martes, 17 de julio de 2012

Arte y Psicoanálisis 0


(Conferencia dictada en la Escuela de pintura Espai de Art, en Gata. Alicante.)

Nada es sin trabajo.

Aproximación psicoanalítica al mundo del artista y al proceso de la creación.



Sobre la inspiración y la falta de ocurrencias, podemos decir que popularmente se cree, que la creación depende de la inspiración, que el artista hace una obra de arte porque tiene inspiración y si no, nada. Así que nada se dice del trabajo, y sin embargo sabemos que sin creación no hay poder creador, que lo que le da poder a la creatividad del artista es su propia producción artística.

Así las cosas, podemos ir pensando que la llamada falta de inspiración es en realidad la restricción de esa actividad concreta, y que podemos interpretarla como una inhibición, en el sentido de que una inhibición es una restricción de alguna de las funciones del yo. Y sabemos que si esa función del yo se ha quedado casi sin energía es porque el yo ha tenido que incrementar fuertemente el gasto de energía psíquica en otra labor que implica algo que podemos considerar como más grave, por ejemplo, un duelo, una depresión, evitar accesos de ira, o contener una producción excesiva de fantasías sexuales, etc.

Esta inhibición empieza en el campo del lenguaje pero luego se manifiesta en otros campos, en el papel, en el lienzo, en las relaciones sociales.

Donde hay una inhibición, hay una exageración afectiva y como toda exageración afectiva (de celos, de odio, de envidia, de amor), nos está indicando que el yo ha tropezado con una resistencia, una oposición a encontrarse con algo, algo nuevo o nuevo para el yo, otros pensamientos, pensamientos diferentes a los de uno, o con ciertos pensamientos de uno, que ni uno mismo tolera y que ni se imaginaba que pudiera albergar, pero que siempre hacen de la realidad otra cosa.

¿Como he llegado a esa situación o qué quiere decir esto?

Cuando miramos la realidad, siempre pesan sobre nuestra mirada dos determinaciones, una es la social, que tiene que ver con nuestra clase social, la de nuestra familia, en la que ingresamos nada más nacer. Otra determinación es la inconsciente.



martes, 10 de julio de 2012

Arte y Psicoanálisis 1


(Continuación de: Nada es sin trabajo: Una aproximación psicoanalítica al mundo del artista y de la creación. Conferencia dictada en la Escuela de pintura Espai de Art)

La social nos impone a todos, la dialéctica de unos determinados modelos ideológicos, el modelo amo y el modelo esclavo.

El que tiene esta determinado a defender lo que tiene;

y el que no tiene esta determinado a tener que reivindicar lo que no tiene.

El esclavo padece de querer liberarse;

El amo, padece de tener que hacer go¬zar al esclavo para que no se libere.

El esclavo goza pero no sabe; el amo no goza, pero sabe.

El esclavo, no habla porque teme hablar;

Y el amo también teme hablar, porque teme perder la ilusión de poder que da el silencio del esclavo.

Esta determinación ideológica se aprende inconscientemente desde el momento de nacer entre sangre, sudor y leche, y se va completando en la guardería, el colegio, el barrio, la peña, el instituto, la universidad, el trabajo, etc. Son frases, pensamientos, ideas y opiniones y se ve en los afectos y sentimientos que tenemos de las cosas y las personas. La ideología dirige nuestra vida.

Cuando miro el sol y lo veo girando a mi alrededor y me siento el centro del universo, vuelvo a la época en que todo lo simbólico era divino y todo símbolo era Dios. Vuelvo a la época precientífica, anterior a la física, anterior a la aparición del símbolo matemático, a cuando la presencia de un símbolo como son tres dedos puestos así, por ejemplo, me alejaba de Dios, porque si hasta ese momento todo símbolo era Dios, desde ese momento, un tres dedos, III, el número tres como símbolo, ya no solo nombra a Dios, sino que llama a pensar en otra cosa, numera objetos, libera de la carga de los objetos, esa es la cosa.

...cada vez que consigo un corrimiento de mi mirada, adquiero un grado más de libertad.

De entrada, no se puede no tener ideología y toda ideología conlleva una moral, que generalmente criticamos todos.

Porque nos afecta, porque hace que sigamos amando, odiando, sintiendo y actuando y pensando sobre ciertas cuestiones de una manera que no es nuestra, es una manera heredada de nuestros antepasados;

Porque es inadecuada, porque aunque ya cayó en los libros hace doscientos o trescientos años, nosotros mismos la seguimos manteniendo en nuestra mirada.

