Arte y Psicoanálisis 3
(Continuación de: Nada es sin trabajo: Una aproximación psicoanalítica al mundo del artista y de la creación. Conferencia dictada en la Escuela de pintura Espai de Art)
Si la persona, si uno es capaz de comprometerse a comunicar imparcialmente todo lo que atraviese su pensamiento, sin retener ninguna ocurrencia por insignificante, absurda, o desatinada que le parezca, conseguiremos material suficiente como para solucionar el problema de la falta de ocurrencias, porque dirigiremos precisamente nuestra atención sobre aquellas asociaciones involuntarias que en el resto de los casos serían rechazadas por la crítica como algo que perturba nuestra reflexión.
Porque sabemos, que cuando algo nos perturba es porque nuestro goce está interesado en ello, y nos turba porque nos produce un goce que tiene que ver con la sexualidad, pero la sexualidad implica la mortalidad, y eso es lo que nos perturba, que en ese goce hay algo de lo no queremos saber nada.
Lo que ocurre es que ese no querer saber nada de nuestra mortalidad, nos impide gozar. Para gozar hay que ser mortal. Son las limitadas posibilidades de gozarlo, lo que lo hace precioso. Lo que incrementa el valor de lo bello es precisamente su cualidad de perecedero.
Eso que sabemos pero no queremos saber, eso..., lo que sabemos, es lo que reprimimos. Reprimimos, pero no suprimimos, por eso de lo reprimido solo nos llegan sus efectos, siempre transformados, disfrazados, deformados, ¿para qué?, para que sean interpretados erróneamente por la conciencia. Así que haciéndose pasar por algo que no nos interesa, algo sin importancia, que circula por unas vías que no son las vías principales, las vías de la razón, esas deformaciones pasan más fácilmente desapercibidas a la atención de la conciencia, engañándola doblemente.
Para averiguar cuales son esas ocurrencias, le pedimos al sujeto que simplemente observe y comunique, lo que se le vaya ocurriendo, como quien mira por la ventanilla del vagón de un tren y describe a sus compañeros, cómo el paisaje va cambiando ante sus ojos, sin pararse a reflexionar, siendo absolutamente sincero y sin callar nunca algo porque le resulte desagradable comunicarlo.
¿Por qué? Porque la disposición de ánimo de quien reflexiona es totalmente distinta de la de quien observa sus propios procesos psíquicos.
Siempre va a haber concentración de la atención, pero en la reflexión, como rechazamos, interrumpimos, negamos y reprimimos, porque realizamos una gran labor crítica, se gasta más energía psíquica.
Sin embargo en la auto¬observación, el único esfuerzo que realizamos es el de reprimir la crítica para que haya una más libre transferencia de energía de representaciones no permitidas a representaciones permitidas. Así, al distribuirse más homogéneamente la energía psíquica de la atención (que es móvil) por todo el aparato psíquico, (gracias al relajamiento de la voluntad y de la actividad crítica, que el resto del tiempo dejamos actuar libremente sobre el curso de nuestros pensamientos), surgen las representaciones involuntarias ‘transformadas en imágenes’ (la conciencia maneja las palabras que designan a las cosas, el inconsciente las imágenes de las cosas) y con la re¬nuncia intencionada a la crítica, nos ahorramos una energía psíquica que podemos emplear en atender a los pensamientos emergentes, de esta manera se pueden transformar las representaciones involuntarias, en representaciones voluntarias, conscientes y sobre todo, usables para nuevas asociaciones, porque como decía Shiller:
Puede que aisladamente considerada, una idea sea insignificante o aventurada, pero es posible también que con otra posterior o uniéndose a otras, tan insulsas como ella, forme un conjunto nada despreciable.
martes, 26 de junio de 2012
martes, 19 de junio de 2012
Arte y Psicoanálisis 4
(Continuación de: Nada es sin trabajo: Una aproximación psicoanalítica al mundo del artista y de la creación. Conferencia dictada en la Escuela de pintura Espai de Art)
Puede ocurrir que ciertos pensamientos involuntarios desencadenen en nosotros una fuerte resistencia que tienda a impedirles llegar a la conciencia. Cuando esto ocurre, la causa es que entre esos pensamientos hay alguna idea reprimida, una idea superada y proscrita por el yo, que ya en su momento la sancionó como ilícita y prohibida para siempre por considerarla moralmente intolerable, pero que ha conseguido burlar la censura, y presentarse, por ejemplo, como una incertidumbre, como una duda, sobre un tema prohibido.
Estos pensamientos inconscientes, reprimidos, suelen estar relacionados con la compleja cuestión edípica, de ahí el malestar que generan. Cuando son interpretados correctamente queda desactivada su capacidad de generar displacer, y entonces, al no suponer ya un peligro, se modifica el límite de ese horror, y esa cuestión puede ser ya incluida en el conjunto de lo comprensible, de lo con sentido de la vida despierta.
