inconsciente, está determinada por la posición inconsciente en la que quedó fijado el sujeto en aquel proceso de hominización, o tiempo de constitución del sujeto psíquico, o sea, en aquel paso que tuvo que dar, que hubo de dar, renunciando a sus deseos infantiles, para acceder al desear adulto. Para pasar de la demanda al deseo, para ser un sujeto deseante.

(La diferencia entre demanda y deseo es que en la Demanda amorosa: Al objeto del amor le pido que me ame: necesito una persona. Pero para desear no necesito de ninguna persona. Al objeto del deseo no le pido nada, lo deseo)



El auténtico descubrimiento del psicoanálisis no es el inconsciente,

...que ya existía antes de Freud, ni el Edipo, que procede de la Grecia de Sófocles, ni la universalidad del Tabú del incesto, confirmada por los antropólogos culturales. No. ...es el del Aparato psíquico y su mecanismo de producción. Que el mismo mecanismo produce efectos muy diferentes, un fallido, un olvido, un chiste, un sueño, una fantasía, un síntoma. Y que gracias a ese conocimiento, podemos, partiendo de sus efectos, y haciendo un recorrido inverso, reconstruir todo su modo de producción, o sea llegar a sus causas, llegar al deseo que las causó. Y así sabemos que sabemos que los sueños son un producto, efecto de un trabajo inconsciente, donde hay un contenido manifiesto: el relato del sueño, que es como la fachada del sueño y un contenido latente en el cual una motivación cumple un propósito: que se realice un deseo. Ese es el sentido del sueño, que se realice un deseo.



martes, 12 de junio de 2012

Arte y Psicoanálisis 5


(Continuación de: Nada es sin trabajo: Una aproximación psicoanalítica al mundo del artista y de la creación. Conferencia dictada en la Escuela de pintura Espai de Art)

Qué relación hay entre soñar, fantasear, jugar y crear.

Soñar es normal, es algo que hace todo el mundo, puesto que todo el mundo sueña, porque cuando uno sueña desea, y si uno no desea es que está muerto, y en sus sueños va más allá, se desquita de las limitaciones que impone la realidad.

Lo mismo pero despiertos, ir más allá de esas limitaciones que impone la realidad, es lo que hace el que fantasea y el niño en sus juegos, y ¿acaso no hacen lo mismo el artista, el científico y el poeta?

Vamos a buscar en el jugar infantil, las primeras huellas de la actividad fantasiosa, para ver si, de alguna manera, descubrimos una actividad semejante en la creación artística.

(Son muchos aún los problemas que se plantean en lo que concierne a la relación entre la creación artística y el goce, del artista y del espectador de la obra de arte, ya que las mismas fuerzas que impulsan el arte, conducen a otros individuos a la neurosis....puesto que toda enfermedad, en todos los casos, es el producto de una desavenencia del Yo frente a la realidad, unas veces porque el Superyó pide al Yo que la acepte, y otras porque el Ello pide al Yo que la rechace, y cada vez que el Yo no puede conciliar su apetito de esclavizarse y complacer a todos sus amos, aparece el conflicto. Pero... es que esas mismas fuerzas, que son los mismos conflictos, son también las que han movido a la sociedad a la creación de sus instituciones, en las que el arte aún está a la espera, de que le sea señalado su puesto real en el complicado edificio de las compensaciones de los deseos humanos.

Pero volviendo al tema...)

Sabemos cuatro cosas

─ Que la ocupación favorita y más intensa del niño es el juego.

─ Que el niño puede jugar sin otros, pero nunca juega sin realidad.

─ Que se toma muy en serio su juego.

─ Y que en ese juego pone todo su sentimiento.

Ahora bien lo que se ante-pone al juego del niño, no es la seriedad es la realidad, a veces, en forma de madre diciendo: Manolín, deja la pelota, lávate las manos y siéntate a la mesa que está a punto de llegar tu padre. Lo que se antepone al juego es la realidad, y cuando el niño juega, aunque pone en ello todo su sentimiento, distingue muy bien la realidad, de la realidad de su juego, y también observamos que cuando juega se apoya en el mundo real, en lo que él imagina que es.

