Cuando se dice que todos ‘somos neuróticos’... nadie
lo discute y aunque no nos quedamos contentos con la etiqueta, no protestamos y
aceptamos todos que sentimos que somos un poco neuróticos.
Pero ¿qué hay de cierto es esa afirmación?
Vamos a las fuentes. (siempre Freud)
Para cualquiera, la esencia de una enfermedad son sus
síntomas, de modo que si alguien tiene síntomas está enfermo y si no tiene
síntomas no está enfermo, lo cual es cierto en sentido vulgar pero no lo es en
términos estrictos de salud. Cuando por ejemplo nos acatarramos tenemos todos
los síntomas del catarro... vamos al médico, nos medica y rápidamente dejamos
de tener esos síntomas, pero no estamos curados, aun no hemos dejado de estar
enfermos, podemos ante cualquier circunstancia ligeramente adversa hacer nuevos
síntomas porque aun no estamos curados, ya no es la nariz, ahora es la
garganta, ya no es la garganta, ahora es la tripa, o sea, aun nos queda hacer
desaparecer la enfermedad. Enfermedad y sintomatología son dos conceptos
diferentes. Se puede estar enfermo ya y aun no dar síntomas.
Esto que se ve tan clarito en la corporalidad
material, es algo más sutil en lo psíquico.
Todo el mundo está de acuerdo en que los síntomas
psíquicos son aquellos actos nocivos o cuando menos inútiles, que el sujeto
realiza muchas veces contra toda su voluntad, y además experimentando
sensaciones displacientes, dolorosas o directamente perjudiciales (para sí
mismo y para los demás). Es decir el enfermo gasta mucha energía en la
realización de esos actos pero es que también gasta mucha energía en vencer la
oposición que el mismo presenta a la realización de los mismos.
Voy a salir de viaje, lo preparo todo con antelación,
cuidando de no olvidarme de nada y revisándolo todo un par de veces por si
acaso. Por fin salgo de viaje, repasando mentalmente mientras me alejo que todo
lo dejo correctamente... pero empiezo a dudar si no habré cerrado la llave de
paso o el gas, o la luz del trastero o si he guardado los billetes del tren en
su sitio... y dudo hasta tal punto que tengo que volver a comprobar porque si
no...
Es decir, que el daño principal se deriva del esfuerzo
psíquico que exige: primero la ejecución de tales actos y luego la lucha contra
ellos (¿Pero como voy a volver ahora?,
voy a llegar tardísimo... No, no,
tengo que comprobarlo...). Este esfuerzo
que se ha realizado en la formación de síntomas, agota la energía psíquica del
enfermo y le incapacita para otra actividad (próxima, futura).
Esto, claro que podemos decir: ‘le pasa a cualquiera’,
porque todos llevamos en nosotros mismos la condición de la formación de
síntomas, en ese sentido y solo en ese sentido, todos somos neuróticos, pero es
que importa y mucho, la cuestión de la cantidad. No es lo mismo, dudar de algo
un poco, que dudar hasta el extremo de tener que repetir el proceso, eso ya es
diferente...
No, ya, pero eso a mí, me pasa siempre... dicen
algunos.
Bueno hay que saber que:
Los síntomas a los que nos referimos son el efecto de
un conflicto (entre una fuerza a favor de... y otra fuerza en contra de...) surgido
alrededor de un modo de satisfacción. El efecto de la conciliación entre esas
dos fuerzas opuestas, es el síntoma.
Que el síntoma sea el resultado de una transacción, entre
dos fuerzas, nos indica que está sustentado doblemente.
(Continuará)