Se trata de enseñarle al sujeto a nombrar, a articular esos sin sentidos aparentes y a permitir la existencia de ese deseo que insiste y afecta al sujeto en su discurso, en tanto hay ciertas combinaciones de palabras que le dan miedo, ciertas combinaciones que le dan asco, o le producen celos, envidia, vergüenza, etc.
Ya no es más el, primero pienso y luego hablo. No. Ahora es: Pienso porque hablo. Hay simultaneidad, según voy hablando voy produciendo el pensamiento. Cuando hablo me doy cuenta de mi posición inconsciente.
Por ejemplo, cuando el sujeto está en posición histérica renuncia a combinar las palabras de una cierta manera; el obsesivo renuncia de otra cierta manera y el psicótico o el paranoico renuncian, de otra manera diferente. Nada es al azar, nada es por casualidad.
Esa manera particular de negarse a la mera posibilidad de combinar las palabras del lenguaje en el habla, es inconsciente, está determinada por la posición inconsciente en la que quedó fijado el sujeto en aquel proceso de hominización, o tiempo de constitución del sujeto psíquico, o sea, en aquel paso que tuvo que dar, que hubo de dar, renunciando a sus deseos infantiles, para acceder al desear adulto. Para pasar de la demanda al deseo, para ser un sujeto deseante.
(La diferencia entre demanda y deseo es que en la Demanda amorosa: Al objeto del amor le pido que me ame: necesito una persona. Pero para desear no necesito de ninguna persona. Al objeto del deseo no le pido nada, lo deseo)
El auténtico descubrimiento del psicoanálisis no es el inconsciente,
...que ya existía antes de Freud, ni el Edipo, que procede de la Grecia de Sófocles, ni la universalidad del Tabú del incesto, confirmada por los antropólogos culturales. No. ...es el del Aparato psíquico y su mecanismo de producción. Que el mismo mecanismo produce efectos muy diferentes, un fallido, un olvido, un chiste, un sueño, una fantasía, un síntoma. Y que gracias a ese conocimiento, podemos, partiendo de sus efectos, y haciendo un recorrido inverso, reconstruir todo su modo de producción, o sea llegar a sus causas, llegar al deseo que las causó. Y así sabemos que sabemos que los sueños son un producto, efecto de un trabajo inconsciente, donde hay un contenido manifiesto: el relato del sueño, que es como la fachada del sueño y un contenido latente en el cual una motivación cumple un propósito: que se realice un deseo. Ese es el sentido del sueño, que se realice un deseo.
(Continuación de: Nada es sin trabajo: Una aproximación psicoanalítica al mundo del artista y de la creación. Conferencia dictada en la Escuela de pintura Espai de Art)
Puede ocurrir que ciertos pensamientos involuntarios desencadenen en nosotros una fuerte resistencia que tienda a impedirles llegar a la conciencia. Cuando esto ocurre, la causa es que entre esos pensamientos hay alguna idea reprimida, una idea superada y proscrita por el yo, que ya en su momento la sancionó como ilícita y prohibida para siempre por considerarla moralmente intolerable, pero que ha conseguido burlar la censura, y presentarse, por ejemplo, como una incertidumbre, como una duda, sobre un tema prohibido.
Estos pensamientos inconscientes, reprimidos, suelen estar relacionados con la compleja cuestión edípica, de ahí el malestar que generan. Cuando son interpretados correctamente queda desactivada su capacidad de generar displacer, y entonces, al no suponer ya un peligro, se modifica el límite de ese horror, y esa cuestión puede ser ya incluida en el conjunto de lo comprensible, de lo con sentido de la vida despierta.
Se trata de enseñarle al sujeto a nombrar, a articular esos sin sentidos aparentes y a permitir la existencia de ese deseo que insiste y afecta al sujeto en su discurso, en tanto hay ciertas combinaciones de palabras que le dan miedo, ciertas combinaciones que le dan asco, o le producen celos, envidia, vergüenza, etc.
Ya no es más el, primero pienso y luego hablo. No. Ahora es: Pienso porque hablo. Hay simultaneidad, según voy hablando voy produciendo el pensamiento. Cuando hablo me doy cuenta de mi posición inconsciente.
Por ejemplo, cuando el sujeto está en posición histérica renuncia a combinar las palabras de una cierta manera; el obsesivo renuncia de otra cierta manera y el psicótico o el paranoico renuncian, de otra manera diferente. Nada es al azar, nada es por casualidad.
Esa manera particular de negarse a la mera posibilidad de combinar las palabras del lenguaje en el habla, es inconsciente, está determinada por la posición inconsciente en la que quedó fijado el sujeto en aquel proceso de hominización, o tiempo de constitución del sujeto psíquico, o sea, en aquel paso que tuvo que dar, que hubo de dar, renunciando a sus deseos infantiles, para acceder al desear adulto. Para pasar de la demanda al deseo, para ser un sujeto deseante.