Corre el chaval por toda la casa con una escoba entra las piernas y le arrea con la mano a modo de fusta, mientras grita entusiasmado: Arre Babieca, pero si le preguntamos que si ya le ha dado de comer al caballo él nos dirá: Es una escoba.

En este apoyarse en la realidad se diferencia el juego infantil de la fantasía del adulto.

El adulto deroga la realidad, la deja sin vigencia, la anula.

El niño, sin embargo, cuando juega, hace como el artista: se crea un mundo propio, sitúa las cosas de su mundo a su gusto, y crea un orden nuevo. Igual que el artista, que se crea un mundo fantástico, se lo toma muy en serio, se siente íntimamente ligado a él, lo llena de afecto y aún así, no deja de diferenciarlo perfectamente de la realidad.

Las personas cuando crecemos dejamos de jugar, tenemos que prescindir de ese placer, pero como realmente no podemos, porque no podemos renunciar a nada de lo que nos ha producido placer, lo que hacemos es sustituir, cambiamos los juegos infantiles por las fantasías adultas, y entonces, hacemos castillos en el aire, soñamos despiertos, y además, suponemos que somos los únicos que tenemos fantasías; o sea, que les negamos a los demás la posibilidad de fantasear, porque como nosotros mismos, no se las contamos a los demás, hacemos como si los demás tampoco tuvieran fantasías.

A este fantasear adulto no se le ha dado la importancia que tiene y así ha pasado inadvertido, el motivo es que es más difícil de observar que el jugar de los niños.

Cuando juega, el niño, acompañado o solo, forma un sistema psíquico cerrado, un mundo, del que excluye, de momento, todo lo que no está en el juego, y no ofrece sus juegos como espectáculo a los demás, al adulto, pero tampoco los oculta, porque en sus juegos no hay nada que le avergüence: juega a ser mayor e imita lo que conoce de la vida de los mayores. Su juego siempre está regido por su deseo de ser adulto y para un niño desear ser adulto es normal, no es ninguna inmoralidad, es un deseo moral, y por tanto, no tiene ningún motivo para ocultarlo.

Ahí está la diferencia fundamental, el adulto se avergüenza de sus fantasías y las oculta, las considera algo tan íntimo que preferiría confesar sus culpas antes que contar sus fantasías.

¿Y por qué? Porque entre los deseos que generan sus fantasías, algunos son ilícitos, otros son hostiles y otros son francamente sexuales; por eso las oculta.

La fantasía de los adultos viene con un no, porque viene con vergüenza, con inhibiciones y con culpas. Por eso todo el mundo, oculta sus fantasías, hombres y mujeres, porque tiene motivos para ello.

Las fantasías podemos resumirlas en dos grandes grupos: las ambiciosas y las eróticas, puesto que egoístas lo son todas sin excepción, igual que el amor a la propia comodidad, que es inconciliable con el respeto a la comodidad de las otras personas.

En la mujer, la fantasía es erótica y se da directamente. Como la mujer necesita ser amada para desear, su deseo es ser amada, aspira a ser amada, así que como su ambición es ser amada su fantasía no necesita de rodeos.

En el hombre, la fantasía erótica se da indirectamente. Como él necesita ser deseado para amar, su fantasía erótica necesita dar un rodeo, así que satisface su ambición realizando grandes proezas, consiguiendo riquezas, poder, reconocimiento, prestigio, etc., y gracias a esa ambición suya conquista a la dama a cuyos pies rinde sus éxitos.

Los productos de esta actividad fantaseadora no son rígidos, tienen el sello del momento, y también se transforman con las circunstancias del sujeto, pero además, tienen una relación muy especial con el tiempo, ya que presente, pasado y futuro aparecen engarzados por el hilo del deseo:

En un 1er tiempo Una impresión actual despierta uno de los grandes deseos de las personas.

En el 2º tiempo Ese deseo, toma el recuerdo de un suceso pasado en el que quedó satisfecho (ese deseo) y

En el 3er tiempo Crea una situación referida al futuro que presenta la satisfacción de dicho deseo.