Todo lo que llega a nuestra conciencia por la vía de los sentidos, ya ha sido procesado inconscientemente. Es como si un cristal ideológico mirara por nosotros y nos ocultara que escuchamos solo lo que queremos escuchar, y que vemos sólo lo que queremos ver.

Percibimos a través de nuestros sentidos pero nuestros sentidos y nuestros sentimientos, aunque no nos mienten, nos confunden, porque la conciencia, como órgano de percepción que es, siempre cae en la ilusión de la apariencia, y más allá de la apariencia no están las cosas, lo que está es la mirada. Por eso no se puede confiar en que la conciencia es el lugar donde acontece la verdad porque la verdad del deseo no es, exactamente, el deseo de la verdad.

La realidad no la percibimos como suponemos, sino como la miramos, y lo que atrae nuestra mirada es precisamente la atención que ponemos en lo que miramos. Por eso decimos que el cuadro nos mira. Una cosa es lo que vemos y otra lo que miramos hasta el extremo de que sólo vemos aquello que previamente nos miró, aunque no seamos capaces de ver todo lo que nos mira.

Ver y mirar son cosas diferentes. El ojo no es ojo porque ve, sino porque me ve.

La teoría del inconsciente viene a poner un poco de orden en todo este caos.

No es fácil de aceptar que nuestra conciencia es tan solo un órgano de los sentidos que solo percibe estímulos, exteriores o interiores; y que su contenido siempre es el resultado de un procesamiento que no se realiza en la conciencia sino en otro lugar, en otro escenario, el del inconsciente.

Por ejemplo, no es fácil de aceptar:

...Que a cualquiera puede resultarle encantador cualquier compañero o compañera que tenga al lado y que eso tenga más que ver con el deseo y la corriente libidinal, que con la belleza y la bondad de ese objeto.

...Que la pareja que elegimos no la elegimos con total libertad, sino que la elegimos con arreglo a nuestro modelo familiar, que es inconsciente.

...Que si no podemos asumir nuestra verdadera situación económica y social, es porque el patrón no es solamente el patrón sino también el padre.

...Que si la posición de la mujer no puede ser asumida ni por el hombre ni por la mujer, es porque el hombre, ese hombre que la somete, también es su enamorado. Y eso no es un problema social sino psicoanalítico.

...Que si hay momentos en que ella es él, y él es ella, es porque lo femenino y lo masculino son posiciones inconscientes, un otro lugar de ellos en esa otra realidad, que es la realidad psíquica, donde no hay representación del otro sexo, no hay inconsciente masculino ni inconsciente femenino, hay posición hombre, posición mujer, posición padre, posición madre, hay posicionamiento inconsciente.

...Estoy llorando como cuando tenía cinco años, pero tengo cuarenta y tres.

...Soy el novio de mi mamá pero tengo cinco años y mi mamá tiene treinta y cinco.

Son cosas que le pasan a todo el mundo.

Una persona puede hablar de los deseos inconscientes y otra entender que se le están insinuando, porque cualquiera confunde una explicación con una insinuación, una seducción con una hostilidad, o al psicoanalista con la madre.

Por eso, cuando el psicoanalista le requiere al paciente que por favor se recueste tranquilamente en el diván y no le mire, es para invalidarle la mirada. Para que sea una conversación solamente; sin mirada; porque la mirada es equívoca: todo lo que el paciente mire y diga que ha visto tiene visos de irrealidad. Y de lo que se trata es de que en esa relación tan particular, lo que hable el paciente y le conteste el psicoanalista, tenga más que ver con la realidad que con la irrealidad.



martes, 3 de julio de 2012

Arte y Psicoanálisis 2


(Continuación de: Nada es sin trabajo: Una aproximación psicoanalítica al mundo del artista y de la creación. Conferencia dictada en la Escuela de pintura Espai de Art)

La irrealidad está íntimamente relacionada con el tiempo.

Y si la única concepción que tengo del tiempo, es la de un tiempo cronológico, o sea, continuo y lógico, que va de atrás hacia adelante, creeré que las cosas que me pasaron en la infancia son las que determinan mi presente y mi futuro, que soy así y que no puedo cambiar, lo cual no es cierto.