(La diferencia entre demanda y deseo es que en la Demanda amorosa: Al objeto del amor le pido que me ame: necesito una persona. Pero para desear no necesito de ninguna persona. Al objeto del deseo no le pido nada, lo deseo)
El auténtico descubrimiento del psicoanálisis no es el inconsciente,
...que ya existía antes de Freud, ni el Edipo, que procede de la Grecia de Sófocles, ni la universalidad del Tabú del incesto, confirmada por los antropólogos culturales. No. ...es el del Aparato psíquico y su mecanismo de producción. Que el mismo mecanismo produce efectos muy diferentes, un fallido, un olvido, un chiste, un sueño, una fantasía, un síntoma. Y que gracias a ese conocimiento, podemos, partiendo de sus efectos, y haciendo un recorrido inverso, reconstruir todo su modo de producción, o sea llegar a sus causas, llegar al deseo que las causó. Y así sabemos que sabemos que los sueños son un producto, efecto de un trabajo inconsciente, donde hay un contenido manifiesto: el relato del sueño, que es como la fachada del sueño y un contenido latente en el cual una motivación cumple un propósito: que se realice un deseo. Ese es el sentido del sueño, que se realice un deseo.
martes, 12 de junio de 2012
Arte y Psicoanálisis 5
(Continuación de: Nada es sin trabajo: Una aproximación psicoanalítica al mundo del artista y de la creación. Conferencia dictada en la Escuela de pintura Espai de Art)
Qué relación hay entre soñar, fantasear, jugar y crear.
Soñar es normal, es algo que hace todo el mundo, puesto que todo el mundo sueña, porque cuando uno sueña desea, y si uno no desea es que está muerto, y en sus sueños va más allá, se desquita de las limitaciones que impone la realidad.
Lo mismo pero despiertos, ir más allá de esas limitaciones que impone la realidad, es lo que hace el que fantasea y el niño en sus juegos, y ¿acaso no hacen lo mismo el artista, el científico y el poeta?
Vamos a buscar en el jugar infantil, las primeras huellas de la actividad fantasiosa, para ver si, de alguna manera, descubrimos una actividad semejante en la creación artística.
(Son muchos aún los problemas que se plantean en lo que concierne a la relación entre la creación artística y el goce, del artista y del espectador de la obra de arte, ya que las mismas fuerzas que impulsan el arte, conducen a otros individuos a la neurosis....puesto que toda enfermedad, en todos los casos, es el producto de una desavenencia del Yo frente a la realidad, unas veces porque el Superyó pide al Yo que la acepte, y otras porque el Ello pide al Yo que la rechace, y cada vez que el Yo no puede conciliar su apetito de esclavizarse y complacer a todos sus amos, aparece el conflicto. Pero... es que esas mismas fuerzas, que son los mismos conflictos, son también las que han movido a la sociedad a la creación de sus instituciones, en las que el arte aún está a la espera, de que le sea señalado su puesto real en el complicado edificio de las compensaciones de los deseos humanos.
Pero volviendo al tema...)
Sabemos cuatro cosas
─ Que la ocupación favorita y más intensa del niño es el juego.
─ Que el niño puede jugar sin otros, pero nunca juega sin realidad.
─ Que se toma muy en serio su juego.
─ Y que en ese juego pone todo su sentimiento.
Ahora bien lo que se ante-pone al juego del niño, no es la seriedad es la realidad, a veces, en forma de madre diciendo: Manolín, deja la pelota, lávate las manos y siéntate a la mesa que está a punto de llegar tu padre. Lo que se antepone al juego es la realidad, y cuando el niño juega, aunque pone en ello todo su sentimiento, distingue muy bien la realidad, de la realidad de su juego, y también observamos que cuando juega se apoya en el mundo real, en lo que él imagina que es.
Corre el chaval por toda la casa con una escoba entra las piernas y le arrea con la mano a modo de fusta, mientras grita entusiasmado: Arre Babieca, pero si le preguntamos que si ya le ha dado de comer al caballo él nos dirá: Es una escoba.
En este apoyarse en la realidad se diferencia el juego infantil de la fantasía del adulto.
El adulto deroga la realidad, la deja sin vigencia, la anula.
El niño, sin embargo, cuando juega, hace como el artista: se crea un mundo propio, sitúa las cosas de su mundo a su gusto, y crea un orden nuevo. Igual que el artista, que se crea un mundo fantástico, se lo toma muy en serio, se siente íntimamente ligado a él, lo llena de afecto y aún así, no deja de diferenciarlo perfectamente de la realidad.
Las personas cuando crecemos dejamos de jugar, tenemos que prescindir de ese placer, pero como realmente no podemos, porque no podemos renunciar a nada de lo que nos ha producido placer, lo que hacemos es sustituir, cambiamos los juegos infantiles por las fantasías adultas, y entonces, hacemos castillos en el aire, soñamos despiertos, y además, suponemos que somos los únicos que tenemos fantasías; o sea, que les negamos a los demás la posibilidad de fantasear, porque como nosotros mismos, no se las contamos a los demás, hacemos como si los demás tampoco tuvieran fantasías.
A este fantasear adulto no se le ha dado la importancia que tiene y así ha pasado inadvertido, el motivo es que es más difícil de observar que el jugar de los niños.