Por ejemplo, un sujeto se ha quedado huérfano y le habéis dado las señas de un empresario a ver si le puede proporcionar trabajo. De camino hacia casa del empresario, este sujeto va tejiendo quizá un ensueño, una fantasía cuyo contenido será seguramente el de que obtiene la colocación deseada, complace tanto a sus jefes, que se vuelve indispensable, así es recibido por la familia del jefe, se casa con su bella hija y pasa a ser socio de su suegro, y luego, su sucesor en el negocio.

Es decir, que con todo esto, este sujeto se ha creado una sustitución de lo que antes poseyó en su infancia: un hogar protector, padres amantes y los primeros objetos de su inclinación cariñosa.



El deseo utiliza una ocasión del presente para proyectar conforme al modelo pasado una imagen del porvenir.

Hay un malestar en la cultura que está relacionado con la represión a que tenemos que someter una gran parte de nuestra vida instintiva, fundamentalmente en lo que toca a la satisfacción sexual, ya desde la más tierna infancia, para poder vivir en sociedad y aprovecharnos de lo que los logros culturales. Esta fuerza represora que actúa sobre nosotros, la determinación social de los modelos ideológicos del estado, y la determinación inconsciente, hacen casi imposible cualquier escapatoria, así que la libertad del individuo queda casi reducida a las fisuras que se producen en la articulación entre estas variables, una de esas fisuras por ejemplo es la doble moral sexual.



Lo que impulsa las fantasías es la insatisfacción, y cada fantasía es una rectificación de esa insatisfacción en la realidad, y simultáneamente, también una satisfacción de deseos. Pero esa satisfacción, en la fantasía, no llega por la modificación la realidad, preparando las condiciones necesarias para que se produzca el efecto deseado, sino que llega por la vía rápida, alucinando que se satisface.

Por eso cuando alguien fantasea demasiado, decimos que está a punto de caer en una neurosis, porque exceso de fantasía, es previo al síntoma neurótico.



En las fantasías, y en los sueños, se movilizan en nosotros deseos que nos avergüenzan, que nos ocultamos a nosotros mismos y de los que no queremos saber nada, y que por eso han sido reprimidos, desplazados a lo inconsciente, pero no suprimidos. Siguen actuando.

Estos deseos reprimidos y sus ramificaciones: los sueños, las fantasías, los síntomas, solo buscan expresarse, transformarse.

Por eso: los sueños que recordamos haber soñado, y las fantasías que imaginamos son la necesaria deformación de la satisfacción de los deseos que las produjeron... porque el Preconsciente no deja pasar nada sin antes ejercer sobre ello sus derechos, esto es, imponiéndoles cualquier transformación que le parezca conveniente.



lunes, 4 de junio de 2012

Arte y Psicoanálisis: Conferencia

Arte y Psicoanálisis 6

(Continuación de: Nada es sin trabajo: Una aproximación psicoanalítica al mundo del artista y de la creación. Conferencia dictada en la Escuela de pintura Espai de Arte,)


Como vemos, en realidad, no renunciamos a nada de lo que nos produjo placer, y tanto la fantasía, como la creación artística son la continuación y el sustitutivo de los juegos infantiles.

Pero el arte, dice Freud, no trata, no intenta, consigue conciliar el mundo de la realidad y el mundo del deseo por un camino muy peculiar. Forma un dominio intermedio entre la realidad, ─que nos niega el cumplimiento de nuestros deseos─, y el mundo de la fantasía, que nos procura su satisfacción.

Es decir, el arte brinda satisfacciones sustitutivas para las renuncias culturales más antiguas, que siguen siendo las más profundamente sentidas, por eso las satisfacciones que nos proporciona el arte son lo más eficaz para reconciliarnos con los sacrificios que nos imponen esas renuncias.

Y además de que con sus creaciones los artistas realzan los sentimientos de identificación necesarios en todo círculo cultural, y dan ocasión a vivenciar en común sensaciones muy estimadas.

Con sus dotes especiales el artista despierta en nosotros, con sus creaciones, efectos emotivos, y jugando con sus fantasías constituye imágenes de la realidad admitidas como correctas por los demás hombres.

