sábado, 3 de agosto de 2013

Lo latente no es ninguna tontería.

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Aunque lo latente no es lo inconsciente, lo latente no es ninguna tontería.
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Hay una hostilidad inconsciente, en la enfermedad, que de no contar con ella, de

no analizarla, nos mata. La hostilidad, digámoslo de una vez por todas,

es instinto de muerte. Pulsión de destrucción, como si quieren llamarlo

Tánatos, en contraposición a Eros, me da lo mismo. Es hostilidad y

lo que lo acompaña, odio, deseo de muerte.

El cine, en una película llamada Alien, lo explicaba de una forma

sorprendentemente gráfica. El Alien era tan hostil que su sangre era ácido,

de modo que al ser herido las gotas que de la herida manaban perforaban

todo lo que se ponía a su paso, la mesa camilla en la que habían

depositado su cuerpo y hasta el suelo de la enfermería para llegar al piso

inferior. 

Hostilidad. Peligro de muerte y goce de destruir. Goce, muerte y deseo

inconsciente, bonita mezcla. Gozo con mis malos deseos, aunque no lo sepa.

Si mi amor no puede controlar mi odio, y este no encuentra un exutorio,

una salida, me envenena.

Gana por dentro y como el ácido del Alien, corroe todo lo que se le ponga

por delante, ajeno o propio. Cegado por el odio, tiende a los comienzos, a lo que

en un principio fue nada, muerte. La muerte de la que venimos.

La propia muerte es un irrepresentable. Podemos imaginarnos muertos, y así

nos vemos desde fuera, o sea, hemos puesto nuestra vida en otro lugar, y desde 

ahí contemplamos un cuerpo sin vida, que es nuestro propio cuerpo como ajeno

a nosotros mismos. (No soy yo, es mi cuerpo)

Si no veo la muerte la muerte no me ve a mí (la fantasía de la reciprocidad).

Vemos al muerto, pero la muerte se intuye, se huele, se vive en otro,

porque la muerte de otro me recuerda la mía, mi propia mortalidad.

Bergman nos regaló un Séptimo sello y nos ofreció una representación

hominizadísima de 'lo que no es un ser', jugando una partidita de ajedrez

con un ser humano, que en su ambición pretende derrotarla.

Un ser humano juega con la muerte su muerte. Es una película.

Freud, llamó la atención a la humanidad entera, a los dispuestos a enterarse) 

sobre lo que vemos y lo que no vemos. Y nos advirtió, con más de trescientas 

páginas contundentes, (la interpretación de los sueños) que una cosa era lo que 

soñábamos, que no nos interesaba, otra, lo que contábamos haber soñado, que es l
o que nos interesa, lo manifiesto, lo contado, ese es el jeroglífico a descifrar, ese 

era 'el texto sagrado', de lo que tenemos que partir para investigar lo que 

decimos que hemos soñado, el relato del sueño, desde ahí se empieza a 

descifrar, a desdisfrazar lo que se quiere decir con eso que se contó, que se 

sirvió de algunas ideas latentes (que hubo que descubrir previamente) 

para dar expresión a esos pensamientos que nacen de deseos inconscientes.

Todo hemos tenido que trabajarlo, que traducirlos de las ideas latentes que 

hemos descubierto y que no estaban a la vista, pero que había ahí trabajando y

siendo trabajadas por los mecanismos psíquicos, inconscientes también. 

Todo eso para poder expresarse. Siendo así el grado de deformación con que se 

se expresa un sueño simple, ¿nos extrañamos de que por ejemplo el odio pueda 

encontrar una justa expresión encubierta en una exagerada ternura angustiada? 

Eso es lo latente, pensamientos o ideas latentes. Lo que espera una ocasión ‘favorable’ para poder expresarse. Y desde que hay psicoanálisis una oportunidad para que lo que actúa desde el sometimiento moral de la censura y 

la represión pueda acceder con los trámites adecuados al procesamiento normal 

de la conciencia, y pueda ser pensado sin la culpabilidad que rodea a todo lo 

inconsciente, eso es lo que ofrece el psicoanálisis al hombre... poder pensar un 

futuro, y tenerlo, sin que esté dirigido desde el pasado, desde lo inconsciente 

reprimido.