Cuando juega, el niño, acompañado o solo, forma un sistema psíquico cerrado, un mundo, del que excluye, de momento, todo lo que no está en el juego, y no ofrece sus juegos como espectáculo a los demás, al adulto, pero tampoco los oculta, porque en sus juegos no hay nada que le avergüence: juega a ser mayor e imita lo que conoce de la vida de los mayores. Su juego siempre está regido por su deseo de ser adulto y para un niño desear ser adulto es normal, no es ninguna inmoralidad, es un deseo moral, y por tanto, no tiene ningún motivo para ocultarlo.
Ahí está la diferencia fundamental, el adulto se avergüenza de sus fantasías y las oculta, las considera algo tan íntimo que preferiría confesar sus culpas antes que contar sus fantasías.
¿Y por qué? Porque entre los deseos que generan sus fantasías, algunos son ilícitos, otros son hostiles y otros son francamente sexuales; por eso las oculta.
La fantasía de los adultos viene con un no, porque viene con vergüenza, con inhibiciones y con culpas. Por eso todo el mundo, oculta sus fantasías, hombres y mujeres, porque tiene motivos para ello.
Las fantasías podemos resumirlas en dos grandes grupos: las ambiciosas y las eróticas, puesto que egoístas lo son todas sin excepción, igual que el amor a la propia comodidad, que es inconciliable con el respeto a la comodidad de las otras personas.
En la mujer, la fantasía es erótica y se da directamente. Como la mujer necesita ser amada para desear, su deseo es ser amada, aspira a ser amada, así que como su ambición es ser amada su fantasía no necesita de rodeos.
En el hombre, la fantasía erótica se da indirectamente. Como él necesita ser deseado para amar, su fantasía erótica necesita dar un rodeo, así que satisface su ambición realizando grandes proezas, consiguiendo riquezas, poder, reconocimiento, prestigio, etc., y gracias a esa ambición suya conquista a la dama a cuyos pies rinde sus éxitos.
Los productos de esta actividad fantaseadora no son rígidos, tienen el sello del momento, y también se transforman con las circunstancias del sujeto, pero además, tienen una relación muy especial con el tiempo, ya que presente, pasado y futuro aparecen engarzados por el hilo del deseo:
En un 1er tiempo Una impresión actual despierta uno de los grandes deseos de las personas.
En el 2º tiempo Ese deseo, toma el recuerdo de un suceso pasado en el que quedó satisfecho (ese deseo) y
En el 3er tiempo Crea una situación referida al futuro que presenta la satisfacción de dicho deseo.
Por ejemplo, un sujeto se ha quedado huérfano y le habéis dado las señas de un empresario a ver si le puede proporcionar trabajo. De camino hacia casa del empresario, este sujeto va tejiendo quizá un ensueño, una fantasía cuyo contenido será seguramente el de que obtiene la colocación deseada, complace tanto a sus jefes, que se vuelve indispensable, así es recibido por la familia del jefe, se casa con su bella hija y pasa a ser socio de su suegro, y luego, su sucesor en el negocio.
Es decir, que con todo esto, este sujeto se ha creado una sustitución de lo que antes poseyó en su infancia: un hogar protector, padres amantes y los primeros objetos de su inclinación cariñosa.
El deseo utiliza una ocasión del presente para proyectar conforme al modelo pasado una imagen del porvenir.
Hay un malestar en la cultura que está relacionado con la represión a que tenemos que someter una gran parte de nuestra vida instintiva, fundamentalmente en lo que toca a la satisfacción sexual, ya desde la más tierna infancia, para poder vivir en sociedad y aprovecharnos de lo que los logros culturales. Esta fuerza represora que actúa sobre nosotros, la determinación social de los modelos ideológicos del estado, y la determinación inconsciente, hacen casi imposible cualquier escapatoria, así que la libertad del individuo queda casi reducida a las fisuras que se producen en la articulación entre estas variables, una de esas fisuras por ejemplo es la doble moral sexual.
Lo que impulsa las fantasías es la insatisfacción, y cada fantasía es una rectificación de esa insatisfacción en la realidad, y simultáneamente, también una satisfacción de deseos. Pero esa satisfacción, en la fantasía, no llega por la modificación la realidad, preparando las condiciones necesarias para que se produzca el efecto deseado, sino que llega por la vía rápida, alucinando que se satisface.
Por eso cuando alguien fantasea demasiado, decimos que está a punto de caer en una neurosis, porque exceso de fantasía, es previo al síntoma neurótico.
En las fantasías, y en los sueños, se movilizan en nosotros deseos que nos avergüenzan, que nos ocultamos a nosotros mismos y de los que no queremos saber nada, y que por eso han sido reprimidos, desplazados a lo inconsciente, pero no suprimidos. Siguen actuando.
Estos deseos reprimidos y sus ramificaciones: los sueños, las fantasías, los síntomas, solo buscan expresarse, transformarse.