Y lo consigue, primero porque los demás hombres padecen la misma insatisfacción ante la renuncia que impone la realidad y segundo, porque esta satisfacción resultante de la sustitución del principio del placer, que alucina la satisfacción, por el principio de la realidad, que la rodea, es parte de la realidad.

Cuando las demás personas, incluso las más sanas, nos cuentan sus fantasías, por lo general nos dejan fríos, en cambio, cuando presenciamos los juegos del artista o nos los cuenta, nos los explicamos como sus propias ensoñaciones personales, y sentimos en nosotros mismos un placer que afluye desde muy diversas fuentes.

¿Como lo consigue?, es su más íntimo secreto. Pero sin duda se basa, técnicamente, en la superación de aquella repugnancia relacionada con las barreras que se alzan entre cada yo y los de los demás, y ahí reside el auténtico arte.

Dice Freud, con psicoanalítico sentido del humor, que bueno... que también para poder ser escritor, tengo que superar el asco que me dan las personas, y el asco que me pueda producir usar algo, como un tubo alargado como un dedo, del que sale un líquido por uno de sus extremos, que va a penetrar en la superficie sobre la que lo aplico... es decir esa superficie se va a transformar pero también me va a transformar a mí. Por eso temo cualquier cambio, por los desarreglos que esos cambios van a producir en mi pensamiento.

Para relacionarme, para conocer, para modificar la relación que mantengo con alguien, o con algo como la escritura, la pintura, los libros, etc., que ambiciono realmente tener de otra manera, tengo superar el asco (característico de la posición histérica), que me entra solo de pensar, de imaginar los desarreglos que los nuevos conocimientos van a producir en mi pensamiento, ya que cada vez que adquiero un nuevo saber, cambio de posición inconsciente. Que no pueda seguir en el lugar del que ignora, cuando ya conozco, implica que la cuestión no es donde coloco ese nuevo saber, sino donde me sitúa a mí ese nuevo saber. El contratiempo ahí, puede ser mi negativa a abandonar una posición que ya me es familiar, porque me hace no quedarme en lo familiar y me hace entrar en el mundo. Esto es tan importante, que Freud llega a decir que para no cambiar, el paciente desea (ya dijimos que la inhibición era miedo al cambio)



Superar esta repugnancia y liberarse de esta barrera que se alza entre cada yo y los de los demás, el artista lo hace empleando dos medios técnicos. 1º.- Mitiga el carácter egoísta de su sueño diurno, ¿Cómo? modificando y ocultando, o sea, transformando y mitigando lo escabroso de sus deseos y la fuente de los mismos.

Es decir, que si las fantasías son como una tendencia destinada a refinar los recuerdos, a sublimarlos, lo que hace el artista, además, es refinar sus propias fantasías para ofrecérnoslas.

Y 2º.- Ateniéndose a normas puramente estéticas, ofrece a los demás ─que sufrimos la insatisfacción de iguales deseos─, con la exposición de sus fantasías realizadas, atractivas primas de placer.

Este placer estético que nos ofrece, es un auténtico placer preliminar con el cual, nos facilita la consecución de un placer mayor, que ya procede de otras fuentes psíquicas más profundas, pues el verdadero goce de la obra de arte procede de la descarga de tensiones que se dan en nuestra alma, en tanto, de ahí en adelante, nos pone en situación de gozar, sin avergonzarnos ni reprocharnos nuestras propias fantasías.

Por eso gozamos tanto con el arte.

Tanto la obra de arte como la salud son producciones y en ambos casos hay un acto de amor, ya que amor es dar lo que no se tiene. Hay generosidad en el creador de la obra de arte, que nos da un placer que no posee y del que se beneficia el espectador; y de la salud de la persona sana, se benefician los que le rodean, y tanto en un caso como en otro, ni el artista ni el hombre sano conocen muchas veces a quienes se benefician de su bien.

Muchas Gracias.

lunes, 30 de enero de 2012

La Catarsis (en el cine)

CATARSIS


La Catarsis en Grecia era la purificación ritual de lo afectado por alguna impureza... La eliminación de alguna sustancia nociva para el organismo... O de recuerdos que perturban la conciencia.