Porque el psicoanálisis 'piensa' que: Todas las fuerzas que se pusieron en juego 

para provocar 'la enfermedad', son las mismas fuerzas que actuarán en la 

curación de las mismas, aunque sean afecciones corporales.



sábado, 20 de abril de 2013

Los Ataques de angustia

El ataque de angustia, puede consistir tan solo en la Sensación de angustia, sin ninguna representación, o puede ir unida a la de la ‘muerte’ o la de ‘locura’, puesto que la angustia en la espera (y más en la espera angustiosa), casi siempre es latente para la conciencia; sin embargo está constantemente al acecho, pudiendo irrumpir de repente en la conciencia y provocar el ataque o la sensación de angustia.
Las formas que puede adoptar son casi infinitas, y difíciles de diferenciar de la verdadera lesión orgánica. 
Puede presentarse acompañado de cualquier parestesia (incómoda sensación de pinchazos, hormigueo, entumecimiento) o enlazada a cualquier perturbación funcional orgánica como la respiración, la circulación la inervación vaso-motora (dilatación, constricción, congestión), la actividad glandular (tiroides), o de la actividad cardíaca (palpitaciones) o de la respiración (disnea, o perturbaciones análogas a las del asma), o con ataques de sudor o sudor nocturno, o de temblores y convulsiones, o ataques de bulimia -a veces con vértigos-, ataques de diarrea, los terribles ataques de vértigo donde el suelo oscila, no gira, y en él se hunden las piernas, o se doblan, hasta resultar imposible continuar en pie, aunque no se llegue a caer, o puede haber un profundo desvanecimiento representando al ataque de vértigo, o el pavor nocturno -infantil o adulto que puede hasta llegar a producir insomnio.
El ataque de angustia es infinitamente variable, y por eso hablamos de estados larvados de angustia. Sin embargo es característico que el paciente en su queja, frecuentemente deje sin mencionar esa sensación de angustia o la aluda ligeramente como malestar

martes, 26 de marzo de 2013

Mi querida resistencia.