Por eso: los sueños que recordamos haber soñado, y las fantasías que imaginamos son la necesaria deformación de la satisfacción de los deseos que las produjeron... porque el Preconsciente no deja pasar nada sin antes ejercer sobre ello sus derechos, esto es, imponiéndoles cualquier transformación que le parezca conveniente.
(Continuación de: Nada es sin trabajo: Una aproximación psicoanalítica al mundo del artista y de la creación. Conferencia dictada en la Escuela de pintura Espai de Art)
Qué relación hay entre soñar, fantasear, jugar y crear.
Soñar es normal, es algo que hace todo el mundo, puesto que todo el mundo sueña, porque cuando uno sueña desea, y si uno no desea es que está muerto, y en sus sueños va más allá, se desquita de las limitaciones que impone la realidad.
Lo mismo pero despiertos, ir más allá de esas limitaciones que impone la realidad, es lo que hace el que fantasea y el niño en sus juegos, y ¿acaso no hacen lo mismo el artista, el científico y el poeta?
Vamos a buscar en el jugar infantil, las primeras huellas de la actividad fantasiosa, para ver si, de alguna manera, descubrimos una actividad semejante en la creación artística.
(Son muchos aún los problemas que se plantean en lo que concierne a la relación entre la creación artística y el goce, del artista y del espectador de la obra de arte, ya que las mismas fuerzas que impulsan el arte, conducen a otros individuos a la neurosis....puesto que toda enfermedad, en todos los casos, es el producto de una desavenencia del Yo frente a la realidad, unas veces porque el Superyó pide al Yo que la acepte, y otras porque el Ello pide al Yo que la rechace, y cada vez que el Yo no puede conciliar su apetito de esclavizarse y complacer a todos sus amos, aparece el conflicto. Pero... es que esas mismas fuerzas, que son los mismos conflictos, son también las que han movido a la sociedad a la creación de sus instituciones, en las que el arte aún está a la espera, de que le sea señalado su puesto real en el complicado edificio de las compensaciones de los deseos humanos.
Pero volviendo al tema...)
Sabemos cuatro cosas
─ Que la ocupación favorita y más intensa del niño es el juego.
─ Que el niño puede jugar sin otros, pero nunca juega sin realidad.
─ Que se toma muy en serio su juego.
─ Y que en ese juego pone todo su sentimiento.
Ahora bien lo que se ante-pone al juego del niño, no es la seriedad es la realidad, a veces, en forma de madre diciendo: Manolín, deja la pelota, lávate las manos y siéntate a la mesa que está a punto de llegar tu padre. Lo que se antepone al juego es la realidad, y cuando el niño juega, aunque pone en ello todo su sentimiento, distingue muy bien la realidad, de la realidad de su juego, y también observamos que cuando juega se apoya en el mundo real, en lo que él imagina que es.
Corre el chaval por toda la casa con una escoba entra las piernas y le arrea con la mano a modo de fusta, mientras grita entusiasmado: Arre Babieca, pero si le preguntamos que si ya le ha dado de comer al caballo él nos dirá: Es una escoba.
En este apoyarse en la realidad se diferencia el juego infantil de la fantasía del adulto.
El adulto deroga la realidad, la deja sin vigencia, la anula.
El niño, sin embargo, cuando juega, hace como el artista: se crea un mundo propio, sitúa las cosas de su mundo a su gusto, y crea un orden nuevo. Igual que el artista, que se crea un mundo fantástico, se lo toma muy en serio, se siente íntimamente ligado a él, lo llena de afecto y aún así, no deja de diferenciarlo perfectamente de la realidad.
Las personas cuando crecemos dejamos de jugar, tenemos que prescindir de ese placer, pero como realmente no podemos, porque no podemos renunciar a nada de lo que nos ha producido placer, lo que hacemos es sustituir, cambiamos los juegos infantiles por las fantasías adultas, y entonces, hacemos castillos en el aire, soñamos despiertos, y además, suponemos que somos los únicos que tenemos fantasías; o sea, que les negamos a los demás la posibilidad de fantasear, porque como nosotros mismos, no se las contamos a los demás, hacemos como si los demás tampoco tuvieran fantasías.
A este fantasear adulto no se le ha dado la importancia que tiene y así ha pasado inadvertido, el motivo es que es más difícil de observar que el jugar de los niños.
Cuando juega, el niño, acompañado o solo, forma un sistema psíquico cerrado, un mundo, del que excluye, de momento, todo lo que no está en el juego, y no ofrece sus juegos como espectáculo a los demás, al adulto, pero tampoco los oculta, porque en sus juegos no hay nada que le avergüence: juega a ser mayor e imita lo que conoce de la vida de los mayores. Su juego siempre está regido por su deseo de ser adulto y para un niño desear ser adulto es normal, no es ninguna inmoralidad, es un deseo moral, y por tanto, no tiene ningún motivo para ocultarlo.
Ahí está la diferencia fundamental, el adulto se avergüenza de sus fantasías y las oculta, las considera algo tan íntimo que preferiría confesar sus culpas antes que contar sus fantasías.