Entonces, antes de la Interpretación de los sueños, Freud también creía, que la palabra por ser dicha curaba. O sea que cuando el o la paciente llegaba a recordar la escena traumática, al relatarla , al revivirla , se lograba la curación. Por eso se hipnotizaba, se preguntaba a los parientes... lo que fuera para llegar al trauma. Era la cura por la palabra. La talking-cure, cura por la conversación, o como decía ANNA O., cuando estaba de buen humor, la chimney-sweeping, como la limpieza de la chimenea. En esta época, aun Freud no ha conceptualizado ni el Inconsciente, aún piensa en una especie de doble conciencia o conciencia paralela, ni la transferencia. Lo hará poco tiempo después, en 1900, con la Interpretación de los sueños... Cuyas primeras palabras toma de Fausto:

Ya que no puedo conmover a los dioses del cielo
Moveré a los del infierno.
Aportaré la demostración de la existencia de una técnica psicológica que permite interpretar los sueños y que revela cada uno de ellos como un producto psíquico pleno de sentido...

En esta época, los recuerdos se creía que eran almacenados en un apartado de la conciencia (Error). También se creía que lo que decía el hipnotizado era verdaderamente lo que había ocurrido (Error) En esta época no se distinguía aun entre recuerdo vivido y recuerdo fantaseado. Asunto importantísimo. No se sabia aún que los recuerdos de la infancia son reelaborados en la pubertad, y llegan a la conciencia posteriormente como RECUERDOS ENCUBRIDORES, y lo que es también muy importante, que esta actividad es también inconsciente.

Cuando la Reina era la Conciencia, la intención y el deseo prácticamente eran lo mismo. Con el descubrimiento del Inconsciente, o sea, con su formalización como concepto, el Aparato psíquico se estructura DIGAMOS A GROSSO MODO, en 6 partes inter-relacionadas, (1ª Tópica) Yo. Ello. Superyo. (2ª Tópica) Consciente o conciencia. Preconsciente. Inconsciente.

El deseo es una corriente de energía, no está ligada ni a una persona ni a ninguna imagen, ni a ninguna nada. El deseo desea. Y TODO EL MUNDO DESEA DE LA MISMA MANERA.

Desear es una actividad inconsciente. Es el motor de la vida... Y cuando uno deja de desear se muere.

LOS DESEOS SON EFECTO DEL DESEAR.

Estos deseos del Pre-consciente son los particulares de cada uno. Son lo que se suelen llamar los deseos, no es el deseo inconsciente, tiene que ver con él, pero no es él.

domingo, 22 de enero de 2012

Parejas temerosas

Dice un conocido filósofo francés, que ‘hay comunicación cuando entre los interlocutores no hay miedo’. Me parece interesantísima esta observación, y muy pertinente. Se puede pensar en muchas esferas de nuestra vida; yo voy a permitirme pensar esta frase en el ámbito de la pareja.


Es muy frecuente que lleguen parejas a consulta movidas por el deterioro comunicativo que se ha instalado entre ellos. Se quejan frecuentemente de que: ‘Ya casi no hablamos, porque en cuanto empezamos, nos ponemos a discutir’. ‘Hemos tenido nuestros problemas, como todo el mundo, pero hablábamos, sin embargo ahora, a la primera saltamos’ y ‘Nuestra intimidad se resiente’.

Muchas veces, esas parejas han recorrido, en el deseo de salvar su relación, varias consultas, donde les han dado una serie de técnicas para reducir la ansiedad que se les genera al enfrentar esas ‘situaciones de encuentro’ entre ellos, que terminan en desencuentro: Nunca interrumpir al otro hasta que haya terminado de hablar; contar hasta diez antes, para no contestarle al otro de mala manera; pensar antes dos veces lo que se va a decir, para que el otro no se lo tome mal, etc. Todo va bien durante un tiempo, un año, luego, recaen. Lo cual indica que muchas veces, muchas personas, psicólogas o no, siguen creyendo o se conforman aceptando que todo lo psíquico pasa por el tamiz de la consciencia, y por tanto, que basta con discernir lo afectivo de lo intelectual para que todo esté en su sitio, o sea, estando por un lado las percepciones, sensaciones, emociones, sentimientos (sobre todo ‘estar bien seguros de vuestros sentimientos, les han dicho), y por otro lado, bien separados, los pensamientos, los procesos cognitivos, y los actos voluntarios, ‘vuestros comportamientos y conductas’, ya está todo resuelto. Todo está en su sitio, así que una vez aclarados estos dos aspectos de cada uno, y con los sentimientos bien embridados, todo va a ir bien.