Mi querida resistencia.
Se dice mal de muchos consuelo de idiotas, o de tontos; pues bien. 
Pero ¿y si en vez de ser de muchos, es de todos, sin excepción? ¿Y si nos pasa a todos?
¿Todos somos idiotas? ¿Yo soy idiota, también?
Vamos a ver. Si es de todos ese mal y ese mal de todos al que me refiero, se circunscribe a los que tenemos en común, que hablamos, y los que hablamos somos humanos y nadie más que nosotros los humanos habla. Entonces, ¿somos idiotas por hablar o somos humanos?. Para mí, no es una pregunta fácil, porque entra en juego la dialéctica entre el poder ─poder hablar, poder no hablar, no poder hablar─ y el deber ─deber hablar, no deber hablar, deber no hablar─. No voy a entrar a responderla, por el momento, la dejo ahí.
Cuando se le dice al analizante, o al paciente si se prefiere, hable, ve uno que a veces, algo se lo impide. Ese algo puede ser, muchas cosas, una idea molesta, para él o ella, una situación incómoda o hasta dolorosa, porque va asociada a un sentimiento tan penoso que a veces, la persona no quiere recordarlo, puede también ser algo que avergüenza profundamente a la persona, algún deseo o sensación que no considera apropiado, y que no quiere, aunque lo conozca perfectamente, mencionarlo, ni sacar el tema, y esto puede ser desde un adjetivo  hasta un nombre propio, porque está relacionado con alguien o con algo que no se puede soportar, o que no se quiere que se note que no se puede apartar del  pensamiento, y la persona piensa: si empiezo no paro, así que mejor no empezar...; esa imagen, y una palabra es una imagen verbal, está cargada de sentido, pero de un único sentido para él o para ella, que la voluntad unas veces, y otras la conciencia no tolera y por ese motivo ha sido excluida de las posibilidades expresivas o comunicativas de esa persona. Hay muchas posibilidades y muchas causas pueden producir un mismo efecto: no pronunciar eso que no se pronuncia, eludirlo, ignorarlo, renegar de ello, y hasta reprimirlo (esto no quita que haya un tipo de represión que sea necesaria, imprescindible, para poder convivir con los demás).
En estos casos a los que me refiero, en general, en los tratamientos, decimos simplemente que hay una resistencia, que uno se resiste o que está bajo el efecto de una resistencia. Esta resistencia puede ser consciente, como cuando uno dice No, no, es que no quiero acordarme... pero puede ser también que a uno le pase y no se de cuenta. En esos casos el que se percata es que lo observa, por que hay una repetición, hay una pauta que se repite: empiezo a hablar de algo, a desarrollarlo y cuando estoy al borde de llegar al descubrimiento de lo que me interesa, ...una detención, un giro, una interrupción, una desviación, me lo impide, y otra vez vuelta a empezar o lo que sea, en definitiva: lo he interrumpido. 
Ese insistir en la repetición de la interrupción, ya puede ser un síntoma, puede no ser por mi deseo consciente, si no porque está actuando una resistencia en mí: mi deseo de mantener otro deseo, pero anterior. Me resisto a desvelar, o desvelarme a mi mismo, una verdad, actual, sobre mí mismo, que seguramente tendría algún efecto en mí, no se cual (o cuales), pero me resisto a ello.
Es muy frecuente, que el otro, que está en otra situación, diga, cuando uno aconseja algo (aunque sea de buena fe): te tenía que pasar a ti, para que supieras lo que es. Evidentemente es una frase hecha, un comodín para lo que sea, porque nadie le dice a su cardiólogo poco antes de entrar al quirófano... te tendrías que infartar tú, para que supieras lo mal que se pasa...¿O sí? ¿A alguien le gustaría que su cirujano tuviera un accidente cardiovascular cuando le está operando a uno mismo? 
¿Un mal de muchos consuela a alguien, realmente? Podría preguntarse ¿Pero y si nos pasa a los dos lo mismo, no nos consolaría? No. Cada uno vive sus cosas a su manera, con sus características, aunque el mecanismo sea el mismo. Lo que a uno puede servirle, puede no servirle a otro, y generalmente ocurre así. Una experiencia, buena o mala, se queda en eso, en experiencia, si no hay aprendizaje de lo que se cuenta de esa experiencia, se queda como recuerdo y además como recuerdo coloreado por los sentimientos y con el pasar del tiempo, se modifica, tanto hacia la extinción como hacia el lado contrario, la exaltación, digamos. La experiencia, lo que se suelen llamar las vivencias, hay que transformarla en aprendizaje, han de pasar por la palabra, y el jugo de ese aprendizaje, esa síntesis realizada, ya ha modificado 'lo que dije que fue' y eso ya no tiene por qué ser ni amargo ni dulce, como pudo serlo la rememoración de la experiencia. 
La experiencia no se le puede transmitir a nadie y nadie puede aprender por otro. Nadie puede aprender a un ritmo que no sea el suyo, ni aprender aquello en lo que no está interesado, a no ser por un corto periodo de tiempo, luego se olvida. Por eso cada uno, porque cada persona es absolutamente única. Hay un lenguaje común pero cada uno tiene su hablar, peculiar, personal, su manera particular de haberlo aprendido y usarlo. Con sus aspectos casi conscientes, sus aspectos conscientes del todo, sus censuras, sus rodeos, sus resistencias y sus aspectos por completo inconscientes. No hay dos  pensamientos personales  iguales, cada uno es particular. Para tratar con esa particularidad, con esa parte de la personalidad inconsciente de cada uno, uno necesita al Otro y al otro, pero a un otro bien especializado. Uno solo no puede. Es imposible darse cuenta de las medallas que uno, sin querer, se cuelga; (yo nunca haría eso; yo siempre...,  medallas)
Todos tenemos resistencias. Nos resistimos, realmente, a todo, para ser siempre los mismos, nos empeñamos en no creernos que solos no podemos, nos empeñamos en que 'podemos solos', y solos empeñamos la vida, nuestra vida en algo imposible, ser siempre los mismos: Yo soy el de siempre. Nos resistimos. Todos, unos más que otros. Me resisto al darle al otro su tiempo... porque me resisto a aceptar primero y a tolerar después que hay otro: otro ritmo, además del mío, que también existe el ritmo del otro, por eso quiero que se cure más deprisa, más rápido, y si tarda yo le apremio... Pero si está claro... si está claro que es mi narcisismo. Pero cuando uno se da cuenta luego, uno puede aprender, y entonces tolerar que una cuestión puede estar superclara para uno y para otro no estar nada claro, por qué está tan clara para el otro.
Todo se aprende. A tener paciencia también. A no creer que el tiempo le pertenece a uno, también. A esperar sin angustiarse también. Y precisamente en algunas profesiones, es fundamental, para que el otro pueda ir situándose,  colocándose mejor de cara a la vida, que es su vida. Hay que permitir  crecer a los demás, al ritmo que le corresponde a cada uno, a su tiempo. Hay que aprender que cuanto más se corre o se pretende correr ese mismo apresuramiento impide ver donde se está y donde está el otro, que si al otro le meto prisa en vez de acelerar, en realidad puede colapsarse, interrumpir un proceso, o tropezar, para producir la detención. Hay una resistencia cuando sin que yo me de cuente otro deseo en mí, se opone, obstaculiza mi propósito. 
Todo el mundo se resiste, yo también me resisto cada vez, porque cada vez que aprendo algo que no sabía, y que me va a impedir dudar sobre esa cuestión, ya no lo voy a poder usar como excusa, es que, ese nuevo saber, no es que me vaya a condicionar a tener que decidir sobre algo que me afecta, mi posición en la vida, en mi vida, es que me cambia de sitio, me coloca en otro lugar, nuevo. 
Así que si entonces me pongo a pensar: Vaya tengo que eligir: ¿soy idiota o tengo inconsciente? ¿En que fila me pongo?... es que me estoy resistiendo, estoy reprimiendo, censurando mi nuevo saber, mi saber real inconsciente, porque inconscientemente lo se.