¿Y por qué? Porque entre los deseos que generan sus fantasías, algunos son ilícitos, otros son hostiles y otros son francamente sexuales; por eso las oculta.
La fantasía de los adultos viene con un no, porque viene con vergüenza, con inhibiciones y con culpas. Por eso todo el mundo, oculta sus fantasías, hombres y mujeres, porque tiene motivos para ello.
Las fantasías podemos resumirlas en dos grandes grupos: las ambiciosas y las eróticas, puesto que egoístas lo son todas sin excepción, igual que el amor a la propia comodidad, que es inconciliable con el respeto a la comodidad de las otras personas.
En la mujer, la fantasía es erótica y se da directamente. Como la mujer necesita ser amada para desear, su deseo es ser amada, aspira a ser amada, así que como su ambición es ser amada su fantasía no necesita de rodeos.
En el hombre, la fantasía erótica se da indirectamente. Como él necesita ser deseado para amar, su fantasía erótica necesita dar un rodeo, así que satisface su ambición realizando grandes proezas, consiguiendo riquezas, poder, reconocimiento, prestigio, etc., y gracias a esa ambición suya conquista a la dama a cuyos pies rinde sus éxitos.
Los productos de esta actividad fantaseadora no son rígidos, tienen el sello del momento, y también se transforman con las circunstancias del sujeto, pero además, tienen una relación muy especial con el tiempo, ya que presente, pasado y futuro aparecen engarzados por el hilo del deseo:
En un 1er tiempo Una impresión actual despierta uno de los grandes deseos de las personas.
En el 2º tiempo Ese deseo, toma el recuerdo de un suceso pasado en el que quedó satisfecho (ese deseo) y
En el 3er tiempo Crea una situación referida al futuro que presenta la satisfacción de dicho deseo.
Por ejemplo, un sujeto se ha quedado huérfano y le habéis dado las señas de un empresario a ver si le puede proporcionar trabajo. De camino hacia casa del empresario, este sujeto va tejiendo quizá un ensueño, una fantasía cuyo contenido será seguramente el de que obtiene la colocación deseada, complace tanto a sus jefes, que se vuelve indispensable, así es recibido por la familia del jefe, se casa con su bella hija y pasa a ser socio de su suegro, y luego, su sucesor en el negocio.
Es decir, que con todo esto, este sujeto se ha creado una sustitución de lo que antes poseyó en su infancia: un hogar protector, padres amantes y los primeros objetos de su inclinación cariñosa.
El deseo utiliza una ocasión del presente para proyectar conforme al modelo pasado una imagen del porvenir.
Hay un malestar en la cultura que está relacionado con la represión a que tenemos que someter una gran parte de nuestra vida instintiva, fundamentalmente en lo que toca a la satisfacción sexual, ya desde la más tierna infancia, para poder vivir en sociedad y aprovecharnos de lo que los logros culturales. Esta fuerza represora que actúa sobre nosotros, la determinación social de los modelos ideológicos del estado, y la determinación inconsciente, hacen casi imposible cualquier escapatoria, así que la libertad del individuo queda casi reducida a las fisuras que se producen en la articulación entre estas variables, una de esas fisuras por ejemplo es la doble moral sexual.
Lo que impulsa las fantasías es la insatisfacción, y cada fantasía es una rectificación de esa insatisfacción en la realidad, y simultáneamente, también una satisfacción de deseos. Pero esa satisfacción, en la fantasía, no llega por la modificación la realidad, preparando las condiciones necesarias para que se produzca el efecto deseado, sino que llega por la vía rápida, alucinando que se satisface.
Por eso cuando alguien fantasea demasiado, decimos que está a punto de caer en una neurosis, porque exceso de fantasía, es previo al síntoma neurótico.
En las fantasías, y en los sueños, se movilizan en nosotros deseos que nos avergüenzan, que nos ocultamos a nosotros mismos y de los que no queremos saber nada, y que por eso han sido reprimidos, desplazados a lo inconsciente, pero no suprimidos. Siguen actuando.
Estos deseos reprimidos y sus ramificaciones: los sueños, las fantasías, los síntomas, solo buscan expresarse, transformarse.
Por eso: los sueños que recordamos haber soñado, y las fantasías que imaginamos son la necesaria deformación de la satisfacción de los deseos que las produjeron... porque el Preconsciente no deja pasar nada sin antes ejercer sobre ello sus derechos, esto es, imponiéndoles cualquier transformación que le parezca conveniente.
lunes, 4 de junio de 2012
Arte y Psicoanálisis: Conferencia
Arte y Psicoanálisis 6
(Continuación de: Nada es sin trabajo: Una aproximación psicoanalítica al mundo del artista y de la creación. Conferencia dictada en la Escuela de pintura Espai de Arte,)
Como vemos, en realidad, no renunciamos a nada de lo que nos produjo placer, y tanto la fantasía, como la creación artística son la continuación y el sustitutivo de los juegos infantiles.