Luego viene la realidad, con su insistencia, mostrando que ella no es así. Que será lo que queramos que sea, menos mentirosa. Así que está claro, entonces que los que nos engañamos somos nosotros, y esa es la verdad, lo que no es mentira.

Ni la conciencia es lo único psíquico, ni todo lo psíquico pasa por la conciencia. El inconsciente existe y no solo existe sino que es característica suya el insistir, y no solamente existe e insiste sino que además sobredetermina a la misma conciencia.

De las personas muy rígidas, estrictas y escrupulosas decimos que su Superyo, su moralidad, determina toda su conducta; y es verdad, pero esa coerción que ejerce su conciencia moral para dominar a sus tendencias instintivas está, a su vez, sobredeterminada por lo inconsciente. Y como de lo inconsciente quien se encarga es el psicoanálisis, sin psicoanálisis, esa persona no podrá no ser más que así, supermoral, so pena de descompensarse y contraer una neurosis más grave.

No se puede no contar con lo más importante de nuestra personalidad. Con lo que rige nuestros deseos y nuestra manera de desear, de pensar, y de relacionarnos con los demás. Tenemos tendencias inconscientes de las que no nos percatamos, porque su manera de expresarse es siempre por medio de un desplazamiento, por medio de un disfraz: un acto fallido, una repetición, un síntoma, una fantasía o un sueño. Siempre disfrazado, transformado en otra cosa, motivo por el cual, la única manera de descubrir su sentido y su íntima relación con la vida de las personas en las que surgen es por medio de la interpretación psicoanalítica.

En todos nosotros, se puede entender que, cuando dos personas se ponen a hablar son como mínimo cuatro. Uno sus deseos inconscientes y otro y sus deseos inconscientes de los que nada saben. Por lo tanto, cuando una pareja va a la consulta ya hay algún deseo de uno que está de acuerdo con algún deseo del otro y a partir de ahí, de ese ‘de acuerdo en algo’ se puede progresar, de común acuerdo.
Muchas veces los propios miembros de la pareja no saben en qué están de acuerdo, sienten que no quieren separarse, pero no saben como hacer para seguir unidos. Eso crea desasosiego, ansiedad y a veces hasta enfermedades, es como si anduvieran por un campo minado, desconociendo donde pueden ‘pisar’ un detonador.

El psicoanálisis nos enseña que donde hay miedo hay deseo. Es decir, que cuando ‘aparece’ ese miedo tiene una función concreta: ocultar un deseo. En otras palabras, ese miedo es un deseo disfrazado de miedo; es decir, el miedo es real, pero es una fachada, no se corresponde con lo que aparenta ser, por eso debe ser interpretado, para que deje de actuar desde lo oscuro de ese rincón del alma.

Fobias

Fobias


Habíamos dicho que una fobia es una emoción o un sentimiento de temor desproporcionado frente a algo (una situación, persona, animal o cosa: ascensor, avión, plaza pública...) que habitualmente no es considerado como peligroso por los demás. Que prácticamente, cualquier cosa puede ser objeto de una fobia, pero nosotros, a lo que nos referimos cuando hablamos de fobias es al mecanismo implicado en esa enfermedad concreta de ese sujeto concreto.

Hay cosas que a todos, en algún momento de nuestra vida, nos pueden llegar a intranquilizar o producir miedo, son los temores de toda la vida, aquellos que debieron sentir nuestros antepasados en tiempos ancestrales: el temor a la oscuridad de la noche, a las serpientes, a las arañas, ratas, tormentas... a esas cosas que en su momento, con razón, se debían temer mientras dormían a oscuras en la cueva, hasta que aprendieron a hacer fuego y usarlo como luz. Esos temores en su tiempo estuvieron plenamente justificados.