Lo que determina la vida del sujeto es lo que todavía no ocurrió, lo futuro: su próxima frase, su próxima decisión, su próximo cuadro, su próxima exposición, lo futuro, que siempre está por construir (como lo inconsciente, que solo existe después de ser interpretado), por lo tanto, mi estrategia vital tiene que concebir el futuro porque en él están las ilusiones, las esperanzas, el goce, y también el lí¬mite de la existencia humana. Como una puntuación.

Cuando no quiero aceptar que como humano y hablante soy un ser sexuado y mortal, reprimo el futuro de mi vida, no vivo la vida que tendría la oportunidad de vivir, sino que pretendo un tipo de vida imposible de ser vivida, porque inmortal es el que no se puede concebir como ser mortal.

Si puedo modificar esa concepción que tengo del tiempo como única, puedo modificar también mi concepción sobre un montón de cuestiones. Puedo dejar de ser lo que nunca fui. Puedo dejar de sentir como perdido lo que jamás tuve. Puesto que eso que creo que fui o que perdí, ocurrió en la realidad de mi fantasía pero lo viví en la realidad material de mi vida cotidiana. Otra prueba de la determinación inconsciente y otra prueba de que el yo no es el amo en su propia casa.

El tiempo del inconsciente es recurrente. Es el futuro anterior, (luego lo veremos), es el tiempo del deseo.

Si asumo que hay otro tiempo, el tiempo psíquico, puedo dejar de estar determinado desde lo que ya fue, que ya ocurrió, para pasar a estar determinado desde lo que todavía no fue, lo que no pasó, lo futuro.

Es una paradoja, efectivamente.

En nuestra vida cotidiana, para ir al súper, al cine... manejamos el tiempo del reloj, pero la realidad psíquica maneja otro tiempo, un tiempo que al estilo de la metáfora, se desplaza y muta, transforma su sentido, por eso, es común observar en ‘los sujetos psíquicos’ conductas, frases, actitudes, acciones que corresponden a edades equívo¬cas: un niño jugando a ser grande, una persona adulta sufriendo por no poder dejar de ser un niño.

La ley del inconsciente es como la raíz cuadrada de menos uno.

Su ley es no tener ley. Por eso no existe la contradicción, ni hay lógica formal, ni armonía ni acuerdo, exactamente igual que no puede haber acuerdo entre lo que me pasó y lo que cuento que me pasó, no puede haber acuerdo entre la cosa y la palabra que la nombra. Nunca serán lo mismo. La palabra mata a la cosa.

De lo inconsciente solo sabemos por sus efectos: un olvido, una equivocación, un chiste, un lapsus, un sueño, un acto fallido, una interpretación.

Lo que encontramos en la conciencia son efectos, productos del trabajo inconsciente, nunca encontramos el inconsciente, lo que encontramos son los efectos de lo inconsciente.

Todo este rodeo ha sido para mostrar, que en lo inconsciente no hay nada azaroso, todo ha sido trabajado previamente, en todo hay elaboración, nada es sin trabajo.

Entonces..., cuando surgía la frase ─No se me ocurre nada, y la interpretábamos como inhibición, reconocíamos que había una resistencia tras la que se ocultaba algo, una crítica, una oposición, un trabajo que obstaculiza la realización de otro trabajo, y su efecto era ese conflicto que aparecía como inhibición, como restricción.

Por ejemplo, digo: No puedo escribir...

En esa impotencia del no poder escribir, sabemos que hay otra cosa, porque cuando no podemos conseguir algo que decimos que queremos, es porque en realidad, lo que queremos es otra cosa que no reconocemos, pero que, estamos sosteniendo: un engaño de nuestros sentimientos y una manera de pensar, para no reconocer algún deseo inconsciente que es contrario a lo que decimos que queremos.

En ese... no puedo escribir, pobrecito de mí... del que cualquiera podría apiadarse, hay también un egoísmo: No quiero compartir con nadie ni mis vivencias, ni mis pensamientos, ni mis elucubraciones, nada (y lo mismo si escribo y no publico, o si pinto y no expongo), no quiero mostrar que hablo, que escribo, no quiero mostrar que pinto, que deseo.

Es decir, desde alguna parte de su aparato psíquico, la persona se ha esforzado en impedir que las ocurrencias que hubiera podido tener llegaran a exteriorizarse, a hacerse conscientes y en ese esfuerzo opuesto, la crítica y la censura han sido sus instrumentos.

─ ¿Y qué podemos hacer sino esperar a que nos estallen todos los botones del chaleco de la paciencia?

─ Asociar libremente hijo mío, asociar libremente.