Pero el arte, dice Freud, no trata, no intenta, consigue conciliar el mundo de la realidad y el mundo del deseo por un camino muy peculiar. Forma un dominio intermedio entre la realidad, ─que nos niega el cumplimiento de nuestros deseos─, y el mundo de la fantasía, que nos procura su satisfacción.
Es decir, el arte brinda satisfacciones sustitutivas para las renuncias culturales más antiguas, que siguen siendo las más profundamente sentidas, por eso las satisfacciones que nos proporciona el arte son lo más eficaz para reconciliarnos con los sacrificios que nos imponen esas renuncias.
Y además de que con sus creaciones los artistas realzan los sentimientos de identificación necesarios en todo círculo cultural, y dan ocasión a vivenciar en común sensaciones muy estimadas.
Con sus dotes especiales el artista despierta en nosotros, con sus creaciones, efectos emotivos, y jugando con sus fantasías constituye imágenes de la realidad admitidas como correctas por los demás hombres.
Y lo consigue, primero porque los demás hombres padecen la misma insatisfacción ante la renuncia que impone la realidad y segundo, porque esta satisfacción resultante de la sustitución del principio del placer, que alucina la satisfacción, por el principio de la realidad, que la rodea, es parte de la realidad.
Cuando las demás personas, incluso las más sanas, nos cuentan sus fantasías, por lo general nos dejan fríos, en cambio, cuando presenciamos los juegos del artista o nos los cuenta, nos los explicamos como sus propias ensoñaciones personales, y sentimos en nosotros mismos un placer que afluye desde muy diversas fuentes.
¿Como lo consigue?, es su más íntimo secreto. Pero sin duda se basa, técnicamente, en la superación de aquella repugnancia relacionada con las barreras que se alzan entre cada yo y los de los demás, y ahí reside el auténtico arte.
Dice Freud, con psicoanalítico sentido del humor, que bueno... que también para poder ser escritor, tengo que superar el asco que me dan las personas, y el asco que me pueda producir usar algo, como un tubo alargado como un dedo, del que sale un líquido por uno de sus extremos, que va a penetrar en la superficie sobre la que lo aplico... es decir esa superficie se va a transformar pero también me va a transformar a mí. Por eso temo cualquier cambio, por los desarreglos que esos cambios van a producir en mi pensamiento.
Para relacionarme, para conocer, para modificar la relación que mantengo con alguien, o con algo como la escritura, la pintura, los libros, etc., que ambiciono realmente tener de otra manera, tengo superar el asco (característico de la posición histérica), que me entra solo de pensar, de imaginar los desarreglos que los nuevos conocimientos van a producir en mi pensamiento, ya que cada vez que adquiero un nuevo saber, cambio de posición inconsciente. Que no pueda seguir en el lugar del que ignora, cuando ya conozco, implica que la cuestión no es donde coloco ese nuevo saber, sino donde me sitúa a mí ese nuevo saber. El contratiempo ahí, puede ser mi negativa a abandonar una posición que ya me es familiar, porque me hace no quedarme en lo familiar y me hace entrar en el mundo. Esto es tan importante, que Freud llega a decir que para no cambiar, el paciente desea (ya dijimos que la inhibición era miedo al cambio)
Superar esta repugnancia y liberarse de esta barrera que se alza entre cada yo y los de los demás, el artista lo hace empleando dos medios técnicos. 1º.- Mitiga el carácter egoísta de su sueño diurno, ¿Cómo? modificando y ocultando, o sea, transformando y mitigando lo escabroso de sus deseos y la fuente de los mismos.
Es decir, que si las fantasías son como una tendencia destinada a refinar los recuerdos, a sublimarlos, lo que hace el artista, además, es refinar sus propias fantasías para ofrecérnoslas.
Y 2º.- Ateniéndose a normas puramente estéticas, ofrece a los demás ─que sufrimos la insatisfacción de iguales deseos─, con la exposición de sus fantasías realizadas, atractivas primas de placer.
Este placer estético que nos ofrece, es un auténtico placer preliminar con el cual, nos facilita la consecución de un placer mayor, que ya procede de otras fuentes psíquicas más profundas, pues el verdadero goce de la obra de arte procede de la descarga de tensiones que se dan en nuestra alma, en tanto, de ahí en adelante, nos pone en situación de gozar, sin avergonzarnos ni reprocharnos nuestras propias fantasías.
Por eso gozamos tanto con el arte.
Tanto la obra de arte como la salud son producciones y en ambos casos hay un acto de amor, ya que amor es dar lo que no se tiene. Hay generosidad en el creador de la obra de arte, que nos da un placer que no posee y del que se beneficia el espectador; y de la salud de la persona sana, se benefician los que le rodean, y tanto en un caso como en otro, ni el artista ni el hombre sano conocen muchas veces a quienes se benefician de su bien.
Muchas Gracias.
(Continuación de: Nada es sin trabajo: Una aproximación psicoanalítica al mundo del artista y de la creación. Conferencia dictada en la Escuela de pintura Espai de Arte,)
Como vemos, en realidad, no renunciamos a nada de lo que nos produjo placer, y tanto la fantasía, como la creación artística son la continuación y el sustitutivo de los juegos infantiles.