Hay padecimientos por traumatismo psíquico que pueden considerarse como de tipo fóbico; han sido adquiridos más o menos recientemente y además han sido lo suficientemente traumáticos, como para dejar como secuelas psíquicas, el temor a que vuelva a repetirse la situación, o la imposibilidad de olvidarse de ello, tal es el caso de desastres naturales, actos de violencia, accidentes de automóvil, etc., en estos casos ‘comprendemos’ la motivación del trauma, porque manifiestamente la hay. Estos casos tienen tratamiento muy específico, y en relativamente poco tiempo se pueden superar. Pero hay otros casos que confunden al observador: se hacen pasar por fobias, pero no son fobias, por eso no responden adecuadamente al tratamiento. Son muchas las personas que cuando se les pregunta por ‘su fobia’ por ciertos animales, con los que se tiene una relación más o menos infrecuente, como pueden ser las cucarachas, las ratas, las arañas, aves como las gallinas, etc., responden muy exactamente que con eso ‘no pueden’, que sienten ‘un asco terrible’. Esto es muy importante, esa diferenciación concretamente, puede y suele indicar que no se trata en absoluto de una fobia, sino de otro tipo de afección, y precisamente el asco es el sentimiento predominante en la histeria. Esto es muy importante. En una auténtica fobia, real, el sujeto no dirá nunca, que viene a tratarse del asco que siente por los caballos, los perros, los ascensores, los barcos o aviones, puesto que el afecto predominante en esos casos, no es el asco sino la angustia; y todas las prevenciones, las precauciones y las restricciones que se impone el sujeto con una fobia, son justamente para evitar el ataque de angustia.

Cuando el individuo padece agorafobia [ o / y ] claustrofobia, a las plazas públicas, a las calles amplias o simplemente a la calle, a un ascensor, una habitación sin ventana... y no sale de casa o no sale jamás sin compañía es para evitar el ataque de angustia, las palpitaciones, la sudoración, la respiración acelerada, la presión en el pecho, la sensación de morirse allí mismo o el miedo a volverse loco/a... es para evitar que se produzca ese mecanismo que ‘salta automáticamente’.

Las fobias pueden ser muy incapacitantes para el que las padece, y muy molestas para quienes les rodean; a veces, cuando el padeciente no puede salir de casa, no puede trabajar para ganarse su sustento, de manera que queda en total dependencia económica. Los fóbicos sin tratar, cada vez limitan más su actividad cotidiana, y para evitar el contacto con el objeto fóbico que sea, desarrollan todo una serie de conductas de evitación o precaución que los va encerrando dentro de una muralla cada vez más limitada. El fóbico, en general, tiene miedo a las personas, evita el contacto con los otros, lo cual limita su vida social de manera muy importante.

El psicoanálisis ha demostrado que: Cuando el miedo no está en su lugar se teme a todo. Pueden ver en la psicoterapia de casos de todo tipo, descritos en la experiencia de Freud, que el miedo ese del que hablamos, no es a los ascensores o a los espacios abiertos o a ir por la calle sin la compañía de alguien de confianza, que ahí es, únicamente, donde se pone de manifiesto, porque en realidad, en la realidad real, el miedo se ha desplazado de lugar. Se ha producido un desplazamiento desde el lugar inicial donde surgió y donde ese sentimiento estaba justificado, a otro lugar, a otra cosa, que es donde aparece, donde aparenta ser, por eso aparece como injustificado, como irracional (temo que me muerda un caballo). Este es el motivo por el cual las fobias no desaparecen por muy buenas que sean las razones que traten de convencer al fóbico de lo injustificado de su temor y lo inadecuado o extravagante de su conducta, pero tampoco prescribiéndole las más novedosas medicaciones, porque las fobias son reflejo de otra cosa.

El síntoma de la fobia, pone en acto una escena, representa a algo que en la realidad real corresponde, a otra obra, con la que sin duda tiene relación. Esta relación para el padeciente permanece inconsciente. De ahí que Freud, precisamente indicara que para llegar a solucionar el padecimiento del fóbico, había que empezar, por hallar el sentido de ese síntoma y su lugar en la vida psíquica de esa persona concreta, porque el objeto elegido, o sea, la cosa o situación elegida, para la fobia, no es arbitrario, no es un objeto cualquiera, está en relación íntima con la historia personal del fóbico.