Pero el arte, dice Freud, no trata, no intenta, consigue conciliar el mundo de la realidad y el mundo del deseo por un camino muy peculiar. Forma un dominio intermedio entre la realidad, ─que nos niega el cumplimiento de nuestros deseos─, y el mundo de la fantasía, que nos procura su satisfacción.
Es decir, el arte brinda satisfacciones sustitutivas para las renuncias culturales más antiguas, que siguen siendo las más profundamente sentidas, por eso las satisfacciones que nos proporciona el arte son lo más eficaz para reconciliarnos con los sacrificios que nos imponen esas renuncias.
Y además de que con sus creaciones los artistas realzan los sentimientos de identificación necesarios en todo círculo cultural, y dan ocasión a vivenciar en común sensaciones muy estimadas.
Con sus dotes especiales el artista despierta en nosotros, con sus creaciones, efectos emotivos, y jugando con sus fantasías constituye imágenes de la realidad admitidas como correctas por los demás hombres.
Y lo consigue, primero porque los demás hombres padecen la misma insatisfacción ante la renuncia que impone la realidad y segundo, porque esta satisfacción resultante de la sustitución del principio del placer, que alucina la satisfacción, por el principio de la realidad, que la rodea, es parte de la realidad.
Cuando las demás personas, incluso las más sanas, nos cuentan sus fantasías, por lo general nos dejan fríos, en cambio, cuando presenciamos los juegos del artista o nos los cuenta, nos los explicamos como sus propias ensoñaciones personales, y sentimos en nosotros mismos un placer que afluye desde muy diversas fuentes.
¿Como lo consigue?, es su más íntimo secreto. Pero sin duda se basa, técnicamente, en la superación de aquella repugnancia relacionada con las barreras que se alzan entre cada yo y los de los demás, y ahí reside el auténtico arte.
Dice Freud, con psicoanalítico sentido del humor, que bueno... que también para poder ser escritor, tengo que superar el asco que me dan las personas, y el asco que me pueda producir usar algo, como un tubo alargado como un dedo, del que sale un líquido por uno de sus extremos, que va a penetrar en la superficie sobre la que lo aplico... es decir esa superficie se va a transformar pero también me va a transformar a mí. Por eso temo cualquier cambio, por los desarreglos que esos cambios van a producir en mi pensamiento.
Para relacionarme, para conocer, para modificar la relación que mantengo con alguien, o con algo como la escritura, la pintura, los libros, etc., que ambiciono realmente tener de otra manera, tengo superar el asco (característico de la posición histérica), que me entra solo de pensar, de imaginar los desarreglos que los nuevos conocimientos van a producir en mi pensamiento, ya que cada vez que adquiero un nuevo saber, cambio de posición inconsciente. Que no pueda seguir en el lugar del que ignora, cuando ya conozco, implica que la cuestión no es donde coloco ese nuevo saber, sino donde me sitúa a mí ese nuevo saber. El contratiempo ahí, puede ser mi negativa a abandonar una posición que ya me es familiar, porque me hace no quedarme en lo familiar y me hace entrar en el mundo. Esto es tan importante, que Freud llega a decir que para no cambiar, el paciente desea (ya dijimos que la inhibición era miedo al cambio)
Superar esta repugnancia y liberarse de esta barrera que se alza entre cada yo y los de los demás, el artista lo hace empleando dos medios técnicos. 1º.- Mitiga el carácter egoísta de su sueño diurno, ¿Cómo? modificando y ocultando, o sea, transformando y mitigando lo escabroso de sus deseos y la fuente de los mismos.
Es decir, que si las fantasías son como una tendencia destinada a refinar los recuerdos, a sublimarlos, lo que hace el artista, además, es refinar sus propias fantasías para ofrecérnoslas.
Y 2º.- Ateniéndose a normas puramente estéticas, ofrece a los demás ─que sufrimos la insatisfacción de iguales deseos─, con la exposición de sus fantasías realizadas, atractivas primas de placer.
Este placer estético que nos ofrece, es un auténtico placer preliminar con el cual, nos facilita la consecución de un placer mayor, que ya procede de otras fuentes psíquicas más profundas, pues el verdadero goce de la obra de arte procede de la descarga de tensiones que se dan en nuestra alma, en tanto, de ahí en adelante, nos pone en situación de gozar, sin avergonzarnos ni reprocharnos nuestras propias fantasías.
Por eso gozamos tanto con el arte.
Tanto la obra de arte como la salud son producciones y en ambos casos hay un acto de amor, ya que amor es dar lo que no se tiene. Hay generosidad en el creador de la obra de arte, que nos da un placer que no posee y del que se beneficia el espectador; y de la salud de la persona sana, se benefician los que le rodean, y tanto en un caso como en otro, ni el artista ni el hombre sano conocen muchas veces a quienes se benefician de su bien.
Muchas Gracias.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)