Por eso, el proceso terapéutico, no puede no pasar por la palabra. El sujeto, que desea curarse, al hacerse paciente, va, hablando con su terapeuta, viendo, en lo que va diciendo o contando o confesándose a sí mismo, ante otro el terapeuta, en una relación transferencial, aspectos desconocidos de él mismo para él mismo, porque son inconscientes, y según esos determinantes inconscientes van dejando de serlo, van dejando de condicionar su vida, y va pudiendo ir viviendo la vida que ahora sí, puede ir queriendo vivir.

miércoles, 11 de enero de 2012

Imposible

Imposible


No podemos hacernos a la idea de que no nos quieran. No podemos hacernos a la idea de que nos quieran perder. No podemos hacernos a la idea de que nos no nos quieran ver más, de que nos quieran perder de vista. No podemos hacernos a la idea de que hayamos muerto para alguien, de que para alguien lo estemos simbólicamente. No podemos hacernos a la idea de perdernos nosotros mismos. Sencillamente no podemos.
Nuestro narcisismo no está preparado para ello. Con nuestro narcisismo, con el narcisismo, no podemos acabar por que es estructural, (forma parte de la estructura de nuestra personalidad), podemos legislar el narcisismo, pero no liquidarlo. No es posible conservar la vida sin un cierto amor por nosotros mismos.
Y sin embargo, es fácil habituarnos a perder, nos acostumbramos, y muchas, muchas veces nos es más fácil perder que ganar. Soportamos mejor el fracaso que el éxito. Sentimos que nos cuesta menos seguir igual que cambiar, que crecer. Quizá porque ya nacemos en pérdida. De la muerte venimos, a la muerte nos dirigimos y por el solo hecho de nacer ya somos deudores naturales de nuestra propia muerte. A perder, a fracasar, estamos acostumbrados, a que nos pierdan no, a que nos sustituyan, no. Es para nosotros impensable, nos sentimos insustituibles. No podemos pensar el mundo, nuestro pequeño mundo, sin nosotros en él. ¿Cómo encajar que ya no nos quieren? ¿Cómo encajar que otro nos ha borrado de ese mundo, que ha sido 'nuestro mundo', y que ya no tenemos cabida en ese mundo?
Muchas personas caen en depresión ante situaciones como estas. Se identifican con el objeto perdido, o sea con quien los perdió, y en esa identificación se maltratan y se hacen sufrir a sí mismos, porque se toman como al otro, o sea, se identifican con el oytro, una manera de negar lo perdido. No somos sencillos, en absoluto. Lo perdido, a primera vista, una relación, una pareja, un ideal, tampoco es solamente eso, una relación, una pareja, un ideal, también es lo que conllevaba, aquello que formaba parte del ‘pack’.
¿Por qué desconfiar de los demás, si todo el mundo es bueno?...
¡¿Qué tu pareja no te quiere?, Pues, ya sabes, -te dicen- Chica olvídate. Un clavo saca a otro clavo!
La sabiduría popular acierta con el consejo, como casi siempre, pues en verdad, la solución es sustituir... Pero la dificultad está en el cómo hacerlo. Yo recomiendo el psicoanálisis porque enseña como ir pudiendo, sin necesidad de enfermarse de depresión, de melancolía o cualquier otra enfermedad que a uno inconscientemente se le pueda ocurrir (digo inconscientemente, porque el razonamiento inconsciente, si lo hubiera, sería del estilo de: ¿Ves esto que me pasa?, pues es por tu culpa; es decir, que la finalidad es culpabilizar al otro, pero sufriendo uno. Así pues decía que ayuda a que el doliente en vez de quedarse lamiéndose las heridas, vaya recuperando su propio amor, ese amor que depositó (proyectándolo como atribuciones, como atributos) en el objeto perdido. ¿Para qué? Para que una vez recuperado de ese estancamiento, y vuelto a su ser social, pueda ser puesto de nuevo en movimiento, en circulación. Y es que la pérdida y lo perdido, no tienen por qué ni ser lo mismo ni coincidir.